#COLUMNA Soliloquios de café: La humildad #31Ene

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“Yo juro que vale más ser de baja condición y codearse alegremente con gentes humildes, que no encontrarse muy encumbrado, con una resplandeciente pesadumbre y llevar una dorada tristeza.”

William Shakespeare (23-04-1564 / 03-05-1616).

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Dramaturgo, poeta y actor inglés. William Shakespeare, conocido en ocasiones como el Bardo de Avon (o simplemente el Bardo), Shakespeare es considerado el escritor más importante en lengua inglesa y uno de los más célebres de la literatura universal. ​

Según la Encyclopædia Britannica, “Shakespeare es generalmente reconocido como el más grande de los escritores de todos los tiempos, figura única en la historia de la literatura, cuyas obras hoy se leen y representan con mayor frecuencia y en más países que nunca.” La profecía de uno de sus grandes contemporáneos, Ben Jonson, se ha cumplido, por tanto: “Shakespeare no pertenece a una sola época sino a la eternidad.” Fuente: Wikipedia.

La humildad es una virtud tan grande que es muy difícil que alguien se la asigne con certeza, puesto que, al considerarse humilde… ¡ya deja de ser humilde!

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Somos proclives a sentirnos seres superiores, y generalmente emitimos juicios de criterios sobre la actitud de nuestros semejantes apegados a informaciones parcializadas y en un momento determinado condenamos sin clemencia y sin analizar el porqué de la actitud de la contraparte.

No es fácil pregonar nuestra verdad y mucho menos defenderla cuando se trata de razones o de intereses contrapuestos, bien sean materiales, políticos, ideológicos o sentimentales. Actuamos según nuestras perspectivas y dictaminamos apresuradamente sin mediar acciones lógicas que pueden ser utilizadas para llegar a la verdad.

Estamos atravesando por lapsos de incertidumbres morales, sociales, y hasta afectivas. La situación política, económica y social en la cual se debate la república nos afecta psíquicamente.

Es fácil tomar decisiones apresuradas que generalmente tienen consecuencias en periodos posteriores… “La ley de Causa y efecto.”

En oportunidades nos encontramos con actitudes que dañan la reputación de personas que han dedicado parte de su vida tratando de ayudar, y como ejemplo tenemos la actitud desconcertante de muchas personas políticas o cercanas al ambiente político, que no se miden al juzgar, difamar, crear rumores falsos en contra algunos activistas que lo han arriesgado todo por enrumbar al país por mejores derroteros que nos lleven al bienestar social que tanto anhelamos. Utilizan las redes sociales para obtener información que generalmente es sesgada y utilizada según la conveniencia personal.

El país necesita que se rescaten los principios y valores que caracterizaban a los venezolanos, en el ejercicio del respeto mutuo, donde no se pretenda ser superior a nadie, pero sí, actuar bajo el precepto de que:

“Quien no vive para servir… No sirve para vivir.”

Se bien que soy un ser humano y por ello he cometido grandes errores, estimo que es muy difícil que alguien no los haya cometido durante su niñez, adolescencia, adultez o en las postrimerías de su existencia. Con el perdón de Dios, si es que blasfemo, pero hasta a Jesús, se le asigna como error el haber sacado a los mercaderes del templo, en la forma que lo hizo, para defender la “PROPIEDAD” de su Padre. Y, a “El Libertador” se le juzga por haber entregado al Generalísimo Francisco de Miranda.

Pido perdón por mis palabras, pero considero que debemos retomar la cordura para detener el daño que estamos ocasionando.

Maximiliano Pérez Apóstol

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