Siento que mi deber como ciudadano, en el marco de nuestro acontecer político, económico y social, me emplaza a expresar mi punto de vista en relación al desempeño llevado hasta estos momentos por la instancia de lucha construida por los partidos y movimientos políticos para el rescate de los principios democráticos tan vilmente pisoteados por este régimen gubernativo: la Mesa de la Unidad Democrática, MUD, toda vez que la misma ha sido objeto de ataques que apuntan al desmontaje de su trabajo laborioso, concienzudo y consensuado en pro de todos los que queremos un nuevo amanecer para nuestra Venezuela.
Quiero comenzar señalando que el diseño y la edificación de esta plataforma de lucha no fue fácil; que a pesar del oscurantismo reinante en nuestro país, de todos los tropiezos y obstáculos puestos en el camino por la institucionalidad oficialista para obstruir el libre desempeño democrático y de la desolación demoledora de muchos por las infructuosas acciones llevadas a cabo en el pasado reciente en contra de la arbitrariedad, de la injusticia y del autoritarismo, los corazones de quienes no se rinden, palpitaron al unísono para superar estas adversidades y converger, en medio de las diferencias políticas e ideológicas, en un mismo espacio de lucha, con la irreductible disposición de canalizar el deseo irrefrenable de todos los que aspiran conquistar la paz, la justicia y la libertad para esta tierra de todos. Ese espíritu de lucha infinita, flujo de los deseos más nobles y ardientes que facultan al hombre a transmutar su energía en conciencia viva, convirtió lo que para muchos fue un milagro que reimpulsó el combate exaltador por la vida: la creación de la MUD como escenario para los acuerdos políticos y el emprendimiento social por una nueva Venezuela.
Las fuerzas democráticas comprendieron, cual imperativo moral, que la única y verdadera posibilidad de apartar la resaca que deja las pretéritas derrotas y las penumbras que obnubilan la esperanza para así brillar en el horizonte político y poder confrontar y vencer al régimen opresor, era a través de la unidad; por ello, la certidumbre de una nueva realidad, palpable y concreta en expresión y acción para la reconstrucción del hacer por nuestra nación, constituye un logro imponderable que potencia la vitalidad y la visión, clarificando el qué quiero, el con qué, el cómo y el porqué de nuestros actos, cuestión que marca definitivamente la diferencia con la etapa de lucha signada por la fragmentación y el sin propósito del ayer. Este renacimiento político, con sus aciertos y fracasos, con sus alcances y limitaciones, ha permitido sortear disímiles e insospechadas situaciones del cambiante ambiente en el cual nos desenvolvemos, apelando muchas veces a la simbiosis entre la intuición y la razón como concepción de una nueva política que ha permitido confrontar a un oponente que no juega limpio y siempre lo hace fuera del tablero democrático. De allí que la emoción y el deseo deben estar inexorablemente acompañados por el razonamiento lógico para consustanciarse con el carácter de las circunstancias, evitando con ello, la apreciación subjetiva que desdibuja la justa dimensión de las actuaciones. De esta manera, se podrá comprender lo absurdo que resulta apostar a una salida fácil de este lamentable accidente histórico, así como entender, por mucho que moleste, la realización de determinados eventos en los cuales la MUD ha participado, como por ejemplo, los diálogos con el oficialismo.
Hasta ahora, el camino recorrido por la MUD como proyecto político ha sido tortuoso y difícil; La ciudadanía venezolana, como protagonista del transcurrir y del discurrir de nuestra historia debe comprender y valorar en todas sus aristas ese transitar para no repetir las dramáticas equivocaciones del reciente pasado y alcanzar el objetivo anhelado: una Venezuela unida, libre y democrática.
