¡A los niños también les encanta sacarse fotos!

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Cada tanto, Brandi Koskie encuentra en su iPhone decenas de fotos de su hija Paisley, de tres años. Pero no se las tomó ella.

«Hay como 90 fotos, de costado, de un ojo, de las cejas», cuenta Koskie, quien vive en Wichita, Kansas. «Ella misma se las saca con mi teléfono».

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Las fotos reflejan un fenómeno del que muchos padres de niños pequeños están al tanto: A los niños de les encanta tomarse fotos.

Y ya hay aplicaciones que hacen que resulte más fácil tomar fotos con deditos pequeños. Se puede incluso comprar una almohadita con un bolsillo para un teléfono multiusos que permiten a los pequeños tomar fotos cuando les cambian los pañales.

Los niños no son los únicos que toman fotos sin parar. Es normal en estos tiempos que los padres les tomen miles de fotos digitales en los primeros años de vida y para los niños de hoy es perfectamente normal encontrar su vida guardada en un aparatito más chico que un mazo de cartas.

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Si bien la andanada de fotos hace feliz a los abuelos,  no está del todo claro qué impacto puede tener tanta foto en la primera generación de niños de la era de los teléfonos de usos múltiples. La abundancia de fotos podría contribuir a generar una buena autoestima y ofrecer gratos recuerdos de la infancia. Pero una dosis exagerada de fotos y videos puede traer también sus problemas, según Deborah Best, profesora de la psicología del desarrollo cognitivo de la Wake Forest University de Salem, Carolina del Norte.

«Va a ser difícil sobrellevar» la gratificación instantánea que ofrecen los «smartphones» a los niños de hoy, opinó Best. «Quieren todo de inmediato, rápido y condensado. Va a tener un impacto en la capacidad del niño de esperar por la gratificación. Sospecho que eso va a ser inevitable».

Julie Young, experta en comportamientos de Boston, dice que eso ya lo observó personalmente. Hace poco estaba ayudando a su hijo de tres años a filmar un video de su cumpleaños para su primo en su iPhone cuando el pequeño dejó de hablar, se abalanzó sobre el teléfono y le preguntó «mami, ¿puedo verlo?».

«Lo tengo al final del video. No pudo esperar a terminar la última oración», cuenta Young, quien tiene dos hijos. «Apenas aparece el teléfono, suspenden lo que están haciendo y se abalanzan sobre él».

Ahora Young y su esposo no permiten que su hijo vea un video o una foto nuevas hasta después de cenar y los ven juntos. Se sientan con sus hijos a ver fotos y han popularizado en la familia la frase «aprendamos a ser pacientes».

Es normal que los niñitos se sientan fascinados con su propia imagen, como lo indica el hecho de que las gusta mirarse en los espejos, y ese interés desempeña un papel importante en la formación de un sentido de sí mismos, según expertos en el desarrollo infantil. Ver videos una y otra vez puede ayudar a traspasar un evento de la memoria a corto plazo a la memoria a largo plazo, según Best.

No obstante, como ocurre con cualquier obsesión, un exceso de videos o fotos puede resultar perjudicial. Los padres tienen que asegurarse de que los niños ven fotos en las que aparecen también otros familiares o amigos. Y es conveniente que acompañen la foto con algún relato, como si fuese un cuento que leen cuando los acuestan.

«Cuando les leemos un libro a los chicos, es lo mismo que hacemos con estas fotos», dijo Best.

Koskie notó que acostarse en la cama con su hija un sábado por la mañana de pereza y ver fotos digitales es una de las actividades que Paisley más disfruta y la estimula a preguntar cosas sobre su lugar en el mundo. Miran las fotos y videos juntas en un iPad, remontándose al nacimiento de la niña. «Ella empieza a preguntar cosas. `¿Cuándo era un bebito hacía esto? ¿Hacía aquello?»’.

Los padres que recuerdan la época previa al iPhone se preguntan si sus hijos entenderán algún día el valor de una foto especial. Jason Michael, de 32 años y quien tiene dos hijos en Denver, dice que tomó tantas fotos de su hijo de 11 meses y de su hijastra de cuatro años (unas 4.000) que agotó tres veces la memoria de su iPad. A su hijastra le encanta tomarse fotos y hacer videos de ella misma cantando sus canciones favoritas. Ve los videos una y otra vez.

Michael teme que tanta foto y video les impida disfrutar en el futuro imágenes que evocan momentos especiales.

Él recuerda con particular cariño una foto de cuando tenía ocho meses, en la que aparecía acostado en una manta rosada decorada con un conejo que comía zanahorias. Se acuerda tanto de esa foto que cuando nació su hijo, le pidió la manta a su madre.

«Sé todo acerca de esa foto. Pero tengo 20.000 fotos de mis hijos. ¿Tendrán el mismo impacto emocional?», se pregunta.

«Tal vez suene cursi, pero uno mira estas fotos y le recuerdan tantas cosas», expresó Michael. «Ahora, lo único que tienen que hacer es deslizar el dedo hacia la izquierda y pum, otra foto».

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