Capitalismo Lunar – Inercia y deriva

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Han tenido los últimos días un ritmo extraño. Una mezcla de decepción e impotencia que se cuela entre el silencio y el ensimismamiento cotidiano de muchos. La oposición reunida en la Mesa de la Unidad Democrática, ha asumido el costo político de “dialogar” con el gobierno de Nicolás Maduro, con mediación del Vaticano, y marcar un largo e incomprendido frenazo en las declaraciones y acciones posteriores a la histórica decisión del régimen, a través de su armadura jurídica-tribunalicia, de bloquear y anular el proceso de referéndum revocatorio.

Las explicaciones o justificaciones de voceros políticos, sumergidos en medio de este pantanoso diálogo, en vez de aclarar, han oscurecido. Una percepción, masticada en la boca de muchos venezolanos de manera creciente y con sabor amargo y cortante, es que la dictadura que conduce Nicolás Maduro, ha ganado tiempo, se ha oxigenado de manera triunfal con días, semanas, meses, sin ceder y aminorar en un ápice su política represiva, criminalizadora de la disidencia, y con algunas medidas de liberación a medias, y a cuenta gotas, de presos políticos. La cita dialogante prevista para el próximo 6 de diciembre, se espera así con pocas expectativas, y deviene en una suerte de dilema para la oposición, cuyos voceros habían prometido acciones y protestas, para hacer respetar y cumplir el derecho constitucional a revocar el mandato de Maduro, antes de que terminara el 2016.

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La retórica dialogante, se resquebraja ante una realidad económica, hiperinflacionaria, de escasez, caos y desquiciamiento colectivo, cuyo agravamiento progresivo envía señales contundentes a quienes deberían ser sus intérpretes más fieles o sinceros, esto es, los actores políticos, y aquellos que tienen hoy la responsabilidad de representar a la contundente mayoría de venezolanos que rechazan la desastrosa gestión de Nicolás Maduro y el corrupto modelo político que representa y defiende, rechazo mayoritario que despolariza cada día más los sentimientos y afinidades que claman por un cambio urgente de la realidad venezolana.

La muerte de Fidel Castro, cuyo simbolismo se difumina en el lienzo de sangre, dolor, y represiónque marcaron el siglo XX no solo en Cuba, sino en el ámbito latinoamericano, parece marcar el fin de un ciclo y el inicio de otros en el plano mundial. En predios patrios, asistimos al sostenimiento y defensa de una ideología “socialista” cuyos escombros aun padecemos, en la exaltación que la robolución hace del fracaso comunista-marxista como su bandera de lucha y delirio.

Porque sólo el delirio, y una total disociación de la realidad explican hoy la actuación de un régimen venezolano, de una totalitaria ambición de poder que financia festivales de música, anuncia nuevas universidades y derrocha millones para que Maduro baile salsa y celebre su fracaso, mientras la gente se muere de hambre, muchos fallecen por escasez de medicinas, el tejido productivo del país quiebra y la delincuencia en sus múltiples ropajes y uniformes impone su imperio.

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Así avanzamos hacia el 2017. Sin cambio político a la vista…y con dos palabras que flotan en el ánimo nacional: Inercia y deriva.

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