La agencia difundió la noticia para todos los medios: impresos, auditivos y audiovisuales. Árida, fría, desalmada. Se trataba de expresar en dos palabras lo que para el corazón humano es doloroso. La cifra ha podido escribirse en número o como palabra. Se trataba, en dos palabras, de decir que doce soldados del ejército oficial de la república de Colombia, en un enfrentamiento con el ejército irregular, habían caído en combate, en la zona de la Majayura de la Goajira colombiana, doce soldados. En los ejércitos los alistados son siempre seres jóvenes; todos viviendo esa edad en la cual hay muchas ambiciones, muchos sueños, muchas ilusiones, pero ninguna experiencia. Son los días desorientadores de pensar en un camino, en una vía para la vida, en un medio que la sustente; en consolidar la relación con la muchacha de los sueños; con la hembra que dejó comprometida; con la madre de su primer hijo. En fin, hombres que alistados sirven a su país. Colombia vive una guerra intestina no declarada y la gente que está prestando el servicio es la víctima. Pero la noticia para la agencia es una mercancía que se circunscribe a vender descarnadamente de manera impactante su escueto contenido.
Fueron doce jóvenes hermanos de nacionalidad que perecieron inocentemente, aunque anduvieran en armas. En ellos, de seguro, la esperanza de la vida les animaba. Pero para la noticia como producto de mercado, no interesa para nada que en esas doce vidas perdidas animaran todos los fuegos y las energías de la juventud. Doce seres humanos que en la actividad de ser soldados perdieron el único tesoro que los pobres, en edad de amar la vida, en la inconsciencia de vivir, sentían esos deseos que proporciona la existencia de ser para estar. Pero estos soldados, doce para la estructura de la noticia, son cifras; eso es lo que importa. Jóvenes que, quizá, sin uniformes, librando su lucha por la existencia, jamás hubiesen servido para alimentar como materia prima de las agencias su próspero negocio. Esos doce soldados son únicamente que soldados; carecen de nombre, y si los tienen, que de seguro así es, carecen igualmente de interés para el oscuro negocio comercial. La república no llora, pero los familiares de esas doce almas, como los imagino en sus casas humildes, desgarrados de dolor les lloran mientras en sus sentimientos se manifiestan los sueños que para ellos esperanzadoramente abrigaban. La muerte como pérdida definitiva está al acecho de todos, nadie ya puede desconocerlo. Pero la vida es esperanza y la esperanza es el sustento vital de los sueños y con ellos de la existencia. Las generaciones contemporáneas, con intencionados propósitos han perfeccionado mecanismos para destruir los sentimientos. Ahora se puede titular descarnadamente: “doce soldados”, sin que nadie para nada sienta que lo hieren. Cuando, en realidad, de lo que se trata es de la reafirmación de la destrucción de los sentimientos
Lectura – Doce Soldados
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