Los cables internacionales dieron “fe de vida” de Tarek Williams Saab. La Interpol los pescó e interrogó en territorio de los cuates y anda “histórico”, digo, histérico. Del baúl de los recuerdos extraigo que Tarek para darse a conocer como “poeta” se sirvió de la pantalla de RCTV y – antes del botox – se autoerigió como defensor de los derechos humanos, una noble e incipiente lucha en nuestra democracia de esos tiempos, de la cual fungía como uno de sus abanderados, detrás de Luis María Olazo, respetado cura jesuita, quien además de defender los derechos humanos también adelantó una encomiable labor pedagógica en ese campo. En lo personal, este “poeta”, a quien conocí en mis tiempos de dirigente estudiantil, tenía para mí un plus añadido, era ¿o es? uno de los pupilos del Tito Núñez, poeta que tengo en mi más alta estima personal e intelectual.
Luego supe que el Tarek en lo político transitaba un “tercer camino” de la mano de la ultraizquierda. Esa que todavía comulga con la dictadura del proletariado, que condena el capitalismo pero disfruta del capital, y que se siente parte de un grupo de iluminados, destinados a marcarle el sendero y llevar de la mano al resto de la humanidad, hacia su única posibilidad de salvación…
Así las cosas, pues, no debe extrañarnos que el zagaletón Tarek se subiera con el Ícaro barinés al militarismo “revolucionario”, al cual veía surcando los cielos del éxito, porque sus alas estaban blindadas con la cera de la eternidad. Se hacía llamar “poeta de la revolución”. Pero eso no fue suficiente, y decidió descender al movedizo terreno de la burocracia, donde se bate el cobre y se consiguen los churupos que llenan las arcas personales de muchos farsantes vestidos de rojo.
Diputado fue entre 2000 y 2004, con presidencias en las comisiones de cultura, de derechos humanos y política exterior. Cuando quiso ser gobernador de su estado natal, siguió aposentándose en los sillones de RCTV. No recuerdo que el 2007 levantara su voz para condenar el arbitrario cierre del canal que lo convirtiera en figura pública. Tampoco dijo nada cuando el capricho despótico de un sujeto violentó el derecho a la información de todos los venezolanos, y dejó sin trabajo a 4.000 personas.
Gobernador fue en Anzoátegui, y creo que muy pocos lo extrañan después de tan grisácea, larga e improductiva pasantía por esa entidad. Comentan por allá que lo único que creció fueron sus bíceps y tríceps, asumiendo un estilo de Charles Atlas talla “S”, decorada con tatuajes de extraños simbolismos.
Miembro fue o es de una comisión de Justicia que investiga los crímenes políticos cometidos entre 1958-1988. Esto ocurre porque con la llegada de la “revolución” todo es amor y paz. Pero el necesita cumplir alguna misión revolucionaria como escudriñar el pasado, porque el presente es luminoso y el futuro es, simplemente, paradisíaco. En ese Edén, Tarek decide convertirse en Defensor del Pueblo, porque con un Estado tan magnánimo el pueblo está contento, satisfecho y “feliz como una lombriz”.
Solo uno quiere que el “poeta” se imagine la dicha de los venezolanos en una cola para comprar harina pre cocida, jabón de lavar, aceite, arroz, pasta y pañales. Es como estar en la playa en una poltrona, con tu sombrilla y un mojito, mientras el mesonero te sirve unas ostras… es igual al éxtasis revolucionario que experimenta Jacqueline Farías en las “sabrosas colas” de un Mercado Bicentenario, o cuando las esposas o las madres visitan a sus familiares en las cárceles 5 estrellas gerenciadas por Iris. Gracias a esas maravillas, tenemos el honor de saber que entre nosotros “ vive” un bardo, un vate, un Defensor del Pueblo. Nadie lo haría mejor. Con él, se fue al diablo aquello del Defensor del Puesto, es realmente, el Ofensor del Pueblo.
