#OPINIÓN Hasta el final #1May

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Por más de un cuarto de siglo en Venezuela se libra una tenaz lucha entre el despotismo y una democracia que sobrevive apenas en el espíritu general de la población.

El autoritarismo se manifiesta en la falta de respeto hacia las opiniones divergentes y los derechos de las minorías.

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La democracia perdura en ese espíritu de convivencia y tolerancia que caracteriza a la mayoría de los venezolanos que resiste – a veces pasivamente – los constantes embates tiránicos del entorno.

El espíritu de libertad obtuvo un singular triunfo sobre el totalitarismo en la pasada jornada del 28 de julio de 2024, cuando las diferentes tendencias políticas democráticas se unieron en torno a un objetivo fundamental: Demostrar que la contundente mayoría del pueblo venezolano rechaza la forma despótica y abusiva de gobernar y quiere volver a la democracia.

Pero donde el fascismo se entroniza en todos los órganos del poder público es insólito que los sátrapas cedan posiciones con facilidad, y siempre fue posible anticipar la atroz respuesta del sistema al varapalo que recibió el 28J.

Quizás debió preverse otra estrategia posterior a ese excepcional evento pues quien vive de ilusiones con frecuencia termina en desengaños. Pero no es cuestión ahora de juzgar y recriminar posibles errores del pasado: Parece más sensato aprender de ellos.

El gobierno convoca ahora nuevas elecciones con toda malicia, conociendo la desilusión sufrida por quienes quieren cambio, y propiciando que las fuerzas democráticas equivoquen su estrategia y se dividan en grupos antagónicos que ellos – con un 25-30% de apoyo residual – puedan superar. Al parecer lo están consiguiendo.

El sentido común indica que la efectividad del 28J provino de una estrategia consensuada y organizada de antemano por los distintos grupos en contienda: Eso es lo que debió repetirse ante una nueva convocatoria electoral bajo condiciones quizás peores a las que existieron en aquella ocasión.

Lamentablemente no ha sido así, y la dispar respuesta opositora ha degenerado en una orgía de soeces descalificaciones similares a todo lo que hoy se combate. Al paso que hoy vamos el 25 M será desfavorable para todos menos para el gobierno. Una lección más en el camino.

La resistencia democrática debe mantenerse por todos los medios posibles y evitar el mayor de los peligros: Adoptar posturas dogmáticas e intolerantes y en efecto volverse lo mismo que se combate.

Aquí nadie es infalible ni indispensable, pero una lucha exitosa requerirá de toda creatividad, inteligencia, flexibilidad y agilidad hasta el final de la dictadura.

Antonio A. Herrera-Vaillant

[email protected]

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