Veo el futuro de Venezuela con optimismo. No es que me engañe acerca de la magnitud y naturaleza de nuestros problemas medulares. Es que ando por el país y sé que en todas partes hay gente trabajando, creando, haciendo, desafiando las dificultades en el sector privado y el sector público regional y local, en la educación a todo nivel, en las artes y en las ciencias. También en la política, esa actividad tan necesaria como malquerida. Y encuentro también muchos líderes nuevos, y muchísimos jóvenes aspirantes a líderes. Principalmente para ellos van estas líneas.
También empiezo a escuchar, en círculos normalmente más informados y por lo tanto más preocupados, junto a la conciencia de que la Unidad va a ganar las elecciones parlamentarias, la pregunta de si su conducción tendrá la sabiduría y el tino para llevarnos al puerto seguro de un cambio pacífico, democrático y constitucional, al asumir la enorme responsabilidad de dirigir una de las ramas del Poder Público Nacional. Transición tan necesaria como difícil, habida cuenta de que el grupo en el poder sostiene que la transición en marcha es “hacia el socialismo”, propósito tan radicalmente anti histórico que se torna despropósito.
¿Qué condiciones ha de tener un líder político?
Hace casi seis décadas, el eminente profesor Manuel García Pelayo, entonces recién llegado a Venezuela, explicaba sus cinco condiciones fundamentales que son de validez clásica. Atienden a cualidades innatas, cierto, pero la formación y sobre todo la experiencia las fortalecen y desarrollan. (1) Saber qué se quiere; (2) Saber qué se puede; (3) Saber qué hacer; (4) Saber cuándo hacerlo; y (5) Saber cómo hacerlo. Una fórmula rotundamente lógica y, por lo mismo, sencilla. Pero como está más que demostrado, difícil de poner en práctica.
Max Weber, otro clásico, reduce a tres las características del liderazgo político: Pasión, entendía como fuerza positiva y no como “excitación estéril”. La política no es trámite burocrático, es compromiso en cuerpo y alma. Responsabilidad, que nos plantea contemporáneamente la cuestión de la ética de la responsabilidad, según la cual no basta evaluar las intenciones, sino anticipar los resultados y las consecuencias de las decisiones. Por ejemplo, abstenerse para “no legitimar” una elección, no se juzga por el propósito, sino por si lo logró o no, y si el órgano resultante quedó deslegitimado y débil. Y Mesura, es decir prudencia. La mesura es poco valorada, mientras la desmesura es tan carismática como riesgosa y, casi siempre, improductiva cuando no contraproducente.
Azorín, pensador y notable cronista parlamentario del XIX, agrega como virtud valiosa (y rara) en el político la eubolia. La cualidad de hablar convenientemente, de ser discreto. Esto significa evitar la promesa a la ligera, la exageración que resta credibilidad, el compromiso incumplible.
Ando en campaña por los candidatos de la Unidad en todo el país. A varios municipios de Lara voy la semana que viene. Eso sin olvidar que mi trabajo central es la formación y el apoyo profesional a parlamentarios, alcaldes, concejales y dirigentes. Venezuela necesita líderes de verdad.
