Sin amigos el hombre es un cavernícola en su oscuro mundo, aunque a veces es mejor estar solo que mal acompañado.
Cada quien tiene su carácter y determina en sí su modo de pensar y de sentir de una manera única y propia.
En la juventud se tienen compañeros, compinches, panas. Es con el tiempo que reconocemos el tesoro que tenemos en aquel amigo que nunca ha buscado adueñarse de nuestra voluntad que nos respeta y acepta tal cual somos que ríe con nosotros a carcajadas, nos da vida y nos hace creer que existen cosas buenas.