El bono vacacional recreativo, un pilar fundamental para el bienestar de los profesores universitarios venezolanos, ha experimentado un declive catastrófico en las últimas dos décadas. Datos alarmantes presentados por el Observatorio de Universidades (OBU) exponen una realidad desoladora: el valor de este beneficio, diseñado para el esparcimiento y la recuperación del personal docente, se ha reducido a una fracción ínfima de lo que solía ser.
Lea también: ¿Cuánto ganan los profesores universitarios en Latinoamérica?
En el año 2002, el bono vacacional ascendía a 4.836,04 USD, un monto que permitía a los académicos afrontar sus períodos de descanso con cierta holgura. Diez años después, en 2012, esta cifra ya había disminuido a 2.321,96 USD, evidenciando los primeros signos de una crisis económica incipiente.
Sin embargo, el verdadero colapso se ha gestado en la última década. Para 2022, el valor del bono se desplomó a 1.094 USD, una caída estrepitosa que ya generaba preocupación. La situación se volvió crítica en 2023, cuando el bono se ubicó en apenas 225 USD, una cifra que representaba menos del 5% de su valor dos décadas atrás.
Lea también: OBU sobre bono vacacional: Lo que en 2002 permitía adquirir 37 canastas básicas, hoy es apenas el 1.15% de su valor
La tendencia descendente se ha agudizado aún más en los años recientes. En 2024, el bono vacacional para los profesores universitarios alcanzó la irrisoria cifra de 165 USD. La situación actual es aún más precaria, con el bono fijado en 56 USD. Este monto, que apenas cubre una fracción mínima de los gastos más básicos, subraya la precariedad extrema en la que viven los educadores universitarios en Venezuela.
