Padre Joseba Lazcano: El Papa se juega su autoridad mundial con el diálogo venezolano

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El papa Francisco se está jugando su propia autoridad mundial, metiéndose en el diálogo entre el Gobierno y la Mesa de la Unidad Democrática, ya que este es un campo muy delicado porque todavía no se ha producido el reconocimiento del uno al otro.

Tal confesión hecha por el sacerdote jesuita Joseba Lazcano, autor del libro Sembrando esperanza (100 años de los jesuitas en Venezuela), al ser entrevistado por EL IMPULSO evidencia su gran preocupación y angustia por el desarrollo de  las mesas de negociaciones que se han instalado en Caracas y en las cuales están como mediadores, además del representante del Vaticano, monseñor Claudio María Celli, cuatro expresidentes de los gobiernos de Colombia, Ernesto Samper (hoy secretario general de Unasur); España, José Luis Rodríguez Zapatero; República Dominicana, Leonel Fernández; y Panamá, Martín Torrijos.

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-¿Cómo ve la situación del país?

-Es cruel desconocer la crisis- dice sin referirse directamente a la actitud asumida por el Gobierno ante los organismos internacionales y la negativa a aceptar la ayuda humanitaria que pudieran proporcionar algunos países a través de Cáritas y otros organismos.

-Resulta muy doloroso todo lo que está ocurriendo y sobre todo el dolor que aflige a los más pobres por falta de medicinas y tratamiento debido a la escasez de insumos. De todas maneras tenemos que aceptarnos todos. Eso no significa que no se exijan responsabilidades por los males producidos. Pero, ciertamente hay que buscar las causas con respeto. Debemos entendernos.

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-¿No observa muchas diferencias que parecen  no tener fin, aunque se trate de decir que ya hay un escenario para un diálogo entre las partes?

-En el tema de las culpas hay mucho radicalismo, que se expresa en la descalificación del otro. Hay que distinguir un radicalismo emocional, de indignación y de sueños con cosas más bellas y grandes, que son comprensibles; y el radicalismo visceral, pragmático, que no tiene más remedio que defender sus intereses, que es la defensa de su propia existencia, ya que cualquier cambio significa una amenaza para su propia vida, involucrada en corrupción, porque tiene que responder por su responsabilidad y teme.

Ningún radicalismo es bueno. Importante sería que hubiera un radicalismo por la sensatez.

-¿No es buscando la sensatez que se ha convocado la intervención papal?

-El papa Francisco se está jugando mucha de su propia autoridad mundial metiéndose en esta cosa que es ambigua. Se trata de una tarea o una misión ambigua. Se ha metido en el diálogo con mucha debilidad porque la fortaleza del reconocimiento del uno al otro se mantiene en un campo muy delicado. Todavía no ha habido ese reconocimiento.

-Pero, por encima de la preocupación expresada por autoridades de la Iglesia, lo importante no es que el Papa quede bien, sino que quede bien Venezuela. Y en eso anda la representación vaticana. Y agradecemos el interés que ha puesto el Papa por esta situación que vive el país.

Sentimos la preocupación en comunión con ese hermano nuestro que está inmerso en esa misión con gran responsabilidad y que en definitiva está jugando su imagen, apostando en que lo importante es que Venezuela encuentre el camino de la paz y el entendimiento, en que no haya sangre derramada. Ya ha habido demasiado sufrimiento hasta el momento.

La importancia de Barquisimeto

-Padre, usted conoce profundamente al venezolano. ¿Es espontáneo y solidario con cualquier proyecto que se haga de buena fe?

-Tiene sentido de lógica, de sensibilidad. Para quienes hemos venido de afuera ha sido una experiencia apasionante conocer a este pueblo. Yo vine a los 20 años. Y Venezuela era como una chama de veinte años. Abierta a las potencialidades.  Veíamos que el pueblo necesitaba de lo que podíamos aportar en educación, en conocimientos. Y si nosotros hemos hecho algo por Venezuela, Venezuela ha hecho mucho por nosotros. Y nos ha producido a nosotros, a la Compañía de Jesús, grandes satisfacciones.

El caso de la elección del superior general de los jesuitas, el doctor Arturo Sosa, no es solamente una personalidad muy valiosa que se descubrió ahora, sino que es producto de la Compañía de Jesús en Venezuela. Sus primeras experiencias con el pueblo las vivió aquí, en Barquisimeto, cuando todavía era estudiante y se encontraba en la etapa de lo que se conoce como el magisterio.

