#OPINIÓN Helder Cámara, ilumine a nuestros obispos #23Ago

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“Si le doy de comer a los pobres, me dicen que soy un santo. Pero si pregunto por qué los pobres pasan hambre y están tan mal, me dicen que soy un comunista” Esta frase quedó como un aguafuerte que expresa la vida heroica de quien la pronuncio. El eterno Obispo de Recife y Olida, Don Helder Cámara, en verdad un pastor católico que hace rato ha debido ser santificado por el empuje de su lucha a favor de los pobres y la influencia positiva que proyecto para que  el clero latinoamericano se convirtiera en vanguardia de asistencia espiritual y material a favor del pueblo más sufrido.

En estos momentos cuando la directiva de la Conferencia Episcopal Venezolana emitió un comunicado que ha generado disensos, muchos hemos vuelto los ojos hacia el ejemplo de este  pastor magnifico para que su luz irradie de sabiduría a los obispos venezolanos, siempre comprometidos con las más nobles causas sociales pero ahora inmersos en un torbellino político que nos coloca en posición demediada a miles de católicos que asumíamos la voz de la Conferencia Episcopal como un faro de luz radiante iluminando un camino  recto y con este último documento percibimos sus indicaciones como un semáforo intermitente en medio de una encrucijada matizada de grises.

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Incluso algunos opinan que este comunicado fue instruido por su Santidad el Papa Francisco, a quien algunos analistas, al igual que varios medios de comunicación influyentes quieren presentar como un aliado del comunismo internacional, algo totalmente falso y se puede desmentir con las mismas palabras usadas por Don Helder Cámara, de quien Francisco es seguidor en ideas y conducta. Pero mas grave fue la acusación que le hicieron en los inicios de su Papado al calificarlo de delator y aliado de Videla, para desmontar esta horrible patraña  no  podía encontrar mejor defensor Su Santidad Francisco que Leonardo Boff, quien junto con Gutiérrez Merino es padre ideológico de la llamada Teología de la Liberación, tesis católica latinoamericana donde se expone que nuestra vía para acercarnos a Dios es a través de los pobres. Tesis que es también posición vertebral de Gozos y Esperanzas, libro de Doctrina que gracias a  Vaticano ll  es Ley para nosotros los católicos.

Y une  a su defensa el docto sacerdote nada más y nada menos que  la certificación de   Adolfo Pérez Esquivel, argentino que en 1980 recibió el Premio Nobel de la Paz por sus luchas en contra de las dictaduras latinoamericanas.

Oportuno presentar el testimonio de Leonardo Boff, religioso a punto de ser excomulgado en varias ocasiones porque además de blindar moralmente al nuevo Papa (no le hacía falta) lo distingue  como un protagonista de la lucha social que toca dar a nuestra iglesia en el mundo y especialmente en Latinoamérica donde la pobreza se ubica entre un 70 y 80 por ciento.

Los tiempos de la Iglesia Católica son lentos pero inexorables. Hace  años en Medellín el Episcopado de América  Latina dio gracias a Europa por su asistencia evangelizadora en nuestras tierras y al mismo tiempo asumió la responsabilidad de tomar las riendas de nuestro destino bajo la iluminación y guía de los textos de Concilio Vaticano ll. Esto se ha debido confirmar y consolidar en Puebla diez después y así lo quería Albino Luciani, pero no se pudo. Teníamos que esperar y al parecer ha llegado el momento de reactivar las intenciones plasmadas en Medellín  en 1968.

Recordemos parte de aquel pronunciamiento que suponemos sea compromiso de Su Santidad Francisco:La Iglesia Latinoamericana, reunida en la Segunda Conferencia General de su Episcopado, centró su atención en el hombre de este continente, que vive un momento decisivo de su proceso histórico. De este modo ella no se ha «desviado» sino que se ha «vuelto» hacia el hombre, consciente de que «para conocer a Dios es necesario conocer al hombre».

La Iglesia ha buscado comprender este momento histórico del hombre latinoamericano a la luz de la Palabra, que es Cristo, en quien se manifiesta el misterio del hombre.

Esta toma de conciencia del presente se torna hacia el pasado. Al examinarlo, la Iglesia ve con alegría la obra realizada con tanta generosidad y expresa su reconocimiento a cuantos han trazado los surcos del Evangelio en nuestras tierras, aquellos que han estado activa y caritativamente presentes en las diversas culturas, especialmente indígenas, del continente; a quienes vienen prolongando la tarea educadora de la Iglesia en nuestras ciudades y nuestros campos. Reconoce también que no siempre, a lo largo de su historia, fueron todos sus miembros, clérigos o laicos, fieles al Espíritu de Dios. Al mirar al presente comprueba gozosa la entrega de muchos de sus hijos y también la fragilidad de sus propios mensajeros. Acata el juicio de la historia sobre esas luces y sombras, y quiere asumir plenamente la responsabilidad histórica que recae sobre ella en el presente…

Así como otrora Israel, el primer Pueblo, experimentaba la presencia salvífica de Dios cuando lo liberaba de la opresión de Egipto, cuando lo hacía pasar el mar y lo conducía hacia la tierra de la promesa, así también nosotros, nuevo Pueblo de Dios, no podemos dejar de sentir su paso que salva, cuando se da «el verdadero desarrollo, que es el paso, para cada uno y para todos, de condiciones de vida menos humanas, a condiciones más humanas. Menos humanas: las carencias materiales de los que están privados del mínimum vital y las carencias morales de los que están mutilados por el egoísmo. Menos humanas: las estructuras opresoras, que provienen del abuso del tener y del abuso del poder, de las explotaciones de los trabajadores o de la injusticia de las transacciones. Más humanas: el remontarse de la miseria a la posesión de lo necesario, la victoria sobre las calamidades sociales, la ampliación de los conocimientos, la adquisición de la cultura.”

Todo este legado de lucha y compromiso a favor de los hombres urgidos del apoyo de  Dios está en manos de nuestros obispos, y ahora en Venezuela la causa es extrema y delicada porque la pobreza el régimen la ha convertido en espada y escudo para mantenerse en control militar y territorial de la república . En este escenario de máximas precariedades institucionales se debe tener mucho tino en la expresión de las ideas porque el demonio, que trabaja para la usurpación, es diestro en transformar conceptos de buena fe en alegatos con los cuales pretenden validar su esquema perverso de dominio.

Por ello Don Helder, a usted imploramos ilumine a nuestros amados obispos para que siempre estén a la vanguardia de la causa democrática y sus palabras siempre sean un viento fuerte de esperanza que sople sobre las velas de nuestra lucha libertaria, Dios con Nosotros.

Jorge Euclides Ramírez

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