Planteamientos: Elefante muerto, Rey caído

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No nos equivoquemos. La dulce y grande bestia de la selva
no es el clown, sino el padre, el padre en la luz verde,
es el antiguo y puro progenitor terrestre. (Pablo Neruda, Oda al Elefante).

Una imagen fotográfica revela el éxito de la operación a la cual fue sometido el monarca luego de la cada física que le produjera la fractura de la cadera, su recuperación y el mea culpa pronunciado a la salida de la Clínica San José, en Madrid: «Lo siento mucho. Me he equivocado. No volverá a ocurrir».

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En contraste, la otra imagen donde aparece risueño, feliz, posando como los cazadores que exhiben sus grandes trofeos, en su caso: un elefante muerto. Lejos estaba de imaginar las consecuencias que se derivarían del «hobby real».
Las críticas se entrelazan desde la perspectiva amplia de lo que significa la defensa de la democracia, en todos sus contenidos, como sistema político, y los esfuerzos por su consolidación en el ámbito mundial, por un lado; y, por el otro, la loable tarea global de luchar por la supervivencia de las especies y del paneta, ya iniciado el siglo XXI. Desde una atalaya de tal naturaleza, no hay concesión posible ni relativismo alguno que lo justifique. Los sucesos descorren el velo de lo que podríamos considerar la otra caída, para desgracia del Rey: Ser protagonista de una aberración doble: los privilegios de la monarquía española y la cacería de elefantes.
Si el prestigio, la responsabilidad y popularidad de la monarquía tuviese que medirse en función de la actuación pública de Juan Carlos I, valdría acotar que en los últimos años la actuación del Rey y de los integrantes de la Casa Real española ha contribuido a minar y debilitar la majestad y credibilidad de una institución, vista en retrospectiva, en decadencia. El acuerdo y la complicidad entre el bipartidismo español y otros sectores como la iglesia, le han permitido mantenerse en pié, por obra y gracia del franquismo y de la Constitución de 1978.
De la afición de Su Majestad por la cacería mayor, las agencias de noticias registraron su visita privada a la región rusa de Vologda, en agosto de 2010, donde se le organizó una cacería y terminó dando muerte a un oso llamado Mitrofan, criado en la aldea de Novianski, que fue emborrachado y abandonado en campo abierto para que el Rey, diera rienda suelta a su afición. Europeos, rusos y españoles, dejaron oír su voz de protesta.
El caso Urgandarin mostró que los integrantes de la Casa Real no son inmunes a la corrupción. Se calcula que a través de la Fundación Príncipe de Girona, se ponían en juego más de 100 millones de euros, hecho notorio y público ante la mirada de los españoles, quienes no dudan de la intervención del Rey y de la infanta Cristina, a favor del imputado Iñaki.
De los privilegios que constitucionalmente goza el Rey, partidos de izquierda y movimientos antimonárquicos, han hecho sus banderas de protesta por considerarlos ilegítimos y contrarios a la igualdad ciudadana. Han cuestionado abiertamente la conducta de la Casa Real; solicitado el control parlamentario de sus actos como Jefe de Estado y símbolo de la nación; y demandado un referéndum.
En la acera de enfrente, tanto el PSOE como el PP, han bloqueado las iniciativas legislativas para establecer la obligatoriedad de la rendición de cuentas, la transparencia en el manejo de los fondos y de una información que debería ser del dominio público. Luego del arrepentimiento público del monarca, el diario El Mundo, tituló su editorial: «La humildad es grandeza»; los partidarios de la monarquía calificaron de «inapropiada» e «inoportuna» la cacería; y el presidente Rajoy, viendo hacia otro lado, declaró que el Rey es el más firme defensor de la comunidad de países iberoamericanos, es el mejor embajador de España.
Por si fuera poco, la caída en desgracia del Rey da pié a la tesis de que lo más conveniente es abdicar a favor del príncipe heredero Felipe de Borbón, pese al hecho de considerarse su matrimonio como morganático o desigual, porque las leyes de sucesión monárquica prohíben que los reyes e infantes desposen a personas con «inferior condición», como es el caso de Leticia Ortíz, periodista, divorciada y sin vínculos con ningún rey ni ninguna dinastía, según señalan especialistas en el tema. Pero, ese capítulo igual puede o no, escribirse.

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