#OPINIÓN Confrontación EEUU-China: algo más que una guerra comercial #18May

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A finales de la semana pasada, por disposición del presidente Donald Trump, se suspendió la tregua en la confrontación que viene sosteniendo los Estados Unidos con China, dentro del marco de las negociaciones para el establecimiento de relaciones comerciales más equitativas entre los dos gigantes económicos.

Trump, se fundamenta en la salud de la economía estadounidense para presionar un viraje en las relaciones comerciales con China. De esta manera, EE.UU. aplicará un aumento arancelario de 25% sobre productos originarios de China hasta por 200.000 millones de US$, con la posibilidad de llevar estos aranceles hasta un grupo superior de productos, por un valor de 325.000 millones de US$.

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En el mes de abril, el Fondo Monetario Internacional (FMI) advirtió sobre las consecuencias que podría acarrear una escalada en la guerra comercial de estas dos potencias. Se puntualizaba en especial, sobre los efectos negativos en el sector manufacturero de ambos países. El FMI prevé que los sectores de electrónica y manufactura de China y el agrícola de Estados Unidos sufrirían contracción de sus respectivos PIB:-0.6 en EE. UU. y hasta-1,5 en China, alterando los equilibrios comerciales. (1)

EE. UU. venía aplicando aranceles desde mediados del 2018, de 25% sobre una amplia gama de productos chinos por valor de 50.000 millones de US$ y del 10% sobre otro grupo de productos valorados en 200.000 millones de US$.  Por su parte, China a gravado a un conjunto de productos americanos, particularmente del sector agrícola. La opinión de los especialistas coincide en que, en ambos países, tanto las empresas como los consumidores, sufrirán los rigores de estas medidas, con precios más altos en los productos. A mediano plazo, se erosionará la competitividad de China, lo que forzará a las empresas estadounidenses a reubicarse en su propio territorio o en países aliados.

El origen de esta confrontación reside en el déficit comercial que ha venido arrastrando la economía estadounidense con un conjunto de países, particularmente con China. La administración Trump acusa al gigante asiático de competencia desleal, robo de propiedad intelectual, transferencia forzada de tecnología, imposibilidad de acceso a sectores protegidos del mercado interno y manipulación del yuan para generar competitividad en el sector exportador.

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Se pretende con estas posiciones de fuerza y negociación, forzar a China a comprar más productos de origen estadounidense, abrir sectores a la competencia y cumplir fielmente lo establecido en la Organización Mundial de Comercio (OMC) sobre propiedad intelectual y transferencia de tecnología.

Sectores industriales claves como telecomunicaciones y procesamiento de pagos electrónicos no se han abierto a la competencia internacional, y han continuado en manos del gobierno. Ello, ha impedido a empresas como Google o Facebook operar en el mercado chino. El déficit del comercio de bienes de EE. UU con China tuvo un descenso en el primer trimestre 2019, según cifras del Departamento de Comercio: El intercambio entre ambos países se redujo a 131.976 millones US$, el nivel más bajo desde 2014(2)

Sin embargo, en uno de sus habituales Twitter, Trump insistía en las “pérdidas” sufridas por EE. UU. en su comercio con China, “las cuales ascienden entre 600 y 800 mil millones US$ anuales”

China y su “nueva ruta dela seda”

Desde su llegada a la OMC en diciembre del 2001, China fue beneficiada con un status especial, porque al ser considerada como «país en desarrollo» pudo aplicar aranceles elevados a las importaciones provenientes de los países industrializados de occidente. Se partía del principio de que en la medida en que China creciera, se iría adaptando a los principios básicos del mercado y del comercio liberalizado. De esta manera China, se sustentó en la tecnología proveniente de occidente, para modernizar su economía mediante la integración de sus empresas a las cadenas de producción global, aprovechando las ventajas en salarios y la movilidad laboral y, reciclar sus excedentes comerciales hacia los países de occidente, particularmente a EE. UU. preferentemente con la compra de Activos y Títulos del Tesoro, de los cuales es hoy uno de los máximos detentores.

Hoy, China bajo el control de Xi Jimping, ha venido instrumentando un programa de expansión económica con una perspectiva de largo plazo, con el cual se han vinculado un número cada vez más creciente de países, a través de iniciativas como el“One Belt and one Road”que en el fondo representa un proyecto hegemónico de China ante el mundo. En este sentido, el presidente Xi Jimping ha manifestado su anhelo de convertir a China en la primera potencia mundial para el 2049.

Por su parte, Donald Trump pretende devolver a la economía estadounidense su sitial de potencia productiva, a través de la instrumentación de su programa América first, (América Primero) programa de corte proteccionista que fue en su momento habilidosamente utilizado como bandera de la campaña electoral del 2016, pero que resume hoy la posición de la política estadounidense frente al mundo.

Rubén Orlando Noguera

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