Guaros de Lara ya había conquistado cosas importantes en terrenos inexplorados para el baloncesto de clubes en Venezuela. Dos títulos de la Liga de las Américas FIBA (2016 y 2017) y uno en la Copa Intercontinental FIBA (2016) logrado en Europa ya la habían granjeado un nombre propio fuera de nuestras fronteras en el deporte de las canastas.
Sin embargo, había cuentas pendientes por saldar, paradigmas por romper y una frase recurrente que a la junta directiva del equipo, encabezada por el larense Jorge Hernández, los diferentes cuerpos técnicos que trabajaron en estos dos últimos años y la plantilla de jugadores les interesaba convertir en una anécdota o un simple recuerdo: “Es que no han ganado aún la LPB, aún no son los campeones de Venezuela”.
Eso convertía a ese trofeo conquistado en el sexto juego de la serie final de la Liga Profesional de Baloncesto 2017, con una paliza de 100-72 de por medio para superar 4-2 a Marinos de Anzoátegui, en el más esperado por toda la afición crepuscular, que desde el 21 de junio de 1983, cuando las Panteras de Lara sometieron a los Gaiteros del Zulia también en seis juegos de la entonces llamada Liga Especial, no había vuelto a levantarse. Así se vengaron de unos Marinos contra los que no habían podido prevalecer en las finales de 2005 y 2015 y acabaron con 34 años de espera para la entidad.
Decisiones a tiempo
Guaros comenzó a trabajar en realidad desde el último trimestre del año pasado, al jugar la Liga Sudamericana (LSB). Allí finalizó rápido el ciclo del coach español Iván Déniz al frente y se decidió contar con Jorge Arrieta. Luego vendrían en cambios José Vargas y Elvis Báez y se marcharían Windi Graterol, Daniel Macuare y Robert Yriarte.
El resultado fue una Liga de las Américas FIBA, la segunda seguida para la franquicia, aunque eso tuviese como costo un arranque incierto en la LPB. Fundamental el trabajo de la gerencia deportiva y de José David Hernández en esto con el movimiento de piezas foráneas y refuerzos.
Entre la partida del boricua Álex Abreu a su país, las lesiones de Zach Graham, Rafael Guevara y Yohanner Sifontes, algunas molestias de Heissler Guillent y hasta un trecho de juegos con sólo Lazar Hayward como importado, los crepusculares se las arreglaron para acabar una racha de 37 derrotas en Puerto La Cruz y hasta dividir honores en Caracas ante Cocodrilos. Cerraron la primera mitad con 10-8.
Llegaría un NBA de la talla de Nate Robinson y Andy Panko. Una abultada caída en Valencia que ponía la foja en 12-9 propició la marcha de Arrieta. Yonaiker Ecker asumió y tuvo foja de 2-1 antes de darle el mando al argentino Guillermo Vecchio, quien luego recibiría de vuelta a los recuperados Graham y Sifontes y revolucionó el juego del equipo en lo ofensivo al punto de jugar para 10-2 en el cierre de ronda regular y que el equipo terminase con 24-12.
El mejor baloncesto de los Guaros se vio en la postemporada, la novena de su historia desde 2003. Acribillaron a un blindado Trotamundos de Carabobo en su propia casa (4-1), barrieron al campeón defensor Cocodrilos de Caracas (4-0) y saldaron una vieja cuenta con Marinos de Anzoátegui en la final (4-2) de la mano de un Robinson inspirado, un núcleo criollo imparable con triples, rebotes y defensa y un Hayward y Graham sinónimo de eficacia y oportunismo.
Se le salió la clase a José Vargas, Luis Bethelmy y Néstor Colmenares en instancias decisivas, Heissler Guillent y José Martínez lograron su primer título con Guaros y en la liga tras una espera de una década, Elvis Báez se graduó de súper sustituto y Gregory Echenique terminó de asentarse como el pívot más dominante del país en ambas facetas del juego. La sangre joven (Amos Acosta, Yohanner Sifontes, José Ascanio y Yoeser Valera) tuvo su vitrina donde pocos habrían tenido minutos. Una oda al esfuerzo colectivo, sin duda alguna. El fin de una hegemonía y, quizás, el comienzo de una nueva dinastía.
