Botica Coromoto: la antigua farmacia de Cabudare

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Muchas veces lo veían caminando a altas horas de la noche con una maleta de médico en donde guardaba brebajes, medicinas e instrumentos.

Se dirigía a atender a algún paciente, aunque no era médico, tenía amplio conocimiento de medicina y botánica, lo que le facultaba para auxiliar a enfermos de aquel Cabudare rural.

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Lo conocían como el doctor Gómez y era el propietario de la farmacia más antigua del pueblo.

Con la muerte temprana de su padre, Agustín José Gómez Rojas, comenzó a trabajar aun muy pequeño, aprendiendo el negocio de la botiquería en Carora, en donde había nacido el 28 de mayo de 1922.

Con Riera Zubillaga, quien tenía boticas, comenzó como “muchacho de mandado”, pero su inquietud le llevó a leerse varios manuales de medicina que le permitieron comprender ese oficio.

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Obtuvo el título de maestro boticario mediante un examen para poder ejercer la profesión.

Botica con nombre de Virgen

Llegó a Cabudare a los 17 años, trabajando en varias farmacias de Barquisimeto, observando en hospitales, asistiendo a clases y consultando manuales y libros de texto médicos.

Su hija Esther María Gómez Álvarez, quien siguió sus pasos y se graduó de médico, relata orgullosa que varios de estos libros consultados por el doctor Gómez, datan de la época colonial y otro montón estaban actualizados.

Compró una amplia casona frente a la plaza Bolívar de Cabudare, cuando esta aún exhibía un busto del Libertador.

Allí montó su tienda y la bautizó con el nombre de Farmacia Coromoto, en honor a la patrona de Venezuela. En su establecimiento realizaba los remedios que prescribían los médicos, pero en su mayoría, era él quien los aplicaba.

Construyó una entrañable amistad con don Felipe Ponte, el enfermero de Cabudare, y juntos ejercieron la medicina y la botiquería.
Con Blanca Isabel Álvarez, también natural de Carora, se desposó en 1949, unión de la cual nacieron diez hijos.

Los mágicos brebajes

El doctor Rojas fue sin duda un químico farmacéutico con habilidades integrales en salud, fabricación de medicamentos, quien además desarrolló brebajes con utilización de medicamentos con fines terapéuticos fitoterapéuticos, alopáticos, homeopáticos, cosméticos, suplementos dietarios, vacunas, entre otros.

Fabricaba el famoso jarabe Yagrumo para la tos ferina con medicamentos patentados.

Unas cápsulas blandas para las patologías abdominales, pasta al agua, a la calamina, lamedor, jarabe de Achicoria, azul de metileno, cápsulas de azufre, violeta de Genciana, mercurio cromo, yodo para las tinciones, jarabes que preparaba con proporciones exactas que guardaba anotadas celosamente.

Hasta el último suspiro

El dormitorio del doctor Rojas estaba contiguo a la calle, decisión que tomó desde un primer momento para poder auxiliar los clamores de los enfermos.

“La botica tenía turno permanente, y a la hora que le tocaran la ventana, él atendía el llamado. Mi madre lo ayudaba a hacer los brebajes, que eran muy famosos y hasta de Acarigua, Sanare, Yaracuy y Portuguesa, venían a buscarlos”, reseñan Esther, Iliana y Marina Gómez Álvarez.

Los únicos días que no abría la botica eran jueves y viernes santos, toda vez el boticario salía en procesión a acompañar al Nazareno de Cabudare. Asistía todos los domingos a la misa del templo San Juan Bautista, iglesia vecina a su local.

La botica abría al público hasta las 11 de la noche y los cabudareños vieron al doctor Rojas atendiéndola hasta el último día de su fase terrenal, ocurrida el 19 de marzo de 1996.

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