Centenarios de Carlos Cruz Diez y Jesús Soto, los disidentes que renovaron la pintura venezolana #8Jun

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El arte es también un espejo de la historia y realidad de una sociedad con sus variados aconteceres. La pintura no podía faltar pues forma parte del inseparable universo simbólico del hombre desde el remoto paleolítico cuando impregnaba de rupestres imágenes, las interiores cuevas y exteriores piedras. Los testimonios en imágenes figurativas de un momento histórico específico del hombre.

Tras el fin de la dictadura gomecista pugnan en el país la lucha entre lo viejo y lo nuevo en todos los órdenes entre estos la esfera del arte. El discurso pictórico se había agotado y estancado en el academicismo en que estuvo sumido durante los veintisiete años  de la tiranía

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En 1946 se manifiestan en Caracas los primeros destellos de la nueva pintura que desde inicios del siglo XX se deslizaban por los espacios del arte contemporáneo de Europa. Entonces, tímidamente en algunas exposiciones se asoman las corrientes del expresionismo y cubismo. Es el principio de un movimiento que en lo sucesivo estremecerá el ambiente  de la plástica nacional con sus innovadoras propuestas visuales.  

Su surgimiento se produce en París cuando los jóvenes premiados en los salones de arte se agrupan en torno a la revista Los Disidentes y que posteriormente se activan en el país teniendo como bandera la plástica abstraccionista. Estos cuestionan la pintura tradicional de corte figurativo para implantar una nueva estética incomprendida entonces.  Son las enriquecedoras relaciones de exterioridad establecidas por aquellos inquietos jóvenes las cuales nutren sus ansias  de conocimientos que en Venezuela no existían en ese momento. 

Así, formalmente en 1948 surge en Caracas el Taller de Arte Libre conocido también como Los Disidentes cuyos integrantes en su mayoría no llegaban a los 30 años de edad. Es gente joven formada artísticamente en los cánones del academicismo contra el cual se revelan en sus obras, principalmente en la pintura.

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Las nuevas condiciones sociopolíticas reinantes entonces eran diferentes a las de la tiranía gomecista contraria a todo lo que significaría moral y luces. Lo demuestra el hecho de que el tirano Gómez siempre desconfió del Círculo de Bellas Artes que desapareció hacia 1929 a cuyos miembros hostigó.

El nuevo ambiente de libertad generado por la naciente democracia liberal genera las condiciones objetivas para el surgimiento y desarrollo de aquel cambiante grupo. Ello junto al cuantioso ingreso petrolero con premios y becas que facilitan viajar al exterior, más las lecturas de periódicos y libros sobre la evolución del arte contemporáneo

El Taller de Arte Libre lo conforman: Alejandro Otero, César Henríquez, Mateo Manaure, Carlos González Bogen, Luis Guevara Moreno, Alirio Oramás, Pascual Navarro, María Abreu,  Jesús Soto, Virgilio Trómpiz, Oswaldo Vigas, Carlos Cruz Diez, Ángel Hurtado, Humberto Jaime Sánchez y otros.  

De estos destacan Carlos Cruz Diez (17-8-1923 – 27-7-2019) y Jesús Soto (5-6-1923 – 14-1-2005) de cuyos natalicios se cumple este año un siglo y que curiosamente registran una variedad de hechos comunes en sus vidas y obras artísticas.  

Son los que lograron alcanzar la consagración internacional con su activa presencia en París, una de las mecas del arte mundial. Ambos creen en las potencialidades del movimiento en la obra que aquel momento en Venezuela constituye una posición de avanzada visto el ambiente conservador reinante.

Así pues, Cruz Diez se centra en trabajar el color. Desde niño es un enamorado de la pigmentación de los objetos a la cual dedica una amplia investigación cuyos resultados aplica a sus creaciones y publica un libro. Creemos que es un ejemplo de la fenomenología filosófica y física cuando en la fábrica de gaseosas de su padre le llama la atención la luz y el color de las botellas reflejadas en las vidrieras bajo el influjo del Sol.

Mientras que Soto afinca su obra en un quebrantador dinamismo de la producción que denomina “los penetrables” generadores de un atrayente trasiego de los que hizo en vida unos 25. Los mismos permiten la inserción del espectador en la obra. Esa es la concreción de su enfoque del arte cinético. 

Contra viento y marea estos asumen los desafíos del cambio y la creación en un ambiente donde sus realizaciones son percibidas como extrañas. Pero que se corresponden con las transformaciones generadas por la ciencia y técnica en diversos campos del conocimiento antes y después  de la Primera Guerra Mundial en el marco del capitalismo. Con Cruz Diez y Soto penetramos en el mundo de los objetos bellos que nos refiere la filosofía  de la teoría del conocimiento.

Una característica también común en sus obras es la del movimiento y cambio que deliberadamente proveen a sus creaciones en la corriente del abstraccionismo-cinetismo cada uno a su particular manera de entenderlo y enfocarlo. Su plástica se propone la búsqueda esencial de un mundo de sensaciones ópticas que suscitan la participación del espectador en la obra.

Pero también creemos que de las obras de Cruz Diez y Soto emana un humanismo cuyo epicentro es el hombre. Un arte que se propone sacudir su conciencia para sacarlo de la pasividad mediante el empleo científico  de los principios  de la pintura, entre estos el color.  

Esos son los aportes de estos dos venezolanos al arte óptico y cinético abstraccionista en el escenario global. A nuestro entender, más que el dinamismo de sus producciones es muy pertinente la idea de cambio presente en las mismas al que invitan al público observador.  

Ambos suscriben el arte  como un ademán de libertad contrario a toda forma de opresión. Además, buscan, valoran en alto y practican el conocimiento mediante el persistente y disciplinado estudio más la investigación. Lo decía Cruz Diez a quien parafraseamos: la creación contraria a la repetición. Así es la cosa.

Freddy Torrealba Z.

Twitter: @freddytorreal11

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