El cuarto voto jesuita

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Además de los votos de pobreza, castidad y obediencia comunes a todos los sacerdotes, los miembros de la congregación Sociedad de Jesús agregan el de la absoluta fidelidad al Papa. Pareciera este último voto innecesario por tácito, pero si revisamos los cismas y las conjuras que han existido contra el poder de los Papas este cuarto voto jesuita cobra una gran significación, convirtiendo a los jesuitas en un poder temible dentro de las duras confrontaciones que se libran en el interior de la Iglesia Católica.

Pero no se crea que para los obispos de Roma sea de gran comodidad tener un aliado de esta naturaleza, ya que si bien han sido sus alfiles, son de tal manera aguerridos en sus posiciones teóricas y sociales que han sufrido toda clase de persecuciones y exclusiones. Pongamos ejemplo que Voltaire, Diderot y Rosseau, dados a pugnacidades entre ellos coincidían en ver a los jesuitas como enemigos temibles debido a la fortaleza de sus posiciones teóricas y su incansable trabajo en educar al pueblo para convertirlo al catolicismo. Napoleón Bonaparte les temía y los odiaba, diciendo que los jesuitas no eran una congregación de religiosos sino un ejército implacable e intrépido.

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Y es que en verdad los jesuitas son la vanguardia intelectual del catolicismo, su educación es de altísimo rigor en filosofía, teología, historia y en un gran espectro de saberes humanistas, agregando el aprendizaje de varios idiomas ya que el mismo San Ignacio decía que un soldado de Jesús debía estar presto a misionar a cualquier parte del mundo cuando fuera requerida su presencia y por ello debía tener un dominio solvente de los idiomas más hablados por los diferentes pueblos.

Para no extendernos más en consideraciones sobre su presencia como católicos insertos dentro de la cotidianidad terrenal y su especialidad en adentrarse en las complejidades de los procesos sociopolíticos, leamos lo que dijo uno de los Papas mas ilustrados del siglo 20 Pablo VI. «Donde quiera que en la iglesia, incluso en los campos más difíciles o de primera línea, ha habido o hay confrontaciones: en los cruces de ideologías en las trincheras sociales, entre las exigencias del hombre y mensaje cristiano allí han estado y están los jesuitas».

Teniendo este contexto como marco podemos entonces valorar en su debida importancia la designación del Padre Arturo Sosa Abascal como Superior de la Orden Jesuita, para la cual no debe cabernos la menor duda tuvo influencia Francisco, primer jesuita en la historia que llega a ser Papa. Muchísimos santos pero ningún Papa en esta congregación, hasta ahora. Y si al Superior de los jesuitas se le llamaba el Papa Negro por su inmenso poder dentro del mundo católico, imaginemos cuanto poder no tendrá Arturo Sosa como uno de los hombres de extrema confianza del Papa, los dos sudamericanos. Para completar el Papa acaba de elevar a Baltazar Porras como Cardenal.

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