#OPINIÓN Abbas Ibn Firnás, precursor Ándalus de la aeronáutica y otras reflexiones sobre el Islam #7Dic

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“Buscad el conocimiento  desde la cuna hasta la tumba”.

Mahoma.

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Ibn Firnás, Ícaro andalusí

Repasando por vez enésima el estupendo y famoso libro del sociólogo estadounidense Lewis Mumford Técnica y civilización(1934), una obra que compré en 1981 en la Librería Trasandina de Juan Pablo Hernández, Carora, me encuentro con la asombrosa y deslumbrante figura del sabio Ándalus Ibn Firnás o también Abu Al Qasim, un hombre que en el siglo VIII d.C. logra despegar del suelo y vencer por unos instantes la fuerza de gravedad, un viejo sueño que acompaña a la humanidad desde Ícaro, personaje de la mitología griega que muere en el intento. Hace 2.500 los chinos construyen los primeros papagayos, estructuras que eran más pesados que el aire.

Nace Ibn Firnás en el año 810dC en Málaga, en el Ándalus o Andalucía, el nombre que los árabes en su incontenible expansión religiosa le dieron a la península Ibérica. Además de crear distintos artilugios como la clepsidra con autómatas, el astrolabio esférico, fue el primero en desarrollar la talla en cristal de roca de cuarzo, lo que lo hace precursor de la cristalografía, era asimismo destacado poeta que conocía la métrica árabe, matemático, músico, alquimista, filósofo y astrólogo, pues construye un planetario en su casa con efectos visuales y sonoros, utiliza las antiguas tablas astronómicas de Sinhid indias, escritas en sánscrito, para calcular el movimiento de los cuerpos celestes. Un auténtico polimata es Ibn Firnás, diríamos hoy.

Construye este sabio musulmán Ibn Firnás unas alas con madera, plumas de halcón y fibras de seda y vegetales con las cuales logra planear por breve tiempo en las afueras de la ciudad de Córdova al lanzarse de un minarete de una mezquita de Ruzzafa, hito muy importante en la historia la aeronáutica, que acontece en el año 852 dC. Según narran unos testigos que él mismo invita al espectáculo, se dio un fuerte golpe al aterrizar, lo que le gana la burla de sus enemigos.  Parece ser que este arriesgado sabio no le fabrica cola al planeador, como la de las aves, lo que explica el tremendo sipotazo que se dio al aterrizar, pero que felizmente amortigua gracias a una enorme lona que le acompaña en el vuelo, con lo que logra de tal manera reconocerse el aporreado piloto ándalus como precursor del paracaídas.

 La obra de este “Ícaro andalusí” ha sido silenciada por el arrogante Occidente cristiano y anglosajón, quien tiene innúmeros elogios para Leonardo da Vinci, italiano quien diseña a finales del siglo XV ¡aparatos que no logran volar!, los globos de los hermanos Montgolfier en 1783, el británico sir George Cayle y y su planeador tripulado por un niño, 1849,y los mecánicos de bicicletas, los hermanos Wilbur y Orville Wright, quienes vuelan en su “Flyer” en 1903 en una playa de la costa Este de los Estados Unidos.

Hechas estas interesantes consideraciones sobre la primitiva aeronáutica en el Ándalus español, pasemos a reflexionar sobre el inmenso y hasta ahora poco reconocido y valorado aporte que ha hecho la civilización islámica a la cultura de Occidente europeo.

La cultura islámica

Es que ha existido y aún existe un deseo perverso de negar y silenciar el enorme aporte de la cultura árabe musulmana al Occidente cristiano, avivado por la intransigencia religiosa y la negación del Otro. Pero existen honrosas excepciones. El filósofo y matemático británico Bertrand Russell (1872-1970), la ciencia de Occidente es producto de la especulación griega y el empirismo islámico. Sin los pueblos semíticos Europa no hubiese conocido el número cero, la gran creación de la cultura de la India y que desconocieron en el Imperio Romano, ni los números arábigos ni la geometría de Euclides, tampoco el juego del ajedrez, ni el alambique para destilar alcohol ni el azúcar. A los árabes musulmanes debemos el descubrimiento de ácido nítrico y sulfúrico, del nitrato de plata y el potasio, la determinación del peso específico de algunos cuerpos, el desarrollo de sofisticadas técnicas de sublimación, cristalización y destilación, la utilización de sofisticados tintes la fabricación de destilados de plantas y flores (el Azafrán), realizaron experimentos químicos para la obtención del cloruro de mercurio y otras sustancias sintéticas. Los sabios musulmanes son entonces precursores de la química, tal y como hogaño la conocemos.

