Del Guaire al Turbio – Por las calles de Roma

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Un papa iberoamericano de nacimiento, aunque italiano de estirpe, acaba de completar su visita como Sumo Pontífice al continente que lo vio nacer. Si Brasil fue el país privilegiado por esta gracia, no hay dudas de que durante esa semana en el vasto territorio del Amazonas, Francisco estuvo también, profundamente, en el corazón de toda América. Lo hemos seguido con admiración, emoción, inmenso cariño y no menos asombro: el papa argentino rompe todas las reglas.
Aquel pequeño automóvil que lo trasladó al llegar, en un momento dado por una vía estrecha y entre autobuses estacionados, atascado como en cualquier cola del tránsito caraqueño, nos puso el alma en vilo, ¡y cómo se sentirían los guardias de seguridad que vinieron con él desde el Vaticano! Reconozco que no tuve el valor de seguir viendo, cambié de canal. Al fin llegó al papamóvil, ¡pero a uno descubierto por los lados! Así lo quiso. En el vuelo de regreso a Roma, cuando los periodistas le preguntaron por esta decisión, contestó: “La seguridad es confiar en un pueblo”. Y yo agrego: y estar absolutamente entregado en las manos de Dios.
Francisco, suspendido sobre el Atlántico, en el mismo largo trayecto de días antes pero a la inversa, volvió a hacer lo mismo: ir a conversar informalmente con los periodistas y, por supuesto, lo cosieron a preguntas. Algunos pensaron, quizás, que con orgullosa impertinencia periodística, le estaban haciendo preguntas difíciles, indiscretas. Se equivocaron, con este papa no hay preguntas impertinentes, indiscretas ni difíciles: ¡las contesta todas impávidamente, sin que se le altere un músculo de la cara! Veamos algunos ejemplos del interrogatorio dentro de la noche y sobre el océano.
Cuando una periodista le preguntó por qué no se había referido a las reciente leyes del Brasil que aprueban el aborto y el matrimonio entre personas del mismo sexo, contestó: «La Iglesia se ha expresado ya perfectamente sobre eso, (…) tampoco hablé sobre la estafa, la mentira u otras cosas sobre las cuales la Iglesia tiene una doctrina clara. No era necesario hablar de eso, sino de las cosas positivas que abren camino a los chicos. Además, los jóvenes saben perfectamente cuál es la postura de la Iglesia».
Insistieron en lo de la homosexualidad y lo del lobby gay, contestó sin evasivas: «Si una persona es gay y busca al Señor y tiene buena voluntad, ¿quién soy yo para criticarlo? (…) Se escribe mucho del lobby gay. Todavía no me he encontrado con ninguno que me dé el carné de identidad en El Vaticano donde lo diga. Dicen que los hay. Cuando uno se encuentra con una persona así, debe distinguir entre el hecho de ser gay del hecho de hacer lobby, porque ningún lobby es bueno».
Transparente su contestación al cuestionamiento sobre los supuestos escándalos en la Curia romana: «Hay santos en la Curia. Aunque también hay alguno que no es tan santo. Y esos son los que hacen más ruido. Ya sabéis que hace más ruido un árbol que cae que un bosque que crece. Y me duelen esas cosas. (…) tenemos este monseñor en prisión, creo que aún sigue en prisión, y no ha ido a la cárcel porque se pareciera precisamente a la beata Imelda…”
¿Y en cuanto al sacerdocio femenino? Contundente: «Esa puerta está cerrada». Sin embargo, dijo que «la Iglesia es femenina» y las mujeres deben ocupar en ésta espacios más allá de los habituales.
Pero Francisco es tremendamente humano y aunque se siente feliz siendo papa porque cumple la voluntad de Dios, tiene una nostalgia y con toda sencillez lo dice: “… me gusta andar por las calles, me gustaba tanto y en ese sentido me siento un poco enjaulado (…) los de la Gendarmería vaticana son buenos (…) yo les estoy agradecido. Ahora me dejan hacer algunas cuantas cosas más, pero es su deber garantizar la seguridad (…) me gusta andar por la calle, pero entiendo que no es posible (…) como decimos en Buenos Aires, yo era un sacerdote callejero (…) ¿Usted sabe la de veces que he tenido ganas de pasear por las calles de Roma?

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