#OPINIÓN El Interact Club #17May

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La revolución cultural iniciada por Juan Martínez Herrera teniendo a la música como Panzer y el entusiasmo como brigada de paracaidistas de profundidad, tuvo muchos aliados, indispensable nombrar al para ese entonces Padre Zazpe, quien compartía con Martínez Herrera explosividad para celebrar vibratos e idéntica malasangrura frente a los sordos, a quienes nos trataban como a mozos de espadas o escuderos de pollino rebuznón. Como una bandada de pájaros alborotados por toda Carora los cantantes a iniciarse en el Orfeón semejaban el aleteo de aves migratorias, con la grave dificultad que no tenían un espacio propio donde celebrar sus ritos de cadencias y de trinos. Pero como además de músicos Martínez Herrera y Zazpe le metían de frente a las locuras de Quijano y con esta visión donde los sueños están solamente escondidos debajo de las formas, descubrieron un inmenso castillo frente a la Plaza Bolívar y a Dúo de Capella lo invadieron sin sangre ni violencia.

Allí, donde hoy está la Biblioteca, funcionó la Casa de la Cultura. Una infraestructura Municipal abandonada se convirtió en un palacio Dulcinea donde las Valkirias bailaron boleros con Don Mendo. Pero el Castillo tenia gramíneas de dos metros y medio de altura, montadas sobre varias capas de desperdicios, consistentes en botellas vacías y quebradas, piedras, maderas podridas, clavos, culebras, bachacos y es posible que enanos disfrazados de ratas por algún nigromante refugiado en los silencios circulares de Carora.

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Por si esto fuera poco los techos eran inmensas goteras y las paredes un conjunto propiedad horizontal de nidos de loritos. Frente a todo esto hacía falta un ejército de trabajadores que el romanticismo de los quijotes del canto no podía sufragar. En eso, nada más que por feliz coincidencia, una vieja idea del Doctor Paúcho se hizo realidad, el Interact Club. Una organización de muchachos adscrita al Rotary Club. Éramos más de treinta. Su primer presidente fue Gerson Terán, luego Pablo Álvarez y después Juan José Herrera quien tenía como Tesorero a Mario Herrera, Secretario a Juan Perera, Director Cecil Álvarez, Macero Marcial Andueza y el doctor Chelías Curiel como rotario asesor.

Los muchachos del Interact Club nos unimos a la invasión y tomamos como sede el Castillo, aunque primero duramos no menos de siete semanas limpiándolo, tarea que cumplimos con un entusiasmo guerrero, al punto que hasta los soldados sordos logramos felicitaciones por parte de los catones musicales.  

Una vez hicimos una rifa y recaudamos la fabulosa cantidad de mil quinientos bolívares, una gran suma en el país donde un kilo de lomito costaba cuatro bolívares y una mano de cambur una locha con ñapa de un mango o tres mamones. También teníamos un cine cuya entrada costaba un real, para competir con el Salamanca que costaba lo mismo pero en galería. 

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Los muchachos del Interact Club fuimos al mismo tiempo brigada de limpieza y seguridad en la Casa de la Cultura, fuimos porteros, acomodadores, trapecistas, actores, y algunos días fuimos poetas de ron, bajo los grandes árboles, pero lo más importantes fuimos en la Carora de los años sesenta unos ciudadanos de primer mundo cultural. Algunos por buen oído otros por mejor sentido, pero todos fuimos ejército fresco de buena voluntad y la cultura se nos hizo confidente y amiga porque nos tocó llevar su rutina sobre nuestros hombros.

Jorge Euclides Ramírez

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