#OPINIÓN La historia original y la original historia de los hombres corrientes #16Sep

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El hombre de carácter podrá ser derrotado, pero jamás destruido…

Las personas más crueles, siempre son las sentimentales…

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La felicidad es la cosa más rara que conozco en las personas inteligentes…

Ernest Hemingway (Papá)

De un tiempo para acá, todo va contra corriente. Y al mismo tiempo estar sin corriente (o que nos la corten sin aviso, ni protesto) es de lo más corriente en el cotidiano suceder de la que somos inocentes víctimas todos.

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Por otro lado, no hay cosa tan corriente como lo corriente del hombre. Las corrientes típicas del hombre son como masas de aguas agitadas, tempestivas, inmarcesibles, pero más que cualquier otra cosa, simplona, y demasiado tediosa para el grueso de los herederos del apagón. Los hijos nacidos sin luz, son hijos de la oscuridad. Pero hay que tener en cuenta que mucha luz, como mucha oscuridad, tampoco permiten ver. Quizás lo más corriente en las nuevas personas del hoy, es su opacidad, su falta de luz al final del camino, esa escasez de Norte prístino que deja en vanguardia al Sur nublo de la ignorancia, la más corriente de las oscuridades del hombre.

Mario es otro hombre más del común divisor, bien que decirle un hombre corriente, sería lo más corriente para apodarle. Como un ser de los de a pie, desconoce como entrarle de forma regular (o corriente) a la máxima de Chesterton <>…

Ir tras la corriente del momento, puede ser un gasto energético que no se tenga de dónde pagar. No hables de las cuentas por pagar, esas corrientes eléctricas que electrocutan la paz de los bolsillos y la perdida de la calma que mucho apura la estupidez. 

A Mario, la ordinaria estupidez no le es ajena. Lo rodea, lo sigue, lo peina. Es un estorbo que pica y mortifica. Le recuerda la muerte del hombre común y ordinario, del mal llamado hoy hombre comunal. Allí entre los bolsillos de la americana, se lo recordaba ese libro que se lee como el que busca una letra nítida en una carta borrada por una idea perdida en el estante vacío de la memoria. 

Artemio lo sabía y él lo presentía en el suelo en el que anida la voz pisoteada del hombre corriente. No seré, al fin, como ese viejo que cita Carlos Fuentes, con las facciones partidas por los cuadros desiguales del vidrio (de una guagua?) donde lo lleva sin rumbo a ninguna parte. Y el pecho le sigue dormido, con un hormiguero sordo que siente, como cuando pasa mucho tiempo solo sentado en la butaca indiferente de un cine sin marquesina. Agota, al hombre corriente, pensar con el cuerpo y sentir con las ideas. Soy cuerpo y cansancio que no piensa, solo está. Que se disuelve en una fuga nerviosa, y de escamas, de celdillas y glóbulos dispersos. Siente el miedo de pensar en su propio cuerpo. Trata de recordarse en el reflejo, el rostro en vidrios sin simetría, con la nueva distribuida en espejos circulantes. Le corre a Mario el sudor por el frontispicio. Cierra nuevamente los ojos y pide, pide que su rostro y su cuerpo le sean devueltos y no despedirse con todo el rigor de una advertencia. En la penumbra, los ojos ven adelante y no saben adivinar el pasado, aunque la edad lo condene mas a imaginar las cosas que a hacerlas. Mario se siente de setenta y picos manteniendo la compostura. Se siente orgulloso sin tener que demostrarlo ni a el ni a nadie. Piensa que ya va hecho tantas cosas cobardes que el valor le resulta fácil.  Quisiera recordar otras cosas pero sobre todo quisiera olvidar el estado en que se encuentra no sabes nada no entiendes nada pronuncias palabras difíciles y no querrás imaginarte a ti mismo como un odre vacío y arrugado

En ese momento lo leíste, ahí estaba, en el librito bajo la axila, apocado pero gritando todo lo que tenía dentro en la esencia de sus letras, en el rostro no olvidado de las palabras, en las frases y oraciones proverbiales que le pululan en el pecho de cada hoja; y no sabrás cuáles datos pasarán a tu biografía y cuáles serán callados y escondidos, no lo sabrás, son datos vulgares y no serás primero ni el único con semejante hoja de servicios.. Te habrás dado gusto y habrás recordado eso, pero recordarás otras cosas, otros días, tendrás que recordarles. Te encontrarán, te cobrarán, te encarnarán con palabras y actos materia compleja opaca adiposa tejida para siempre con la otra la impalpable la de tu ánimo absorbido por la materia…

Mario no puedo sino sorprenderse con lo que leía al ritmo del traqueteo de unos frenos impertinentes…. Amor de membrillo fresco, ambición de uñas que crecen, tedio de la calvicie,  progresiva melancolía del Sol y el desierto, abulia de los platos sucios, distracción de los ríos tropicales, miedo de los sables y la pólvora, pérdida de las sabanas oreadas, juventud de los caballos negros, dejes de la playa abandonada, encuentro del sobre y la estampilla, extranjera repugnancia del incienso, enfermedad de la nicotina, dolor de la tierra roja, ternura del patio en la tarde, espíritu de todos los objetos, materia de todas las almas Tajo de tu memoria que separa las dos mitades, soldadura de la vida que vuelve a unirlas, disolverlas, perseguirlas, encontrarlas, la fruta tiene dos mitades, hoy volverán a unirse, recordarás la mitad que dejaste atrás, el destino te encontrará, las cosas y sus sentimientos han caído fracturados a lo largo del camino… 

Mario no sale del pasmo. Sus ojos son como dos pollitos blancos asombrados. Atrás había un jardín, vos qué sabes estás sobre la tierra del jardín, pero las ramas pulidas niegan las frutas, el cauce polvoso niega las aguas, bostezaras: los días serán distintos, idénticos, lejanos, actuales; pronto olvidarás la necesidad y la urgencia, el asombro: bostezaras,; abrirás los ojos y lo verás todo a tu lado. Esa apariencia de preocupación, afecto y dolor; la máscara de la solicitud será el primer signo de ese tránsito que enfrentas, su aspecto, la decencia y la decadencia, la mirada ajena, la costumbre heredada, les impondrá, bostezaras; tú cerrarás los ojos Mario, él Artemio Cruz, creerán en sus días con los ojos cerrados…

Marco Antonio Faillace Carreño

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