“¿Dónde está el amor?… Alguien se lo robó…”

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 El domingo 10 de junio fui una de los afortunadísimos que asistió al concierto de Franco De Vita en la Universidad Metropolitana. ¡Qué maravilloso artista! ¡Qué tremendo espectáculo! Y sobre todo ¡qué buena vibra!

La mágica voz y el encanto de Super Franco, junto a miles de voces que coreamos sus canciones me hizo pensar en aquella Venezuela maravillosa en la que crecí, la Venezuela donde los sueños se hacían realidad, la Venezuela donde el ascenso social era fruto del trabajo, la Venezuela parejera y abierta, la Venezuela en la que inmigrantes venidos de todas partes del mundo encontraban puertas abiertas para integrarse y prosperar. La familia De Vita fue una de esas familias que vino en busca de un sueño: inmigraron a Venezuela, regresaron a Italia cuando el cantante tenía 3 años y se devolvieron a Venezuela cuando éste ya tenía 13. Aquí creció y se formó. Aquí tuvo sus primeros éxitos. De aquí saltó a la fama mundial. Y a pesar de que tiene un nombre muy italiano, Franco De Vita es venezolano y nos llena de mucho orgullo verlo arrasando en todo el mundo.

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Por más de dos horas nos permitimos soñar que estábamos en otra Venezuela. En una Venezuela distinta y distante… en una Venezuela donde todos podíamos cantar juntos y cada voz era importante para que la canción resultara maravillosa. En una Venezuela en la que cantaron junto a Franco De Vita talentosísimos cantantes venidos de lugares tan distintos como Maracay, Costa Rica España, porque en el escenario cupieron todos. En una Venezuela en la que no había ni siquiera que preguntarse dónde estaba el amor porque el amor estaba en el aire…

¡Pero hoy todo es diferente! ¡Cuánto hemos cambiado! La canción «¿Dónde está el amor?» refleja esa metamorfosis que hemos sufrido en Venezuela, ese salto abrupto y doloroso hacia un país dividido:

«Que no me falte la palabra ni el valor, para poder decirte lo que pienso,

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ni una grieta para que puedas mirar un corazón que no tiene descanso…

y un mar que se propone hacerse cada vez mayor… y un cielo que se nubla y se llena de rencor … y todo se define dependiendo de un color.

Y ¿dónde esta el amor

que ya se me olvidó?

Que no me falte la memoria pa´ contar

lo visto y lo que estamos viendo ahora

ni garganta si es que tengo que gritar

y que la libertad no vende sueños

¡Ay! que no me falte el aire cuando tenga que volver

que no me arranquen de raiz que solo se nace una vez

y a ver si tengo suerte que en algo hay que creer

Y ¿dónde esta el amor

que ya se me olvidó?

Que no me falte el aire cuando tenga que volver

que no me arranquen de raiz que solo se nace una vez

y a ver si tengo suerte que en algo hay que creer

Y ¿dónde esta el amor

que ya se me olvidó?

Y ¿dónde esta el amor?

Alguien se lo robó

Y ¿dónde esta el amor

que ya se me olvidó?

Lo que hemos visto y lo que estamos viendo… ¿qué nos falta por ver?… ¿qué nos falta por sufrir?… ¿qué nos falta por llorar? ¡Y todo por un hombre cuyo resentimiento hacia unos pocos -traducido en odio recalcitrante- nos está lanzando por el barranco a todos!

La canción dice que «en algo hay que creer»… ¡pero cuán difícil se nos hace creer! En la Venezuela de hoy todos desconfiamos de todo y de todos. No se puede vivir así.

«…Y que la libertad no vende sueños».

Sueños nos regaló esa noche Franco De Vita. Porque lo que movió y conmovió a los asistentes a su concierto fue el amor.

La canción finaliza diciendo:

«¿Y dónde esta el amor?

¡Alguien se lo robó!»…

¡Yo sé quién se lo robó! ¡Hay un camino para recuperarlo!…

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