Con un emotivo acto en el Colegio La Salle, líderes civiles, políticos y ciudadanos recordaron la vida y legado del expresidente venezolano, nacido en Acarigua y formado en tierras larenses.
En un ambiente cargado de emoción y gratitud, la ciudad de Barquisimeto conmemoró este sábado el centenario del nacimiento del expresidente Luis Herrera Campins, con un homenaje que reunió a dirigentes políticos, representantes de la sociedad civil y ciudadanos de distintos rincones del país.
El acto central tuvo lugar en el Colegio La Salle, institución en la que Herrera cursó estudios durante su juventud y que hoy se convirtió en epicentro de los recuerdos, anécdotas y reconocimientos a una figura que dejó una profunda huella en la historia contemporánea de Venezuela.
Durante el evento, Ramón Guillermo Aveledo, político y exsecretario de la Mesa de la Unidad Democrática, destacó que Herrera fue “un barquisimetido”, un joven nacido en Acarigua pero formado con afecto y compromiso en el estado Lara.
“Fue nuestro diputado, nuestro senador y como presidente de la República se empeñó en obras importantes para esta región. Su carrera de periodista también comenzó aquí, en el diario El Impulso, donde escribió sobre educadores y promotores culturales de nuestra región centro occidental”, rememoró Aveledo.
Agradecimientos a la sociedad barquisimetana
Luis Fernando Herrera, hijo del expresidente, expresó su agradecimiento en nombre de la familia. “Nos sentimos profundamente conmovidos por este homenaje de la sociedad larense. Agradezco a la comunidad y al diario El Impulso, que permitió a mi padre difundir su pensamiento durante décadas. Luis Herrera fue un hombre honesto, humilde, solidario, que respetó la dignidad humana y valoró profundamente la amistad”, afirmó.
Por su parte, Fernando Deibis, presidente de la comisión organizadora del homenaje, subrayó la dimensión nacional del legado de Herrera Campins.
“Fue un titán de la política. La presencia plural, diversa, tanto política como social y regionalmente, que vimos hoy aquí, refleja el alcance de su obra y el respeto que aún inspira. Este homenaje no fue solo un acto local: vinieron personas de todos los estados del país, lo que demuestra el impacto que tuvo su gestión y su vida”, afirmó.
El evento no solo sirvió para recordar al líder político, sino también para proyectar su figura como un referente para las nuevas generaciones.
“Para la juventud, Luis Herrera es un ejemplo extraordinario, de honestidad, servicio público y convicción democrática. Hoy lo recordamos con cariño y admiración, como un hombre que hizo de la política un servicio y de la amistad un valor supremo”, añadió Deibis.
Luis Herrera Campíns, periodista de vocación y político por convicción, fue homenajeado por su tierra adoptiva con un acto que lo reivindica como un referente de integridad y compromiso con Venezuela.
Palabras de Ramón Guillermo Aveledo
Es verdad que Luis Herrera Campíns, espíritu peregrino, anduvo recorriendo por años Venezuela y en particular los rincones de la geografía larense. Lo digo por experiencia. Cada vez que llegué a algún pueblo, caserío o campo remoto, escondido y pregunté quién había estado aquí, tres o cuatro nombres eran los más mencionados y entre ellos, me impresionó la frecuencia y el cariño con el que brotaba el suyo. Ecos de su palabra y huellas de sus pasos encontré a cada paso, también huellas de su obra, como nos ha recordado el fraterno Ibrahín hoy. En Lara, Luis Herrera está en todas partes, pero pocos lugares tan apropiados para este homenaje como este Colegio La Salle de Barquisimeto que, diría Gonzalo García Bustillos, “siempre ha flotado en la vida que nos vamos haciendo” los que anduvimos por sus corredores, estudiamos en sus aulas y laboratorios, rezamos en su capilla y rompimos la rodilla de los pantalones jugando en su patio.
“Al fin y al cabo”, escribe nuestro homenajeado en este mes de mayo característicamente mariano y lasaliano,
Al fin y al cabo, fue el Instituto La Salle el escenario vital donde completé mi formación moral, donde encontró firme asidero mi vocación intelectual y donde se formó mi espíritu para la aguerrida lucha social y política en favor de un país desarrollado integralmente, con base en la educación, en el trabajo y en el carácter para lograr una vida pacífica y alegre, sostenido su espíritu por un afán incesante de alcanzar el Bien Común a través de la Justicia Social.
