LA LECTURA

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 Para que haya lectura debe haber lectores. Esta relación de un ente activo con la acción progresiva de leer no es casual. Debe tenerse como principio para que la lectura sea posible. ¿Quiénes debemos dirigir las intenciones de crear lectores? No debe ser orientado, como sucede siempre, a los que ya pertenecen a ese mundo maravilloso de la lectura. Hasta el presente, las campañas en el sentido de crear nuevos lectores se hacen para aquellos que ya leen y son lectores. Las campañas tienen lugar en los medios educativos o por los medios. De modo que se llueve sobre mojado porque más allá del aula y más allá del alcance de cualquier medio, hay muchísima gente a los cuales la acción de esas campañas no les toca. Don Miguel de Cervantes, en su momento, y tal vez, debido a condiciones económicas, porque, en realidad, venía de noble cuna, es decir: gozaba del privilegio de la pureza de sangre, no recibió una formal educación. Pero este joven aventurero, desde los años de la inquietante energía de su juventud, puso gran interés en la lectura. Leyó las novelas de caballería que fueron la sensación del momento; leyó novelas pastoriles y mucha poesía de entonces. La biblioteca que leía el Quijote y que el cura y el barbero hubieron de quemar, es el mejor testimonio que se tiene de su afición a la lectura. Pero destacaba en él este interés. Cuánto despreciado papel, como lazarillos vagabundos, empujados por el viento, rodaban por los drenajes de aquellas calles medievales en el naciente renacimiento español, él los recogía para leerlos. Lo que demuestra que hay que crear el interés por la lectura.

¿Por qué no se toma el modelo de los políticos para hacer campaña por la lectura? Los políticos en época de elecciones no hay barrio ni casa que no visiten en su interés de ganar adeptos, en su manifiesto ambición por los votos. Pues bien, organícese una campaña para captar nuevos lectores. Váyase de casa en casa, convérsese con la gente que las habitan, capte la atención de los oyentes, déjele como regalo, por lo menos, dos libros, prométales que en un tiempo prudencial: un mes, puede ser, volverá a visitarle para conocer cómo marcha el interés por la lectura. Cuando regrese, después del mes, por ejemplo, converse con los aprendices de lectores; ¡anímelos! ¡Ayúdelos! Entusiásmelos dejándoles dos nuevos libros y ofrézcales que continuará viniendo para ayudarlo en su progreso. Insista hasta que consiga despertar su pasión por la lectura. Es, quizá, el mejor regalo que se le pueda entregar como regalo a un ciudadano al cual las campañas de la lectura no le legan nunca. La gente que habrá de trabajar en este oficio de hacer lectores debe ser entrenada muy bien. Deben destinarse buenos recursos para conseguir el objetivo. A esta campaña debe dársele un nombre de acción. Como por ejemplo: «Caballeros de la Lectura». Pero {esto no es lo más importante; lo importante es el método, y, sobre todo, los resultados. ¡Qué tal!

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