Las primeras bicicletas que llegaron a la ciudad de Barquisimeto causaron el natural asombro entre la gente, - y en algunos hasta pánico, argumentando que estos aparatos eran cosas del diablo-, pero no dejaban de ser una especie de juguete caro y aún desconocido por muchos.
Sería considerado para el momento como un acto de justicia «republicana» cuando en plena Guerra de Independencia, el Libertador Simón Bolívar confiscó bienes de interés para la nación, entre ellos la hacienda Ceiba Grande, administrada por el Erario Real.
“No te metas con ellos que son sagrados”, de allí surgió el nombre del temible cuerpo represivo del régimen dictatorial del general Juan Vicente Gómez, quienes luego se les identificó como “La Sagrada” y eran los custodios del Benemérito presidente.
El viejo general, ataviado con su uniforme de gala, exhibiendo la Orden de los Libertadores de Venezuela, creada por Simón Bolívar en octubre de 1813, para rendir tributo «y enaltecer las hazañas gloriosas de quienes se consagraron conscientemente al servicio incesante de la libertad y la justicia, combatiendo sin tregua, sin fatiga y sin desaliento a los opresores», llegó puntual a la cena de la Casa Blanca como invitado de honor del presidente de los Estados Unidos Millard Fillmore, banquete organizado para 36 personalidades entre jefes de Estado, primeros ministros, congresistas y representantes diplomáticos.
Un carruaje abierto escoltado por el mayor Robert Patterson y una guardia de honor formada por los Filadelfia Greys (También conocido como Cuerpo de Voluntarios de Infantería Ligera) llevaron al general José Antonio Páez, presidente de Venezuela ahora refugiado, hasta las puertas del Independence Hall el 2 de octubre de 1850. Una de las figuras militares más populares del momento había regresado para recibir una bienvenida oficial de la ciudad donde había llegado en el exilio diez semanas antes.