Planteamientos – Hacia una cultura de paz

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Todo esfuerzo o iniciativa que convoque a una reflexión alrededor de la necesidad de construir la Paz, nunca será en vano porque el propósito conlleva la noble finalidad de preservar a la humanidad y al mundo que habitamos de la violencia, con todas las consecuencias que ella acarrea.

M. Ghandi, uno de los mundialmente reconocidos cultores de la Paz, tanto en sus prédicas como en su actitud, cuestión que lo hace digno de mayor estatura moral, legó a la posteridad una enseñanza valiosa: “No hay caminos para la Paz, la Paz es el camino”. Además de procurar la acción con pasos ciertos hacia su concreción real (Al estilo poético de A. Machado, en Caminante no hay camino), se trata de una visión de la filosofía oriental que se tornó casi irreconciliable con la filosofía occidental soportada en otros valores, por obra y gracia de los cultores de la violencia.

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Ayer y siempre han existido líderes mundiales que no cesan de practicar la hipocresía y hacen de la Paz un negocio para satisfacer sus intereses y los del poder sobre el cual cimentan su hegemonía y afán destructivo del planeta, sin importarles para nada la vida. Alimentan una cultura de la violencia a expensas de satisfacer sus necesidades presentes hipotecando el futuro de las próximas generaciones, al margen de las tesis del Desarrollo Humano y su referente paradigmático: la “Filosofía de la Sustentabilidad”.

Donald Trump, presidente de los EEUU, en su reciente visita al Medio Oriente conversó con árabes, palestinos e israelíes. Obviamente, el tema de la Paz generó muchas expectativas. Pero no concretó acuerdo ni propuesta alguna. El éxito de su peregrinación – en lenguaje cristiano – se tradujo en una venta de armas al gobierno saudí por más de 110 mil millones de dólares. Un negocio redondo a expensas de la Paz, a juzgar por los contratos a futuro.

El brutal lema que ha presidido el desarrollo de nuestra civilización continúa impulsando el pragmatismo y los negocios: si quieres la paz, prepárate para la guerra. Agréguele usted la máxima de Maquiavelo: el fin justifica los medios y tendremos algunas pistas para entender el problema. J. Galtung, autor de Estudios para la Paz y Teoría del Conflicto, propone un giro epistemológico: “Si quieres la paz, prepárate para la paz”.

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En la Venezuela de hoy, no es dotando de armas a las milicias oficialistas (confieso que al escribir el término no puedo evitar recordar el himno de AD); ni con equipos sofisticados y costosos a la resistencia de la oposición (comparo la imagen del rostro femenino, hermoso, de las jóvenes manifestantes pacíficas con las máscaras y escudos de los vándalos e incendiarios) como lograremos evitar más derramamiento de sangre, destrucción de bienes públicos y privados, para construir una Cultura de Paz. El conflicto es permanente y hay que aprehender a convivir con él.

La experiencia de Medellín es aleccionadora. Educar para la Paz puede representar un exordio para llenar los vacíos de espiritualidad y las carencias de sensibilidad en el alma de quienes son indiferentes al dolor y al sufrimiento y se regodean con el odio y la muerte que producen en los demás.

El Consejo Consultivo de la Ciudad de Barquisimeto ha retomado su agenda con la discusión acerca de la Cultura de Paz. ¡Enhorabuena!

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