En su Elogio del Colegio La Salle, con motivo de sus Bodas de Oro en 1963, en el Teatro Juárez que sería restaurado durante su gobierno, Herrera Campíns habló de la educación recibida aquí de grandes maestros entre quienes destaco al Hermano Gaudencio Eloy “el Maestro por excelencia” que “siempre aportaba el consejo sensato, la observación certera, la vía ejemplar”. Una educación que siguiendo la indicación paulina contra el primero de los pecados capitales, la soberbia, “No se nos ha educado para la vanidad, porque la ostentación es ropaje de mediocres”. Una educación abierta a las ideas y al conocimiento universal, orientada a los valores trascendentes del espíritu y con fuerte animación al compromiso social. De estas aulas salieron a servir también y me quedo corto porque son muchos, primero Pío Tamayo y Gonzalo Barrios, Alirio Ugarte Pelayo y Ramón Escovar Salom, los hermanos Pablo y Luis Herrera Campíns, José Vicente Rangel, militares como los generales Manuel Bereciartu Partidas y Juan Zapata Escalona y más acá Humberto Calderón Berti, Rafael Marcial Garmendia y ese juez que nos enorgullece Jorge Rossell. De nuestros gobernadores en la democracia 1958-1998: Eligio Anzola Anzola, orador en el 25 Aniversario del colegio en 1938, año en que funda el periódico Mañana, poco antes de participar en la fundación del PDN, promotor del Parque San Juan Bautista de La Salle inaugurado en 1963, en el zanjón al Sur del Puente Bolívar; Froilán Alvarez Yépez (luego senador independiente por URD y fundador de FUDECO), Miguel Romero Antoni, Rafael Andrés Montes de Oca, Carlos Zapata Escalona, Guillermo Luna y Enuman Suárez Vásquez.
Una educación que por cristiana quiere y debe ser educación para la vida “en el respeto de la humana dignidad de pobres y de ricos, de sabios e ignorantes, de obreros y labriegos, de niños y mujeres.”
Así que no hay la menor duda, es de felicitar la idea de la Comisión larense diligentemente coordinada por Fernando Deibis y de agradecer la hospitalidad de la comunidad de esta gran institución larense para que estos ambientes, concebidos y construidos por el Hermano Juan, desarrollados en toda su significación regional y nacional durante ciento doce años por generaciones de religiosos, religiosas, profesores, estudiantes y trabajadores, sirvieran de sede a este homenaje de reconocimiento y gratitud.
Muchos jóvenes de Portuguesa, Yaracuy, Falcón e incluso trujillanos, vinieron a completar sus estudios en Barquisimeto. En la Inmaculada Concepción desde 1904, La Salle desde 1913, el María Auxiliadora desde 1940 o el Liceo Lisandro Alvarado que como Colegio Federal de Varones funciona desde mediados del siglo XIX. Como había pocos internados, en algunos casos la familia se mudaba para cumplir esa voluntad de superación educativa, en otros los muchachos vivían en pensiones. Don Luis Antonio Herrera y su esposa Doña Rosalía Campíns lo hicieron y pusieron una de esas casas de huéspedes aquí, alquilando la mitad de una casa grande que daba a la Calle Libertador (Hoy Carrera 19). Cuenta Waldemar Cordero, quien fuera gobernador de Portuguesa que él y su hermano Alí, estudiantes de La Salle los dos, eran pensionados y Doña Rosalía, personalmente, los atendía a todos, les cocinaba y comían con los hijos de ella: Pablo, Luis y María Esperanza.
No era escena inusual antes que la democracia multiplicara las oportunidades de estudio. En Lara, estado relativamente privilegiado, aparte del Lisandro había desde la década del cuarenta, solo dos liceos públicos, herederos de los viejos colegios federales, el Egidio Montesinos de Carora y el Eduardo Blanco de El Tocuyo. El Mario Briceño Iragorry fue creado en 1958 por la Junta de Gobierno y funcionó provisionalmente en dos sedes ajenas hasta la inauguración de la actual en 1960. Todavía cuando estudié Humanidades en el Lisandro, que hace tiempo aunque no tanto como ustedes creen, tuve compañeros y compañeras de Churuguara, Biscucuy, Cuicas, además de Sanare, Cubiro y Quibor. La UCLA es fundada en 1962 como Centro Experimental de Estudios Superiores y tres años antes, en 1959, el Pedagógico. Antes de eso, para completar estudios universitarios los larenses tenían que irse a Caracas, Valencia, Mérida o Maracaibo. Cuando me gradué de bachiller, no había aquí escuela de Derecho.
