En apenas menos de un mes en la presidencia de EE. UU., el republicano Donald Trump ha mostrado la afirmación de su país en el escenario mundial siendo los afectados Panamá, Canadá, China, México y Colombia con sus aranceles comerciales.
Al tiempo que sobre el sufrido pueblo de Palestina pende la amenaza de la expulsión de sus habitantes de la franja de Gaza.
Mientras que ha puesto condiciones económicas leoninas a Ucrania para continuar respaldando en la guerra con Rusia. Es más, ha incurrido en la exageración de acusar de dictador a su líder Volodímir Zelenski y extrañamente solicita elecciones para favorecer al autoritario jefe de Estado ruso Vladimir Putin.
Eso tiene el deplorable tufito del reparto imperialista del mundo por las grandes potencias interesadas en hacer suculentos negocios económicos.
El empresario metido a político no se anda con cuentos de camino. Es de los que va al grano del asunto sin retóricas principistas o ideológicas. Eso no forma parte de su pragmática agenda. Es de los que le ve el hueso de la ganancia capitalista en todo lo que hace. Pues ya reporta ganancias en el orden de los 50 mil millones dólares que destinará al pago de la deuda y beneficios a la ciudadanía. Un accionar político y diplomático con positivos resultados a lo interno.
En cuanto a Venezuela, Trump también ha jugado al más crudo pragmatismo al negociar con quien es considerado un mandatario fraudulento. Lo explica ciertamente porque es quien ocupa la silla presidencial y no Edmundo González Urrutia. El poder circunstancial lo concentra el máximo líder del gobierno que ya se extiende a los 25 años. Eso es como afirmar que el Sol sale por el este y se oculta por el oeste.
Aún está por verse si se concreta la decisión de revocarle la licencia petrolera a la empresa Chevron en el país. No olvidemos que de por medio están los poderosos intereses de la geopolítica de Rusia protector del sistema izquierdista imperante en Venezuela. Lo ocurrido con Ucrania motiva la alerta visto que Trump ha hecho de portavoz de los planes de Vladimir Putin al colocar contra la espada y la pared a su líder Volodímir Zelenski.
En política se actúa basado en la necesaria maniobra, táctica, estrategia, plan y línea. Algo que se da por sobreentendido en el accionar de Trump.
En esas condiciones ha establecido un acercamiento, coincidencias y acuerdos circunstanciales con la administración de Nicolás Maduro.
Un hecho que resulta comprensible. Pero en la práctica, aunque lo niegue su equipo, le ha dado un espaldarazo al primero al mando del gobierno venezolano. Ello por supuesto que forma parte del margen de concesiones que suele hacerse.
Llama poderosamente la atención el silencio guardado por el sistema estalinista reinante en el país respecto a las amenazas de Trump de echar de la Franja de Gaza a los palestinos. Cuando ese es un tema de honor para todo izquierdista en el mundo. Lo explica el acercamiento y negociación con el primer mandatario estadounidense.
Pero lo que inquieta de esta conducta del polémico mandatario estadounidense es su inclinación por los líderes autoritarios. Esa es una de sus peligrosas debilidades que por supuesto dispara las alarmas en relación a lo que sucede en Venezuela.
Trump no tiene escrúpulos cuando de jugar a las rupturas se trata con la mayor ventaja a su favor u otro aliado mayor dejando en el desamparo al menor. Fue lo ocurrido en 2019 en Siria con los kurdos.
En toda negociación política y diplomática se hacen concesiones y se sacrifica o gana alguna parte. Ojala en las que adelantan los gobiernos de Estados Unidos y Venezuela la mayor ventaja no la saque el opresivo estalinista instalado en Miraflores. Que ganen la ansiada libertad y la democracia.
Freddy Torrealba Z.