Se interrumpe por tres años los estudios para la realización del trabajo con la gente. Pero, no solamente estuvo en la capital larense, sino que se fue al campo, a participar en el cooperativismo con los caficultores y los agricultores. Después se fue a Roma a estudiar Teología. Estudió en la Universidad Católica Andrés Bello y en la Universidad Central de Venezuela.

Ha escrito varios libros sobre democracia y dictadura en el siglo 20.  Y ha sido profesor universitario y de la Academia Militar. Fundó el seminario Venezuela, donde participaron muchos de los actuales líderes del chavismo y contra el chavismo.

La importancia de Barquisimeto es trascendental. Los jesuitas entraron al país hace un siglo por Caracas. En el siglo 19 la Iglesia católica casi había desaparecido por Guzmán Blanco y antes por José Tadeo Monagas, quien mediante decreto expulsó a “jesuitas de ambos sexos”, por desconocimiento.

Venezuela tuvo una época sin obispos. Pero, cuando llegaron los jesuitas fueron llamados al seminario de Caracas, que se convirtió en seminario interdiocesano. Y a partir de ahí se constituyeron colegios como el San Ignacio y otros más, la Universidad Católica Andrés Bello, el Grupo Gumilla, el Centro de Investigación Católica.

Los jesuitas tradicionalmente hemos sido reacios a aceptar parroquias porque significa estabilidad y nosotros tenemos que estar liberados para  llevar a cabo proyectos. La realidad de Venezuela y de la misma Iglesia nos hizo ser administradores de los servicios religiosos de las parroquias. Como ha dicho el Papa: no estamos para ocupar espacios, sino para emprender procesos.

Barquisimeto ha sido el único lugar donde llegamos  por cuenta propia y no haber sido invitados. Y lo hicimos porque esta era una ciudad estratégica para nuestra misión, por ser el sitio donde confluían todas las comunicaciones.

Vélaz sería hoy un indignado

Cuando el padre Lazcano se refiere al padre José María Vélaz (chileno, nacido el 4 de diciembre de 1910 y fallecido en Venezuela el 18 de julio de 1985), fundador de Fe y Alegría, dice que hoy sería considerado como un indignado, tal como se sentía cuando joven por la injusticia social.

Era, expresa, indignado buscando propuestas, indignado contra la sociedad injusta e indignado con las instituciones con las que se identificaba plenamente: la Iglesia y la Compañía de Jesús. Se indignaba al considerar cómo era posible que habiendo tanta necesidad, los sacerdotes ofrecieran sus servicios a una minoría privilegiada.

Salió de un Colegio de Internados en Mérida y le dieron un cargo inadecuado para un hombre soñador  y emprendedor: acompañante espiritual en la formación de los jóvenes universitarios, expresión de la modernidad de ese entonces cuando comenzaba a funcionar la Universidad Católica Andrés Bello.

Entendió, prosigue, que la función de formador tenía que ser acercándose al subproducto de la modernidad; es decir, los marginados que provenían del campo y habitaban los barrios pobres de la capital de la república. Ya había logrado concretar proyectos educativos en Mérida y Barinas.

Ejemplo el de Abraham Reyes

El padre Vélaz decidió desarrollar su proyecto educativo con la participación de los jóvenes que compartían su sueño. Se encontró con un hombre increíble, Abraham Reyes, churuguareño, quien trabajaba como obrero del aseo urbano por las noches, pero además era un “toero”,  y en base a su preocupación por la formación de su familia, utilizó sus ahorros en la construcción de una casa de dos pisos. Ya para entonces con su mujer, una negrota de Barlovento, Patricia, tenía ocho hijos.

Y cuando se enteró del proyecto del padre Vélaz dio su casa para que allí funcionara la primera escuela. El sacerdote jesuita al ver tal gesto consideró que su ensayo se llamaría Fe y Alegría. Reyes después tendría otros hijos hasta completar once. Ese gesto de aquel hombre humilde fue impactante en el mundo universitario.

Confiesa el padre Lazcano que durante 24 años estuvo al frente de la redacción de la revista Sic cuando fue llamado para ocuparse de Fe y Alegría. “El hombre es convocable si levantas una bandera que vale la pena, y la educación popular lo es”, recordó que había expresado el padre Vélaz, quien también indicó: “Los pobres necesitan de una educación de calidad; no le podemos dar una pobre educación”.

Asumió el reto. No solamente ha trabajado en nuestro país, sino que estuvo en Ecuador. Hoy Fe y Alegría está en 17 países latinoamericanos y también ha llegado a Chad, en el África.

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