Aquí en Barquisimeto Luis Herrera Campíns descubrió sus dos vocaciones: la política y el periodismo. Aquí, a cargo del pabellón del Centro Científico y Cultural del Colegio cuya principal atracción era el Megatherium Larensis en la Feria Exposición de Barquisimeto, 1940, celebrada en el local que hoy ocupa en Hospital Luis Gómez López, antes llamado el “Antituberculoso”, conocería a un visitante que influiría poderosamente en su vida en lo adelante, el joven abogado, fundador de la UNE Rafael Caldera, con quien tendrá poco más de cinco décadas de leal compañerismo, mantenido gracias a lo fundamental de las coincidencias entre dos personalidades muy distintas.
Aquí se inscribió en la UNE, en su sede de la actual carrera 17, frente al viejo Mercado, donde hoy está el Edificio Nacional. Aquí empezó a escribir en los periódicos estudiantiles como Surcos y Vanguardia, también en El Impulso. Representará a Lara en el Congreso durante veinte años, como Diputado electo en 1958, 1963 y 1968 y como Senador en 1973. En el parlamento no fue de esos convidados de piedra que pasan por el hemiciclo como si nada. Trabajo en las comisiones y casi trescientas intervenciones en plenaria sobre temas de política interior y derechos humanos, política exterior, legislación y reforma constitucional, derecho y prácticas parlamentarias, control político de la administración, gasto público, presupuesto, economía, reforma tributaria, agricultura, educación, cultura, deportes, petróleo, seguridad y defensa, desarrollo regional, autonomía municipal, autonomía universitaria, seguridad social, justicia, amnistía, empresas básicas, familia, vivienda, trabajo, salud, libertad de expresión, medio ambiente, defensa del consumidor, servicio militar. Como director de la fracción parlamentaria socialcristiana, con sus intervenciones agudas, sólidas, bien informadas, dio un ejemplo y fue un modelo que animó la vocación de los jóvenes que seguíamos su labor en los periódicos y por la televisión.
Tras el encuentro inevitable con el fin de esta vida, que quienes creemos en la trascendencia sabemos que es el tránsito a otra, la verdadera, los seres humanos dejamos un recuerdo, más o menos perecedero según nuestras obras y omisiones. Aquellos más cercanos a nuestros afectos, cuando dejan de vivir entre nosotros, siguen viviendo en nosotros.
De los personajes que hacen historia queda una biografía. Hay biografías oficiales o autorizadas, que cuentan solo aquello que el biografiado, sus familiares o herederos querrían que se contara. Hay autobiografías o memorias, género común en otros países e infrecuente entre nosotros, porque somos poco aficionados a retirarnos. A fines del año pasado se publicaron en varios idiomas las Memorias Libertad de Angela Merkel, la estadista alemana y aquí hace días las de Oswaldo Álvarez Paz Páez Lo que debo contar, hasta donde recuerdo, el primer socialcristiano venezolano en hacerlo. Por cierto, Páez es venezolanamente un caso raro que sí escribió y publicó su Autobiografía, deliberadamente incompleta, la cual concluyó:
Termino, pues, la historia de mi vida donde debió haber acabado mi carrera pública. Las alteraciones de la política me llamaron después a la patria para luchar con nuevos inconvenientes, y recoger cosecha de desengaños.
Herrera Campíns buen escritor, sin embargo, no fue amigo de escribir memorias. Se lo pregunté, cuando Nancy Chalbaud, una de sus colaboradoras inmediatas, le entregaba la trascripción mecanografiada de las notas que solía hacer en las reuniones. Su respuesta fue una palabra y un gesto: “¿Memorias?” Y arrugó la cara.
Hay otras biografías, también en el mundo literario o de la investigación histórica, que según el propósito de su autor, pueden ser desde apologéticas hasta difamatorias, pasando por grados diversos de simpatía o antipatía hacia el personaje. Las hay críticas, en el sentido de analíticas, esas son las mejores. Polanco, conocedor de la asignatura, recomienda no “enamorarse” del biografiado.
Lo que nunca podrán ser las biografías es objetivas, porque siempre somos subjetivos.
Cuando se trata de políticos, el recuerdo será inevitablemente diverso y contradictorio. Para unos bueno hasta la canonización, para otros, malo hasta merecer el último círculo del infierno de Dante. Polémico, siempre. Me atreví a escribir de la vida de Luis Herrera Campíns, como también lo hizo Pablo José. Traté que la amistad no nublara el sentido de justicia. En estos días de celebración de su centenario, prefiero conversar con ustedes, aquí y en otras partes, de su legado.
