Despertares – La valentía de negarse

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Portarse bien no es fácil. Lo más cómodo es deslizarse por la pendiente resbaladiza del mal y disfrutar de unos bienes efímeros, que solo dejarán en nosotros remordimiento y vacío.
El caso que voy a contar podría encajar en aquella sección “Aunque usted no lo crea”, pues vivimos en una sociedad hedonista donde “El fin justifica los medios”. Además, es un caso real.
Tengo un amigo que trabaja como director de un laboratorio farmacéutico  transnacional. Hace poco le propusieron trasladarlo a los Estados Unidos, -con todas las ventajas que supone un ascenso-, a dirigir una planta del grupo que produce la llamada “píldora del día después”, que como sabemos, son abortivas. Después de la concepción, el embrión es expulsado, muerto.
Ante hechos como este se explica uno que la sociedad esté tan mal. Pero la sociedad no es un ente abstracto. La formamos personas concretas. Quien se porta mal no es la sociedad, es el hombre. No existe el robo, sino los ladrones, no existe la corrupción sino los corruptos. Las familias no se destruyen solas. Las destruimos quienes las formamos.
La responsabilidad es personal y hemos de dar cuenta de nuestros actos. Cada uno somos lo que queremos ser. Decisión tras decisión, vamos dibujando en bronce o en estiércol, nuestra historia. Mi amigo no aceptó el cargo.
Ejemplos como éste no son frecuentes. Muchos ceden ante los atractivos de la buena vida y las comodidades del primer mundo. Pero no duermen tranquilos. Van buscando luego alguien que les tranquilice la conciencia. Van de psiquiatra en psiquiatra o de sacerdote en sacerdote, buscando apoyo para su conducta errónea.
Todos tenemos conciencia, y ella nos reprocha lo que hacemos mal. Cuando algo no funciona bien en el cuerpo, sentimos dolor. Es la alarma. Por eso los médicos nos preguntan: ¿Dónde le duele?
Así mismo, la inteligencia –recordemos que la conciencia es la inteligencia aplicada al caso concreto-, cuando nos portamos mal, nos reprocha con el remordimiento. Es el dolor del alma. El alma “se queja” de nuestra mala actuación.
Mi amigo se habrá quedado sin los privilegios del ascenso, pero duerme tranquilo todas las noches y se le nota en la cara de felicidad que llena su vida. Para él una sincera felicitación.

[email protected]
@oswaldopulgar

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