Por la puerta del sol – El adiós

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“… y así me fui, sin las ganas ni la emoción que produce un viaje placentero, porque solo había misterio y esperanza en el equipaje que arrastraba” (Ivette C. Victoria N.)

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No fueron unos cuantos, fueron muchos los que partieron de la tierra en la que quedaron sus siembras, sus raíces, su hogar y todo lo que significó vida y alegrías.

El orgullo en unos se erguía sobre su desdicha, otros caminaban como autómatas. Sus mensajes, cartas y canciones han quedado en el recodo del camino. Un cuaderno recoge sus testimonios hechos queja como estos:“Los años y mis cansadas energías ya no resisten volver a hacer camino”, “Todo lo que amaba se me fue, solo me hace compañía un Cristo, mil palabras y mis rotas alegrías“. El soñador se fue viendo lejos con la poca fe que le quedaba, perdida en el fondo de sus ilusiones. “Seguiré adelante decía un joven, por los recovecos del silencio, con mis cántaros llenos de inquietud hasta perderme en la lejanía”, “No me causa pena lo que ya he perdido, sino lo que pienso que pueda perder”. “No me detendré en la lucha, ni dejaré de marchar hacia la vida”. “Regreso apoyado en el tragaluz de mi duro invierno”. Como cascabeles venenosos quedaron miles de palabras haciendo eco en el tortuoso camino y en la maleza seca y fría…

Se fueron lejos de sus amores, de sus recuerdos, sus raíces, sus anhelos, sus hogares, unos a buscar refugio, oportunidad y trabajo, otros dejaban que sus sueños corrieran tras las nubes que anunciaban tormenta.Dicen que en la retirada hasta el cielo lloró con desconsuelo inundando calles, caminos y veredas.

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En el marco oscuro de la esperanza echó sus cartas el destino, en el odioso vértice que les cambió la suerte dejándolos sin nada. Caminaron desde la mañana hasta la noche; miraron atrás por última vez y dijeron Adiós.

Llegaron como el pájaro que vuela lejos, con las alas cansadas pero viva la esperanza, aunque el corazón lleno de silente susto.
A veces aunque de un plumazo al hombre todo le destruya el vendaval, cuenta con la voluntad de levantarse y renacer como el ave Fénix de sus propias cenizas. Podrá acabarse todo, más nunca la fe, las aspiraciones, ni del almamustiarse la profunda inspiración. Por oscura que sea la noche,el aura siempre llena de esplendores la mañana.

La tierra en la que se nace se ama hasta la muerte, igual se llega a amar a la que da cobijo y nos adopta como hijos.
El mundo es el globo en el que vivimos, no hay otro que sea mejor que este. Antes otros caminaron por donde hoy caminamos. Tienen historia, alegrías y pesares. También en sus armarios quedaron los recuerdos encargados de mantener planchados los pliegues de sus ausencias, hasta que como todo en la vida, sueños y recuerdos terminan en mortaja, porque no hay regreso. En la memoria del camino quedaron marcadas sus huellas y en los árboles, en el río, en el ambiente y hasta en las mismas sepulturas,quedaron sus almas enganchadas.

A veces es necesario que alguien nos corte la rama a la que vivimos aferrados, solo así sabremos si estamos tullidos o podemos levantar el vuelo hacia la hermosura de paisajes nunca vistos.

Venezolanos y colombianos: Tal vez algún día como hijos de Bolívar, podamos echarnos un trago de camaradería y brindar por los lazos del cariño, por la hermandad, sin las borrascas de inquietud que han rugido entre nosotros. Tal vez más pronto que tarde volvamos a brindar por la paz de las dos naciones, por la hermandad, por los viejos tiempos y porque nunca volvamos a despedir al hermano con un cruel¡Adiós!”

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