En Derecho, legado es disposición testamentaria a título particular. En la historia y la cultura, el mismo vocablo significa mensaje, en hechos, en palabras o en ambos, cuya validez trasciende en el tiempo. Legar es ceder, dejar, encomendar, transferir, traspasar, donar.
Si celebramos la vida de alguien que nació hace cien años y murió hace dieciocho, debe ser porque significó y significa para nosotros.
Más allá de su curriculum vitae: diputado, senador, Presidente. De su trayectoria: líder estudiantil, periodista, preso político, desterrado, dirigente político nacional e internacional. Datos todos que puede enumerar Wikipedia ¿Hay un legado de Luis Herrera Campíns?
Creo que sí y que puede sernos muy útil en este tiempo feroz de antipolíticas, impaciencia e intolerancia.
Es el legado de un hombre político de vida limpia; siempre inconforme, incansable en el empeño en conocer y comprender; responsable porque entiende que la política es servicio; demócrata que cree en una democracia en la que la libertad y la paz son vacías sin la solidaridad e inviables sin la justicia; estadista capaz de asumir el costo de las decisiones más difíciles, consciente de que se gobierna y se legisla para todos, para el presente y para el porvenir; humanista y humano; paciente y visionario.
Coherencia. Está el magisterio de su vida personal: austeridad, sencillez, vida de hombre de familia, consecuencia en la amistad, en las convicciones, en la militancia. A Miraflores fue desde su casa comprada a crédito y a ella volvió cuando dejó el poder. Consistencia entre la vida privada y la pública.
Estudio. Luis Herrera fue un político estudioso. Ramón J. Velásquez dijo de él que “Era un hombre culto. Parecía que se había leído todo. ¿Cómo hacía? No sé, pero cuando hablaba sobre un tema, ahondaba hasta sus raíces, sabía mucho.” No perdió tiempo. Metido en la política y en su pasión periodística, nunca dejo de estudiar. Desterrado en 5° año de Derecho, concluyó la carrera en Santiago de Compostela, una de las universidades más antiguas del mundo, fundada en 1495. Atento siempre a los acontecimientos venezolanos, siguió viajando, leyendo, estudiando. Roma, Londres, Munich en cuya Universidad Ludwig-Maximilians asiste a los cursos de Cosmovisión Cristiana de Romano Guardini, teólogo y filósofo alemán. Aprendió, sin ufanarse jamás, italiano, inglés y alemán. Leía en francés.
Práctica. Con Leonardo Da Vinci, cree Herrera que la práctica enseña la teoría. La cultura, los viajes, las relaciones personales y la actividad internacional, constante como político, parlamentario y gobernante, nunca estuvieron en él reñidas con una intensa venezolanidad. A base de cercanía, contactos múltiples y permanentes con todos los sectores en todas las regiones, de saber escuchar, saber preguntar y saber observar, lo hicieron un baquiano del alma venezolana. Sabía mirarnos por dentro. Una íntima afinidad con Rómulo Betancourt, adversario y aliado, ya advertida por la agudeza de Manuel Caballero, se dejó ver en su discurso del 2 de octubre de 1981, en las honras fúnebres al gran Presidente. “Se ha recordado-dijo Herrera de Don Rómulo- su extraordinaria capacidad para acertar con la frase oportuna, ácida o risueña”. En los refranes y dichos populares Herrera daba, en decir de Velásquez, “un toque simpático” a sus argumentos y observa Andrés Caldera Pietri que “innovó en la comunicación política”.
Servicio. En Herrera, más que destreza, estrategia y táctica, habilidad para detectar las oportunidades y aprovecharlas, aunque todo eso haga falta, la política es primero y principal, servicio. Y reclamo de servir más a quienes más lo necesitan. La razón del servicio, más acá del deber constitucional de quien ejerce un mandato, de que el poder que se alcanza es por cuenta ajena, la razón radica en la solidaridad. “La política es ante todo servicio –dice el recién fallecido Papa Francisco- No es sierva de ambiciones individuales, ni prepotencia de facciones o centros de intereses”.
No se trata de contraponer, como excluyentes, al poder y el servicio. Nadie quiere un poder impotente, aclara el mismo Pontífice, “pero el poder tiene que estar ordenado al servicio para no degenerarse”. La política verdadera, máxime si se trata de una política cristiana, tiene una dimensión afectiva, solo un amor profundo puede nutrirla.
