#Opinión: El compromiso Autor: Exequíades Chirinos

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Cuando transitamos por la segunda década del siglo XXI sorprende que en un país con tradición democrática como Venezuela se asome la posibilidad de heredar el poder, al perverso estilo de las monarquías o las dictaduras.
Provoca escozor esa idea de nombrar un heredero, tal como anunció el presidente Hugo Chávez con relación a Nicolás Maduro, el ungido.
Venezuela dista mucho de ser la Cuba de los Castro donde, después de 50 años de oscuridad y atraso, Fidel cede el gobierno a su hermano Raúl. Ni mucho menos es una Corea del Norte, país dominado por la dinastía Kim Jong, autonombrados -padre e hijo- “presidente eterno”.
La mención de designar un sucesor contrasta con el espíritu de elección democrática que siempre ha caracterizado al hombre venezolano, de ahí que produce un verdadero choque con el pensamiento venezolanísta.
Dos conceptos se contraponen en la actualidad: imposición (sucesión) y elección (participación), apuntalado, el primero, desde toda instancia de gobierno, en razón de que la totalidad de los candidatos del oficialismo a las gobernaciones fueron designados a dedo por el Presidente y 13 aspirantes pertenecen al ala militar.
Es la más pura imposición, evidentemente de signo autoritario, en una instancia de gobierno regional y está perfectamente asociada al concepto de herencia gubernamental contenido en la designación anticipada de Nicolás Maduro, alfil del Presidente.
En esta dramática hora es importante recordar que antes del actual periodo gubernamental caracterizado por eterna reelección presidencial, Venezuela combatió el autoritarismo en América Latina y contribuyó a consolidar la democracia.
La nación era ejemplo y símbolo de país de amplias libertades en Latinoamérica al punto que en esa noble tarea murió el Canciller venezolano Arístides Calvani, quien viajaba a El Salvador para cooperar con la paz del país centroamericano.
Ahora dista mucho de ser esa nación porque los caminos del poder conducen a la imposición y a la sucesión presidencial, siendo el ejercicio del voto la única forma de atajar tales pretensiones, de detener la ola de arbitrariedades.
El compromiso de quienes creemos en la democracia como sistema de libertades descansa en participar en las próximas elecciones regionales de gobernadores para apoyar a los candidatos electos en primarias o mediante el consenso en la Mesa de la Unidad Democrática.
Son candidatos de origen popular porque no fueron impuestos ni son herederos de nadie sino verdaderos postulantes comprometidos con sus regiones. Creen en la descentralización y rechazan el Socialismo porque ese sistema político es atraso, pobreza, supresión de libertades.
Como elector zuliano, votaré por Pablo Pérez para proveer al Zulia de un gobernante comprometido con los intereses del estado. Es un hombre de palabra e incapaz de traicionar al Zulia, como lo ha demostrado.
Su visión se inscribe dentro de una real política de inclusión y de respeto ciudadano. Mi voto servirá para reelegirlo pero, a su vez, para combatir la política de imposición y los perversos aires de dinastía que soplan en la escena política venezolana. Ese es mi compromiso.

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