Del Guaire al Turbio – De ética y de éstética

Que el Pírrico Írrito haya presentado al Papa esa señora y que El Nacional ponga en la leyenda de la foto de su primera página los términos de “compañera de vida”, me parece todo de muy mal gusto, un error de ética y de estética. Como católica venezolana me siento ofendida. Me parece necesario y elegante al menos guardar las formas, para eso es buena consejera la virtud de la prudencia, pero en este triste caso se ha prescindido totalmente de ella.
Cada vez me acuerdo más del tango “Cambalache”, es de una vigencia total, ¿no pasará nunca de moda? Parece que no, el mundo sigue girando en su locura de falta de principios. Empecemos por eso que apunté de ética y estética. En ausencia de una podríamos conformarnos con la otra, aunque para mí, la identidad del sufijo de estas dos palabras tiene una razón más profunda que la simple de su semejanza externa.
La ética debe tener por compañía la estética y viceversa: la estética debe responder a una ética. Por esta incongruencia entre ambas vemos como la moda arrastra en su impudicia a quienes físicamente les queda muy mal.
En Venezuela tenemos un alarmante incremento de la obesidad en la gente joven y adulta. Nunca antes vimos tantos gordos en la calle, ellos y ellas. Esto se debe en gran arte a la mala alimentación por carencia de recursos: se come lo más barato pero que quita el hambre, esto es, los carbohidratos. Lo más triste es que generalmente los rollizos están muy mal vestidos: llevan, según la moda, ropa muy apretada, que si en las personas bien formadas conduce a una inmoral provocación por el resalte de las bellas formas, en ellos es sólo una vergonzosa y antiestética exhibición de barrigas y rollos. Hay señoras que uno no sabe si están entrando o saliendo del vestido, porque tienen a la vista bastante superficie de lo que debería estar cubierto. Hay señores con tales panzas forradas que parecen a punto de dar a luz y habría que correr a la prensa para dar cuenta del extraordinario fenómeno. No, señores y señoras: se les olvidó la ética, pero conserven al menos la estética. Si me duele el adiós a la ética que esta sociedad ha dado, como mujer sensible al arte y la belleza, me ofende la ignorancia de la estética. Las dos juntas, perfecto, pero al menos la una o la otra.
Me preocupa lo cursi. ¿Los regalos para el Sumo Pontífice qué procedencia y valor artístico tendrán? El retrato de Bolívar, ¿será ese con cara de Benito Juárez que nos quieren imponer? ¡Uuuyuyuyyy!  No tengo nada en contra del mexicano sino más bien admiración y respeto, pero que su iconografía no venga a suplantar la tradicional que tenemos de nuestro Libertador. Un cuadro de la Virgen de Coromoto no sabemos de qué factura, pero confiemos que sea sin la cara desfigurada como el cuadro de Bolívar. ¿Y la estatuilla del venerable José Gregorio Hernández? ¿Quién la concibió y cómo quedó? Con tal no haya sido obra de la ex cancillera que hizo llenar de su mediocridad escultórica las embajadas venezolanas en todo el planeta.
Colmo de los colmos llevar el librito azul, pero está vez encuadernado en rojo, ¡claro!, de la constitución actual de Venezuela como obsequio papal. ¡La vilipendiada, saltada e ignorada tantas veces por el ilegítimo difunto y sus herederos! ¡Estulto alarde de ironía, irrespeto y desvergüenza ante Su Santidad! Aquí se pasa de lo cursi a lo grotesco.  No sabemos si  el Pírrico Írrito llevó algunas otras baratijas. Tal vez se sintió como nuestros conquistadores que cambiaban a los indios espejitos por oro y perlas y se atrevió a ofrecer las suyas a cambio de bendiciones papales.
Y para remate del tema y de este artículo que mejor lo hubiera titulado “Incongruencias y disparates”, unos cuantos del cortejo presidencial lucían en sus manos retratitos del su venerado difunto y copias del crucifijo que éste estuvo entre sus dedos a la hora de morir, ¡Dios! ¿Llevarían también rosarios rojo rojitos con la efigie del finado ilegítimo  para que el Papa los bendijera y regalarle uno pidiéndole que rezara por ellos? Como diría Santa Teresa, maestra del pleonasmo gracioso y certero: ¡qué cursilería tan cursi, qué  ridiculez tan ridícula, qué estupidez tan estúpida!