La solidaridad nos recuerda que a la contienda política no se puede ir sin valores. Sin ideas y sin valores que la sustenten, la política es un juego de palo encebado. La política no es un mar cerrado, como el Mar Muerto, opera en espacios mucho más anchos y profundos, por lo mismo más riesgosos. En ese mar, las cartas de navegación ayudan a mantenerla en su ruta de orden humano al servicio del Bien Común. Ese es el papel de los valores.
Sentido del Estado. Luis Herrera es un estadista, cuyo sentido del Estado ordena sus prioridades. Su Estado no es cualquier Estado, es uno democrático y social de Derecho. Nos lo dice el signo de sus prioridades de gobernante: educación, cultura, deporte, salud, vivienda, títulos de propiedad de la tierra, promoción de la paz y la libertad y de la participación que invita al pueblo “nada menos que a la empresa de ser autor y actor de su destino”. Un signo del estadista es la responsabilidad. En su mensaje para el Año Nuevo 1984: “Estoy consciente de las fallas y deficiencias que hemos tenido (…) asumo ante la historia la plena responsabilidad de la orientación y conducción de mi gobierno…” y en su mensaje final al Congreso, al referirse a las “vicisitudes económicas, financieras y fiscales” globales y su impacto en el país:
No me escudo en ellas para justificar errores, fallas, deficiencias u omisiones. Mi trayectoria de ciudadano y mi condición de gobernante serio me llevan a asumir por entero las responsabilidades derivadas de la acción de gobierno y las asumo.
El verdadero conductor político, en el papel de estadista debe mostrar siempre capacidad de diálogo. “Ni en la vida ni en la política se puede catalogar el diálogo como acción inútil, aun cuando los resultados obtenidos no correspondan exactamente a la medida de las aspiraciones” En el mismo ensayo juzga como el éxito principal de la transición de1958 que “eliminó la desconfianza entre los civiles y los militares”, atavismo de la historia venezolana, cuyas ancestrales raíces permiten que rebrote como el monte, maleza feraz abonada interesadamente por las antipolíticas.
Humanismo. “Alma magnánima” dice de él Luis Beltrán Guerrero, Herrera Campíns es humanista integral en el pensamiento, con lecturas reflexivas de Maritain y Mounier que deja ver desde temprano en sus intervenciones, como el discurso de orden en el Centenario de la Federación el cincuenta y nueve o la conferencia en la Universidad de los Andes el cincuenta y ocho. Y humanista integral en la conducta. Humanista y humano, al mayor y al detal, universal y misericordioso. Humano en sus aciertos, políticas públicas dirigidas a la promoción del desarrollo de la persona y humano en sus errores, nacidos en la tolerancia, la comprensión de las debilidades humanas, la lucha interminable contra nuestras imperfecciones, la reiterada necesidad del perdón, como en Mateo, “Hasta setenta veces siete”. Y un dato fundamental: fue hombre impermeable al rencor. No hubo ofensa, agravio o injusticia que le amargara el espíritu. “Objetividad y serenidad” presiden el análisis de quien tras dos carcelazos, el último de varios meses y cinco años de exilio, afirma: “Si algo agradezco a Dios todos los días, además de la protección de su Providencia, es que haya podido vencer la batalla contra el rencor”. Así fue en la patria y en el destierro, las verdes y en las maduras, en la oposición y en el poder.
Paciencia. El político es paciente. “Es necesario no temerle al tiempo. Al tiempo –dice- solo le temen los inconstantes, los apresurados y los cobardes ante la vida” Paciencia que no es inmovilidad, es saber esperar y darle contenido útil a la espera. Comprender que la historia se cuece a fuego lento. Y recuerda:
Porque en muchos aspectos nuestra vida de pueblo ha sido un andar a saltos, a impulsos de pértiga, sin cuidarnos de afirmar ni consolidar en tierra firme las conquistas. Nuestra ansiedad y nuestra impaciencia de hoy, acicateadas por la tragedia nacional de estos años, sueñan con un imposible logro abracadábrico del anhelo democrático.
Visión. La mirada del político verdadero tiene dos dimensiones, la del presente para entender qué pasa y la más larga, hacia el futuro, para darse cuenta de qué puede pasar, de cuáles serán las consecuencias. Ver más allá, para anticiparse. Ver más adentro, para darse cuenta de lo que otros no advierten. No es adivinación, ni magia. Necesita del instinto, se lo llama “olfato”, pero si lo relacionamos con los sentidos, tiene más de oído, vista y tacto. Hay que saber oír las voces de la realidad, ver atentamente sus señales y tocarla y dejarse tocar por la realidad. Conocer y comprender la historia y la geografía, la sociología y la antropología. En los libros sí, pero sobre todo en la vida. Los que viven en “el metro cuadrado” no salen de allí.
