Luis Herrera y España

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Ayer se cumplieron ochenta y siete años del nacimiento en Acarigua de Luis Herrera Campíns.

Como el destino tiene sus curiosos caprichos, el jueves 3, víspera de su cumpleaños, presenté en Santiago de Compostela la biografía suya que escribí y ahora lo haré en Madrid, en cuyo acto participará José Manuel Romay Beccaría, hombre público gallego de transparente trayectoria que conoció al biografiado durante sus estudios universitarios compostelanos. En Barquisimeto, si Dios quiere, la presentación será el 24 de este mes y en su natal Acarigua, en el vecino y entrañable Portuguesa, al día siguiente. Ando pues, en España y desde aquí les saludo.

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“Nadie puede presumir de hablar bien la lengua española, mientras no pueda leer a Quevedo sin diccionario”. Eso pensaba y decía Herrera Campíns. Cultor del idioma con esmero. Del discurso al refrán, del artículo de prensa y el ensayo, al humorismo inteligente. Es el castellano un tesoro de la cultura que hemos heredado y, Andrés Bello mediante, enriquecido. La verdad es que España, su historia, sus pueblos, su cultura diversa y rica, tuvieron una presencia potente en la vida y la formación de quien fue luchador político, periodista, parlamentario y Presidente de nuestro país, con una gestión polémica en su tiempo, se abrían paso cambios inevitables, pero que con el tiempo puede ser vista con más sosiego y, por lo tanto, con más proximidad a la justicia.

Su grado de Abogado ocurre en la Universidad de Santiago de Compostela. Por su liderazgo en la huelga universitaria de 1952 había sido apresado durante seis meses en la Cárcel Modelo de Caracas y expulsado del país cuando comenzaba el quinto año de Derecho. Exilado, primero en Bogotá y luego en España, cuya vida barata ofrecía hospitalidad a extranjeros pobres como él, y consiguió el cupo gracias a la ayuda de Don Camilo Barcia Tréllez, catedrático asturiano de Derecho Internacional, a quien contactó José Luis Zapata, también expatriado forzosamente, quien había llegado primero a España y procuró una oportunidad en la ilustre casa de estudios gallega, estimulado por Ambrosio Perera, quien a la sazón era Cónsul de Venezuela en la Coruña. “Conocí a España antes de la Coca-cola” contaba para ilustrar cuan diferente era el país de entonces. Allí fundó TIELA, periódico de los desterrados venezolanos en Europa que entraba clandestinamente a Venezuela en el equipaje del diestro César Girón, una gloria nacional que brilló en los ruedos ibéricos.

Como la de varias generaciones de barquisimetanos y barquisimetidos, su primera formación había tenido la impronta del Hermano Gaudencio Eloy, de la congregación de los Hermanos de La Salle.Castellano venido a América, oriundo de Santillán de La Vega, aldea en la provincia de Palencia, en Castilla La Vieja. Era un maestro natural, vocacional. Podríamos decir que un maestro en estado puro que había nacido para enseñar en el aula y en la vida y lo hizo en varios países de Iberoamérica. Lo introdujo en la inquietud social y el compromiso cívico y le vacunó para siempre contra la indiferencia. Fundó Vanguardia, la asociación juvenil en la que muchos dimos nuestros primeros pasos hacia una comprensión humanista cristiana de la persona y del mundo. También lo influyeron el Hermano Basilio y su Centro Científico y Cultural cuyo lema es “A la luz por el trabajo”.

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Los Hermanos vuelven a aparecer en su biografía, cuando para burlar la censura estricta de la dictadura venezolana, las cartas que le escribían, a él y a los otros venezolanos en España, se le dirigían al Hermano Máximo Angel, y dentro iba el sobre verdadero para su destinatario real.
Cuando viajó de Barquisimeto a Caracas para entrar en la Universidad Central, en su formación, como en la de muchos otros jóvenes de su época influyó decisivamente el vasco Manuel Aguirre Elorriaga, jesuita, fundador del Círculo Obrero de Caracas, de sindicatos, de la Escuela de Servicio Social, del Instituto Nacional de Estudios Sociales y de la revista SIC, que aún es una referencia intelectual entre nosotros.

Su presidencia coincidió con la transición española a la democracia y la jefatura del gobierno de Adolfo Suárez, con quien trabó una muy buena relación personal. También con el President de la Generalitat Jordi Pujol y el Lehendakari Carlos Garaicoechea. Por esa España plural, fértil en tradiciones y abierta a cambios, siempre tuvo Herrera afecto especialísimo y afinidad. Así que a los numerosos larenses originarios de los pueblos de España, dedico esta nota.

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