Apenas vivió 37 años este inmenso genio francés de la pintura, que en su corta estancia terrenal se asemeja en inventiva y creatividad a otro genial que se retira tempranamente del escenario de la vida con solo 35 años: Wolfgang Amadeus Mozart. Sin embargo, era Mozart apuesto y buen mozo, no así Toulouse Lautrec, quien, dice Paul Johnson en Creadores. Pp. 20, debido a sus discapacidades hereditarias por efecto de la endogamia, lucía como adulto un torso normal pero sus piernas eran cómicamente cortas y sus brazos cortos tenían manos enormes con dedos como garrotes. Sus huesos eran frágiles y se rompían sin causa aparente. Cojeaba y tenía fosas nasales muy grandes, los labios bulbosos, la lengua gruesa y dificultades para hablar. Sorbía continuamente y babeaba. Agravó sus problemas convirtiéndose en un alcohólico y contrayendo sífilis, aunque había sido advertido sobre la mujer que lo infectó.
Sus padres eran primos en primer grado y eran miembros de la nobleza adinerada francesa. Practicaban una enfermiza endogamia que impedía que no se dispersaran las fortunas y las costumbres. La razón de ser de todo sistema endogámico es defender la homogeneidad de un grupo, de manera que este se mantenga siempre igual a sí mismo y diferenciable de todos los demás. La unidad del clan es la razón suprema. El resultado de la endogamia es un aumento de la homocigosis (grado de similitud de los alelos), lo que puede incrementar las posibilidades de que la descendencia sea afectada por rasgos recesivos o deterioros genéticos. En general, esto conduce a una disminución de la aptitud de la población, que se llama depresión endogámica, esto es la pérdida del vigor, la viabilidad y de la fecundidad. Un individuo resultado de la endogamia se conoce como “innato”. Tragedia genética que le toca al pobrecito de Henry, así como también a los tres hijos fallecidos tempranamente del naturalista Charles Darwin, que era casado con una prima. Otro caso emblemático es el de Carlos II de España, llamado El Hechizado. Desde el día de su nacimiento estaban esperando su muerte.
Pero Toulouse Lautrec tuvo valor, agrega Johnson, y su valor no sólo le permitió luchar contra su mala salud trabajando duro, sino también logró hacer cosas asombrosamente osadas con el lápiz, la pluma y el pincel, junto con su valentía, es posible que su enanismo lo hubiese ayudado en su arte. Tenía que estar de pie junto frente al lienzo, y de esta manera evitó la influencia impresionista. Por ello prefería los espacios cerrados de las habitaciones y salones a los campos abiertos que eran predilección de los impresionistas. Aunque suele relacionarlo con Monet y el resto, Toulouse Lautrec no era más impresionista que Degas y Cassatt. Se convirtió en un artista de la línea y en el mejor dibujante de su época exceptuando a Degas, y desarrolló un llamativo y original sentido del color, la clase de valor que le permitió mostrarse y trabajar le permitió también penetrar los mundos del circo, el vodevil, el teatro y el burdel.
Toulouse-Lautrec decidió ser pintor, y con el apoyo de su tío Charles y varios pintores amigos de la familia, como Princeteau, John Lewis Brown y Jean-Louis Forain, fue a vivir a París en 1881. Allí, fue alumno de Léon Bonnat, que era un retratista de moda, y, cuando se cerró el taller de Bonnat en septiembre de 1882, tuvo que buscar un nuevo maestro, que fue Fernand Cormon. En el estudio de Cormon se hizo amigo de Vincent van Gogh, desgraciado pintor del cual hizo un retrato poco conocido.
París y Francia eran por aquel entonces escenario de turbulentos hechos como el asesinato del presidente Carnot y el sonado caso Dreyfus. Estos acontecimientos evidenciaron la polarización existente en Francia entre burgueses y bohemios, conservadores y radicales, católicos y anticlericales, antirrepublicanos y anarquistas. Se preparaba la Ciudad Luz para el siglo XX, centuria en donde aparecerán fulgurantes allí la belle époque, el cubismo, el movimiento dadaísta y el surrealismo, momento en que se abalanzará ominosa sobre Europa la Gran Guerra de 1914.
En 1884 Toulouse-Lautrec fue a vivir al barrio de Montmartre, donde tuvo vecinos como el pintor impresionista Edgar Degas. La fascinación que sentía por los locales de diversión nocturnos le llevó a frecuentar con asiduidad y hacerse cliente habitual de algunos de ellos, como el Salón de la Rue des Moulins, le Moulin de la Galette, le Moulin Rouge, Le Chat Noir o el Folies Bergère. Todo lo relacionado con este mundo, incluida la prostitución, constituyó uno de los temas principales en su obra. En sus obras de los bajos fondos de París pintaba a actores, bailarines, burgueses y prostitutas. A éstas las pintaba en su vida cotidiana: mientras se cambiaban, cuando acababan cada servicio o cuando esperaban una inspección médica. Muy observador, le atraía la gestualidad de los cantantes y comediantes, y le gustaba ridiculizar la hipocresía de los poderosos, que rechazaban en voz alta los mismos vicios y ambientes que degustaban en privado.
Tuvo grandes amigas como la bailarina Jane Avril, a la cual dedicó varios cuadros y carteles. Conoció a bailarines reconocidos como Valentín El Descoyuntado, payasos y demás personajes de las fiestas y espectáculos de los suburbios. Este mundillo de vicio y extravagancia fue un refugio para Lautrec, quien se sentía rechazado por la nobleza a la que pertenecía por origen. Su discapacidad causaba rechazo en los salones chic, y en Montmartre pudo pasar desapercibido y dar rienda suelta a su bohemia. Criticaba a todos aquellos que reflejaban paisajes en sus cuadros, ya que él opinaba que lo que verdaderamente valía la pena eran las personas, el pueblo. Se consideraba a sí mismo un cronista social y se mezcló, pintó y fue como el pueblo. Pintó grandes obras como La inspección médica. En sus cuadros se puede observar influencia de las estampas japonesas en el encuadre, líneas compositivas diagonales, y el corte repentino de las figuras por los bordes. Poesía una memoria fotográfica y pintaba de manera muy rápida.

Aislado y raro, tuvo una extraña habilidad para captar el carácter estrafalario y vigoroso de un intérprete estelar. Sus personajes saltan fuera de la tela, tan grotescamente vibrantes como él mismo, tan vívidos como su maquillaje: una vez que se lo ha visto, resulta imposible de olvidar. Sus imágenes ejercieron una influencia perceptible en todo el desarrollo del arte del siglo XX, y es imposible imaginar el diseño moderno sin sus colores, formas, ideas y terrores. Un mártir creativo a su manera, un héroe de la creatividad, valora Johnson.
El 9 de septiembre de 1901 murió postrado en su cama después de sufrir delirio tremens por su alcoholismo radical, manías, depresiones y neurosis, así como parálisis en sus encorvadas piernas, este genial personaje que fue amigo de Van Gogh y Oscar Wilde, dos gigantes desdichados de la cultura del siglo XIX como él mismo, y que apenas medía 1, 52 centímetros de estatura. Fue una lección que no se olvidará fácilmente.
Luis Eduardo Cortés Riera