Ulises, era un niño muy pequeño, carente de padre y madre, habitante de la calle, de quien nadie sabía de dónde había llegado a ese lugar de la carrera 13 con la calle 43 de Barquisimeto, en el cual fue encontrado por Elena Francesca Rivassio, inmigrante italiana que por aquel entonces, en el año 1969 había ingresado a Venezuela como misionera.
Con esta criatura de cinco o seis años, ella inició su proyecto de fundar la visionaria “Ciudad de los muchachos,” que hoy cuenta con otras tres instalaciones: una en Manzanita, otra en Yaritagua y la tercera en el municipio Torres.
Casi nadie le llama Elena Francesca porque todos la conocen como Paquita y para Jorge Euclides Ramírez, coordinador del Movimiento en Defensa de la Constitución y la Democracia (Decode), y los demás integrantes de esa organización que esta semana la homenajearon junto a otras destacadas damas larenses, es ella una laica con características de santa.
- ¿Dónde nació Paquita? le pregunta el reportero de El Impulso.
Nací en la ciudad de Brescia, Italia. Pero yo me crie en su zona rural de montañas y lagos bonitos.
- ¿Quiénes fueron sus padres?
Angela y Eliseo.
- ¿Qué estudió en Italia?
Idiomas, para trabajar en hoteles en donde se alojaban turistas. Trabajé en Roma en el hotel Columbus. Porque cuando estudié quería conocer Roma y cuando llegué allá me impresionó esa ciudad.
- Se embarca para Venezuela y llega al puerto de La Guaira…
Sí. Mi equipaje estaba compuesto por dos baúles llenos de ropa, porque mi hermano, el sacerdote Andrés (Q.E.P.D) dijo que venía él también por cuanto ya había terminado su tiempo en la parroquia.
- ¿Cómo llega usted a Barquisimeto?
Vine como misionera en 1.969, cuando ya me había integrado como voluntaria laica. Quise venir a ayudar en algún sitio. Y cuando llegué a Venezuela mi destino fue Barquisimeto.
- ¿Cuál fue la impresión que tuvo de Barquisimeto?
La de un pueblo grande, muy tranquilo y por eso enseguida me gustó.
- ¿Cómo me explica que su hermano se empeña en acompañarla cuando él era un religioso?
Sí, mi hermano era sacerdote en Brescia y él me acompañó porque yo era la invitada. En Brescia nació el Papa Paulo VI.
- ¿A qué vino?
A ayudar a niños y ancianos, porque muchos de éstos como aquellos están abandonados.
- ¿Dónde comienza su proyecto de ayuda a esos seres?
En la carrera 13, entre las calles 42 y 43.
- ¿Con cuántos niños?
Con un niño completamente abandonado, del cual no se sabía quiénes eran sus padres y vivía en la calle.
- ¿Quién era ese niño?
Ulises, era hijo de nadie, muy pequeño como de cinco o seis años, que vivía en la calle y por ello me preocupé por él. Después vinieron los demás niños.
- ¿Se corrió la voz de que usted cuidaba chiquillos?
Sí, empezamos a atender a niños enfermos. Había niños impedidos y la verdad es que algunas familias no los atendían y venían hacia nosotros para que les diéramos cuidados Comenzamos así, con el hogar de niños impedidos y lo convertimos en La ciudad de los muchachos, para poder dar sitio a más niños, porque la verdad sea dicha, a los niños enfermos no los cuidaba nadie.
- Usted me dice que se condolió de Ulises, le enseñó a leer y escribir, a formarse como una persona responsable. ¿Qué pasó con él?
Ulises no tiene familia y se quedó en la Ciudad de los muchachos.
- ¿Cuál ha sido su mayor satisfacción? ¿Haber fundado la Ciudad de los muchachos?
Fue mi mayor satisfacción para poder dar casa a niños que no tenían casa, calor humano a niños que estaban abandonados y darle alimentación a quienes la necesitaban. Yo me propuse darle alojamiento a niños que no tenían un lugar dónde vivir tranquilamente y fuera del peligro de la calle y de la inclemencia de la intemperie.
- ¿De dónde viene ese nombre de Paquita?
El nombre de Paquita me lo dio un cura, el padre Rojas, quien me dijo: tú te vas a llamar ahora Paquita, no Elena Francesca… Y así me quedé.
- ¿Cómo se siente ser homenajeada como una persona que se ha entregado a la caridad no sólo de niños sino también de ancianos?
Yo pienso que todo el bien hay que hacerlo sin pensar en retribución. Y creo que cuando se hace un reconocimiento a alguien que hace el bien, sirve de estímulo para otras personas, para que se animen a ayudar a quienes necesitan que les tiendan la mano en los momentos difíciles. Yo estoy convencida de que hay que hacer el bien sin hacer distinción. Esa es mi recomendación porque así nos sentimos en paz con nosotros mismos.
Y Paquita, humildemente, sonríe porque se siente bien al pronunciar sus sencillas palabras.