No olvidemos que el álgebra es una invención de estos pueblos del desierto. Que la cirugía se convierte en ciencia autónoma fundada en la anatomía con ellos. Fueron los traductores judíos y árabes de Bagdad, Toledo y Córdova quienes nos hicieron llegar las obras de los filósofos griegos Aristóteles, Platón, Hipócrates, Galeno, Ptolomeo, y a los sabios orientales, tales como el médico, astrónomo y filósofo judío Maimónides, el médico y filósofo Averroes y el polímata persa Avicena. No olvidemos que uno de los más famosos tratados sobre el amor erótico, escrito por Ibn Hazm, es El collar de la paloma (1023), según sostiene el mexicano Premio Nobel de Literatura Octavio Paz. El historiador belga de la ciencia George Sartun afirma que, en la Edad Media, España fue el mayor centro cultural del mundo gracias a musulmanes y judíos que conviven en una atmósfera de tolerancia religiosa excepcional, y donde la sana y heterodoxa doctrina del “libre albedrío” echó hondas raíces.

El Ándalus, actual España, califato que llega a competir en esplendor con Bagdad en tiempos de Abderramán III, es la tierra que vio nacer al primer “aviador”, Abbas Ibn Firnás, fue entonces el puente entre la cultura grecorromana de la Antigüedad y la Escolástica medieval y, consecuencialmente, el Renacimiento europeo de los siglos XV y XVI. Es enorme la deuda que Europa tiene con la cultura árabe musulmana, pues la expansión islámica produjo un gran estímulo cultural y científico que fructifica en una serie de realizaciones técnicas, científicas, sociales, literarias, artísticas y filosóficas que serán una de las bases de las posteriores realizaciones de la ciencia en la Europa occidental.

Sería poco menos que imperdonable no admitir y reconocer que las universidades medievales, como una gran creación del Occidente cristiano, tienen un equivalente en las casas de estudios musulmanas, las llamadas madrasas, centros de estudios que estaban conectados como una comunidad científica “multirregional”, que iba de Fez, en Marruecos, El Cairo, Bagdad, Damasco, Samarcanda, Mosul, Córdova, Granada, Basora, entre otras. Este prodigio humano de la producción, almacenamiento, enriquecimiento y difusión del conocimiento musulmán influye de manera determinante en Europa cristiana: Los siete volúmenes de la obra de Averroes Libro sobre las generalidades de la medicina fueron manejados como textos en las universidades europeas de Oxford, París, Lovaina, Montpellier y Roma. Otro tanto sucede con Avicena, conocido como “príncipe de los médicos”, cuyos tratados de medicina se leyeron y fueron considerados indispensables en el viejo continente europeo ¡hasta el siglo XVII!.

Es lamentable que hogaño, en el alba del tercer milenio, el Islam goce de tan mala reputación y se le tenga ojeriza debido a la intolerancia y al fanatismo de algunos extremistas islámicos y extremistas cristianos, que han hecho de esta tercera religión monoteísta, que tantos y tan estrechos vínculos históricos tiene con judaísmo y cristianismo, un enemigo a combatir, un demonio al que hay que exterminar a toda costa. Es el correlato perverso del secular antisemitismo europeo, y en los días que corren de la infame teoría del Choque de civilizaciones de Samuel Huntington, dada a conocer en Estados Unidos en 1993, quien sostiene la determinista inevitabilidad de los conflictos, religiosos en mayor medida, entre las distintas civilizaciones. Hoy preferimos el “diálogo decivilizaciones” del cual habló el presidente Jatami de la República Islámica de Irán. Es que el uso de etiquetas como Occidente y el Islam son peligrosas y sirven para confundir, ha dejado en claro Edward Said, quien nos habla del Choque de la ignorancia en respuesta crítica a la malhadada tesis de Huntington.

Coda

Y, por último, y no por ello menos esencial e importante: No debemos olvidar jamás que nuestra religión, el cristianismo, es una magnifica creación de los pueblos semíticos del desierto, tal como afirma el escritor francés del siglo XIX Auguste Renan en su censurada y poco comprendida obra Vida de Jesús, publicada en 1863, y que la Iglesia Católica coloca en el Index de Libros Prohibidos, obra que todos los creyentes en la “promesa bíblica de salvación” deberíamos leer y reflexionar con espíritu sereno y tolerante en este ominoso y amenazador comienzo del tercer milenio.

 Colocaré para finalizar uno de los párrafos más luminosos e intensos de Renanque no tienen desperdicio alguno: “Pero cualesquiera que puedan ser los inesperados fenómenos del porvenir, Jesús no será eclipsado. Su culto se remozará sin cesar; su leyenda provocará lágrimas sin fin; sus sufrimientos enternecerán a los mejores corazones; todos los siglos proclamarán que no ha nacido entre los hijos de los hombres ninguno más grande que Jesús”.

Luis Eduardo Cortés Riera.

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