El centro postal del aeropuerto de Roma Fiumicino procesa en exclusiva la correspondencia dirigida al Vaticano, una tradición que mezcla fe, afecto y nostalgia analógica.
Desde dibujos infantiles hasta oraciones escritas con manos temblorosas, cerca de 100 kilos de cartas, postales y pequeños paquetes llegan cada día al papa León XIV, siendo los niños y los ancianos los principales remitentes de esta avalancha de afecto y devoción que no conoce fronteras.
Desde su elección el pasado 8 de mayo, el nuevo pontífice ha recibido correspondencia desde países tan diversos como China, Brasil, Estados Unidos, India y Kosovo, además de múltiples rincones de América Latina y Europa. Aunque la mayoría son cartas manuscritas y postales, también llegan pequeños paquetes cargados de simbolismo espiritual.

Una avalancha diaria de cartas desde todo el mundo
Toda esta correspondencia es gestionada exclusivamente en el centro de clasificación postal del aeropuerto de Roma Fiumicino, el único en Italia habilitado para procesar el correo con destino al Vaticano.
En esas instalaciones, que operan 24 horas al día con 950 trabajadores en tres turnos, se procesan diariamente más de 250.000 piezas de correo registrado, pero solo una parte muy especial tiene un destinatario único: Su Santidad.
«La mayoría de estas cartas vienen de personas mayores y de niños. Muchos no usan medios digitales, sino papel, lápiz y corazón», explicó a EFE Giuseppe Tersigni, uno de los responsables del centro.
El proceso es automatizado: la correspondencia pasa por una cinta mecánica, se clasifica, se sella, se etiqueta y es enviada en camiones al Vaticano tres veces al día.
Niños y abuelos: la voz analógica que escribe al papa
Los sobres y paquetes presentan una variedad encantadora: letras infantiles, caligrafía cuidada, papel de colores, mensajes en múltiples idiomas e incluso en otros alfabetos. “A veces vemos dibujos en los sobres. Así sabemos que vienen de niños”, comentó Tersigni.
Aunque la cifra actual ronda los 100 kilos diarios, durante la enfermedad del papa Francisco se alcanzaron picos de hasta 150 kilos por día. Tras su fallecimiento, el flujo se estabilizó con la llegada de León XIV, pero la emoción que acompaña cada carta permanece intacta.
Más allá de los números, estas cartas revelan un lazo íntimo entre la humanidad y su guía espiritual. En un mundo cada vez más digital, los niños y los abuelos siguen apostando por el poder del papel como puente sagrado hacia el Vaticano.