La internacionalización de nuestra industria petrolera, la promoción de la paz en Centroamérica, las políticas educativas y de desarrollo de la inteligencia humana, son ejemplos que evidencian la visión de largo plazo en un estadista.
Luis Herrera Campíns fue un Visionario. Años lejos de Venezuela por imposición del poder, en 1957, con la experiencia de un fraude ganancioso para la dictadura, afirma “La participación electoral ha sido hasta ahora –no se olvide-el único medio con el cual se ha derrotado a la dictadura. Es todavía un camino vigente.”
Y sigue
La decisión de asistir a las elecciones es la única correcta en principio. La abstención sólo tendría validez, desde un punto de vista de objetividad política, como una consciente preparación para una insurrección popular revolucionaria, que mal puede desatarse en esta época de nuestra historia.
No espera “que el gobierno por un acto gracioso, devuelva a plenitud las garantías” y se pregunta “¿Por qué no se ha tratado de movilizar las masas para que el Estatuto Electoral tenga fisonomía democrática?” Y subraya “La misión política triunfa a través de la insistencia”.
Porque, son sus palabras, “La imposición de la democracia total no es una carrera de velocidad, sino una prueba de resistencia. Largas jornadas piden voluntades fuertes. Contratiempos difíciles exigen ánimos decididos, pulso firme, corazón bien puesto.”
Y al pasar revista, veinte años más tarde, a aquella transición, nos deja esta reflexión de validez permanente:
Los pueblos son más pacientes de lo que comúnmente se cree y, por extraña paradoja, también son más impacientes de lo que generalmente se cree. Mariano Picón Salas, en admirable pincelada sociopsicológica, afirmó alguna vez que nuestro pueblo tenía una excepcional ‘capacidad de aguante’, grande pero no infinita, inmensa sin ser ilimitada. Nuestra historia así lo proclama con alta voz de recuerdo y advertencia.
Los tiempos cambian y con ellos las circunstancias y los desafíos. “Cada día tiene su afán”, ya lo dice San Mateo, el evangelista de la historia humana. No se trata de calcar, de repetir mecánicamente lo dicho y lo hecho antes. Pero la experiencia cuenta y mal haríamos en borrarla, incluso para reescribirla, como es el terco, tosco interés de los sistemas tiránicos. Siempre es oportuna la cita de Marco Tulio Cicerón, orador, político y filósofo de la República Romana que al incorporarse a la Academia hizo nuestro querido paisano Manuel Caballero: “Quienes ignoran lo que ha ocurrido en el mundo antes de que nacieran, son siempre como niños”.
Tal vez ustedes sientan, y comprendo sus motivos, que hablo desde la nostalgia y también desde el afecto por el amigo y maestro que ya no está. No niego que ambos sentimientos están en mi ánimo, pero no son ellos el incentivo principal para estas palabras. Cierta nostalgia puede haber, y no me da pena reconocer el afecto, pero ni la una ni el otro son el tema.
Al pasado no se regresa y si fuera posible, ni siquiera sería deseable. Aquí y en todas partes, cualquier convocatoria a reponer la causa al estado en que se encontraba en tal o cual episodio de un pasado real o supuestamente “glorioso” ha terminado en rotundos, dolorosos, costosos fracasos. El tema siempre es el futuro, ese territorio incierto que no podemos adivinar, pero sí podemos construir. Para ese futuro necesitaremos el liderazgo de hombres y mujeres coherentes, estudiosos, prácticos, servidores, con sentido del Estado, humanos, pacientes y visionarios, cosecha para la que Venezuela no es suelo yermo. Esas condiciones no garantizan infalibilidad, no eximen del desacierto, sería inhumano esperarlo y mentiroso prometerlo, pero disminuyen sensiblemente el riesgo y dan las herramientas para admitir responsablemente los errores, corregirlos y seguir adelante.
Creo, con Augusto Mijares que hay un “mandato moral de la Historia”, así que ese legado de Luis Herrera Campíns: coherencia, estudio, práctica, servicio, humanismo, paciencia y visión, hay que asumirlo como encomienda, como mandato. Es, en palabras de su amigo Eduardo Frei Montalva: “Mandato de la historia y exigencia del porvenir”