“No es lo que tú tienes, sino como usas lo que tienes, lo que marca la diferencia” Zig Ziglar
El verdadero poder del emprendedor está en la capacidad de comunicar, persuadir y convencer. Comunicar significa sobretodo escuchar y comprender el punto de vista de otros. Diversas investigaciones demuestran cómo los empleados de las empresas se lamentan de superiores arrogantes, incapaces de escuchar o de mostrar confianza en los colaboradores o incluso al contrario emocionales e indecisos.
Un buen emprendedor, al contrario, es capaz de persuadir a otros con la fuerza de las propias ideas, pero sin arrogancia y con la flexibilidad necesaria para escuchar el punto de vista de los demás.
Por esto una cualidad fundamental para un buen emprendedor es la asertividad.
Ser asertivos significa ser capaz de dirigir la propia empresa de manera eficiente, sin recurrir a comportamientos autoritarios, transmitiendo a los propios interlocutores seguridad y confiabilidad.
Una actitud asertiva es directa y precisa: ser asertivo significa no vincular mucho nuestro trabajo a la aprobación de otros.
Buscar el ascenso a toda costa, sobretodo si nos mostramos indecisos llevará a resultados negativos.
La clave está en la capacidad de comprendernos a nosotros mismos y a los otros. No se trata de cualidades innatas, pero sí de capacidades a desarrollar que exigen tiempo y empeño.
El emprendedor debe ser sobretodo un líder, capaz de tomar decisiones, de manejar con seguridad la propia actividad, de motivar a los empleados y colaboradores.
Muchos son los estudios que han buscado analizar los modelos de liderazgo al interior de las organizaciones empresariales.
Según Likert, fundador y director del instituto de investigaciones sociales de la Universidad de Michigan y autor de importantes estudios sobre los temas de las organizaciones y de la gerencia; los estilos de dirección pueden ser representados con cuatro modelos teóricos.
El primer modelo es el estilo autoritario-explotador, en donde el comando es ejercido por el líder indiscutible. Las normas vienen fijadas de lo alto y aparecen inmutables , al menos hasta que un nuevo liderazgo no las rinda obsoletas. En estas organizaciones la innovación que parte de lo bajo es casi imposible, no permisible ni hipnotizable.
Un segundo estilo es aquel autoritario-benévolo (o paternalista): para ejercitar el poder el emprendedor tiene la obligación de buscar un consenso al menos aparente, además de esquivo e incierto.
El tercer estilo está definido como consultivo: en este caso la actividad decisional del emprendedor se legitima en la consulta a los empleados, incluso si después no es un hecho seguro que se tomen en cuenta las sugerencias recogidas.
El cuarto estilo es aquel participativo de grupo, que implica a los empleados, que debería obtener resultados óptimos para la empresa.
Definitivamente “una empresa que use el liderazgo participativo, será una organización que dará como resultado una elevada productividad, productos de alta calidad, bajos costos, un grado bajo de rotación e inasistencias, una elevada capacidad de adaptarse de modo eficiente a los cambios, un grado elevado de entusiasmo y de satisfacción por parte de los empleados, de los clientes y de los accionistas y buenas relaciones con el sindicato” Rensis Likert.