#Opinión: Macario, la integridad ética Por: Francisco Cañizález Verde

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No sin sorpresa, salen a la luz un cúmulo de falsedades y de hechos ficticios, que proyectan escenas de la República agraria y pastoril. En el tiempo que transitamos, quienes dirigen este cínico sainete, tienen el propósito fijo de cercenar la unidad monolítica de la oposición democrática y el libre desplazamiento de la candidatura presidencial de Henrique Capriles Randonski, que goza de mayoritario respaldo en los sectores progresistas de la opinión nacional. Es un empeño demoledor y un funesto afán, donde actúan en contubernio alevoso, políticos desplazados y excluidos del debate de altura y algunos arcabuceros del socialismo del Siglo XXI, organización sedicente de esquilmada filiación. Como bien se sabe, basado en un afirmativo criterio de modernidad, toda estirpe de socialismo letal, se desbarató estrepitosamente, sumida, sin pena ni gloria, a la destrucción del muro de Berlín Oriental, circunstancia que propicia, una política más avanzada y justa, signo y emblema de los nuevos tiempos.
Es despreciable y vil esta insólita campaña, donde políticos de viejo cuño, suerte de corifeos de barata ralea, en pacto de oprobio con testaferros de este régimen transitorio, han urdido deleznables tretas, para vulnerar la opción presidencial de la oposición, que por su investidura civilista y respaldo popular, es una imbatible carta de seguro triunfo comicial garantizado por su bien planificado programa de gobierno, lo diáfano de su mensaje y lo inédito de su campaña promocional y su rango de sólido ancestro civil.
Estas virtudes paradigmáticas, unidas a las seguras posibilidades de triunfo inconfundible y seguro, han dado pié, para el desbarajuste y la soberbia inquina, de esta barahúnda de choque, donde han echado sus perversas suertes: el cinismo servil de unos y la paranoia de rencor de los otros.
Llega a tal punto este maquinador empeño, que demuestran capacidad de recurrir al más vituperable proceder, con tal de dar satisfacción a sus aviesos desafueros, y no paran mientes, ni hay obstáculos que los paralice y contenga, como lo revela este vejamen inaceptable. Se comprueba por inobjetables detalles y diáfanos testimonios que el doctor David de Lima, no tuvo el más mínimo comedimiento en hacer uso de su cordial relación amistosa con el doctor Macario González, forjada desde una vida estudial, colmada de múltiples y felices augurios, digna de mejor causa  y prevalido del aprecio de antaño, sin reparo en ningún respeto y consideración, no vaciló en invitarlo a participar en la farsa en marcha y lanzarle de paso, la desacreditada “compra de conciencia”. Olvidaba este traficante de impudicia, que Macario es honesto y meritorio político y un hombre público de decorosa trayectoria, que ipso facto, respondería a su desventurada zalema, con airado reproche a tan misérrima oferta, portadora de un infame y cínico intento de soborno.
Macario, queda una vez más refrendado por lo irrevocable de los hechos, es un luchador democrático, formado a la altura de su responsabilidad y a la medida de su capacidad. No se desliga del nexo que lo ata al bien común, a su mundo de ideas y principios y requerimientos impostergables de la comunidad, en la que interactúa ordinariamente. Es un político técnicamente experto y moralmente libre, apto para la vida y el ejercicio de la democracia. Entiende la democracia, como el único sistema político susceptible de absoluta libertad.
Es un dirigente político, capaz para la tolerancia y responsable para la libertad. Disciplinadamente dotado, para el civilizado contraste de ideas, valores y principios, donde la conciencia cívica del hombre de estado se forma en las fuentes del razonamiento y en acción permanente, afirmar la institucionalidad contra el personalismo y como un combate inaplazable de nuestra generación y nuestro tiempo, conducir la marcha del pueblo, hacia la solidaridad social y la unidad nacional.
Considero positivo y necesario, señalar esta arraigada convicción: no hay poder humano sobre la tierra, capaz de hacer desgraciado a un hombre de bien y Macario lo es de esta categoría, en toda la exactitud de la palabra.
Finalizando esta columna, percibo de lejos, vagas notas de volandera canción, tal vez en compas de tango, o nostálgico merengue, que en amalgama de tiempo y lejanía, me arremansan en la memoria, aquel mordaz y roquetero estribillo:
Si cambalaches buscares,
unos son señores
y otros son bribones.
¡Nada crece y prospera, sino crece y prospera en la virtud!

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