#Opinión: Assange el Robin Hood de la posmodernidad Por: Juandemaro Querales

El haberse refugiado en la Embajada de Ecuador en Londres, Julián Assange ha avivado los enfrentamientos y solidaridades entre una potencia como Inglaterra versus un cyberpirata famoso aliado con un gobernante deseoso de estar siempre en el foco de atención mundial: Rafael Correa.
La indiscreción del soldado Bradley Maning al revelar la clave al pirata informático, poniendo a disposición del mundo las interioridades de la diplomacia de Estados Unidos, en especial el desempeño de sus tropas en Irak y Afganistan. Más de 250 mil documentos clasificados fueron publicados en cinco diarios de los principales países del mundo, a través de una empresa  creada para este fin por Assange: Wikileasks.
Para Estados Unidos los delitos informáticos cometidos en Wikileaks, al revelar aspectos sensibles a su seguridad nacional, constituyen un acto de espionaje que se paga con la pena capital: la muerte. Las revelaciones de detalles fútiles de la vida de los amos del poder en las periferias atrasadas, dieron paso a verdaderas revoluciones, en partes del mundo consideradas espacios cerrados a la modernidad, como la media luna árabe y Latinoamérica.
El juicio que se le sigue a Assange en el Reino Unido por abuso sexual cometido en Suecia, llevó a la justicia inglesa a decidir su extradición; un delito civil se ha convertido en una pelea entre el mundo industrializado y la periferia atrasada; como producto del asilo político concedido por Ecuador, circunstancia que está siendo aprovechada por el hábil y astuto Rafael Correa, deseoso por quitarse la mala fama de perseguir  y atentar contra los medios de comunicación en su país.
Los argumentos de Rafael Correa sobre el Derecho de Asilo y la defensa de los Derechos Humanos contrasta con leyes inglesas y el patrón de la política exterior europea de intervenir las sedes diplomáticas; han servido de excusa al Ecuador para exigirle a la comunidad mundial, en especial a la latinoamericana, a cerrar filas alrededor de un pequeño país que defiende su integridad y su soberanía, frente  a una potencia que se comporta como la Inglaterra victoriana del siglo XIX.
Julián Assange ha sabido explotar hábilmente su difícil situación transformando un delito corriente, en un enfrentamiento entre sociedades postmodernas, contra una especial que se caracteriza por su rezago en todos los órdenes, pugnacidad que se mide en aspectos de la informática y la comunicación. El mérito de Assange al poner a disposición del público, el voyerismo del “gran hermano”, espiando sobre detalles nimios de alcoba y los gustos frívolos, de aquellas castas de déspotas y genízaros que oprimen a más de la mitad del planeta, casualmente por la voluntad de los jerarcas de las sociedades industrializadas: Ben Alí, Gadaffi, Mubaraf, Nestor y Cristina Kishner y ahora Al Assad.
Rafael Correa dentro de su gran olfato para cazar peleas y mantenerse como las celebridades de Hollywood, aprovecha esta coyuntura llevado un poco por intereses personales; una elección en puerta, la enfermedad de su mentor Hugo Chávez, lo que lo obligó a abandonar la farándula internacional, la mala ajunta de los hermanos Castro, pero en especial esto  viene como anillo al dedo para quitarse ese tufo que traspira en su papel de enemigo acérrimo de los medios de comunicación en su país. El juicio al diario “El Universo” de Guayaquil y obligando a sus dueños a resarcir el delito de difamación con una fuerte suma de dinero, que representa el doble del capital de la empresa, también “El Comercio” de Quito  puede dar de su proceder con saña contra el rotativo.
El juicio de Julián Assange apenas comienza, para el Ecuador su apuesta por el pirata informático le ha dado buenos resultados, ya ha conseguido el pronunciamiento de organismos regionales como Unasur y el ALBA, comunidades que se han solidarizado con su defensa de una institución en Latinoamérica como el Derecho de Asilo. Por unanimidad este continente y sus mecanismos de negociaciones diplomáticas han instado al Reino Unido a entablar negociaciones, acción de consenso que se erige en un verdadero triunfo de Latinoamérica y Rafael Correa.
Mientras tanto el mejor juez del mundo el español Baltazar Garzón, lleva el caso en los estrados ingleses, para evitar la extradición de Assange y de paso disipar el miedo de ser enviado a Suecia, por existir el temor de que esta nación escandinava rompa su largo historial de honradez y pulcritud en la aplicación del derecho, y lo extradite a un tercer país como Estados Unidos que también lo reclama, y estarán felices de tenerlo en su poder en la cárcel de Guantánamo para condenarlo a la pena de muerte.