#OPINIÓN La inevitable vejez y la muerte abordados por la literatura #14May

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La decadencia de la vida del hombre es inexorable con el cese de los procesos naturales. A todos nos toca por igual marcados por el ciclo de: nacer, crecer, desarrollarse y morir. De niño, adolescente y joven casi nunca pensamos en la misma. Un poco en la onda del existencialismo nos anima lo más inmediato: vivir el momento y nada más.

En la medida que maduramos y avanzamos en edad nos aborda la meditación sobre la vejez. El cuerpo no es el mismo con los signos del desgaste físico y hasta mental. Comenzamos a mirar al pasado y comprendemos que los años nos arropan cuando se presenta el desgaste muscular. Es una situación que a todos alcanza sin excepción alguna.

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Con todo, se trata de ver el lado positivo del fenómeno y hacer del mismo algo reconfortante para asirse a la vida que nos resta. Porque tarde o temprano todo tiene su final con su conocido desenlace del cese de las fuerzas físicas y mentales. Máxime cuando sabemos el tiempo que nos queda en este planeta Tierra cuando es inminente la despedida y partida. Es lo que valientemente ha admitido públicamente el escritor Ennodio Quintero.

Esa etapa es breve en comparación con la evolución infinita del Universo. Curiosamente hoy vivimos en un mundo que ha acortado los tiempos. Una investigación científica para preservar la raza humana tarda actualmente meses, como ha ocurrido con la vacuna contra la Covid-19. Antes requería años. Pero la vida sigue siendo fugaz.

Quizás el mayor anhelo es el de una vejez serena, activa y lúcida y no la de la pasividad con pérdida de facultades físicas y mentales como la oscuridad por falta de la visión. Mantenerse aún en pie dedicado al digno trabajo. Es lo que conlleva a la afirmación de que existen viejos de espíritu joven con el temple y energía de un gladiador.

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El fenómeno biológico y mental ha sido enfocado desde las variedades del arte, entre estos la literatura para dejarnos sus alentadoras lecciones. Narrativa, poesía y ensayo lo han abordado.

La vejez es semejante a un desafío a los deseos permanentes del hombre de la eternidad. Pero la existencia es finita contrario al Universo a todas luces infinito. Por ello en la antigüedad se recurría a la magia para alcanzarlo. Incluso un escritor como el alemán J. W. Goetheen, en su libro Fausto, relata un pacto imaginario con el Diablo para lograrlo. El sueño del hombre por lograr la inmortalidad y la eterna juventud más el temor a la muerte.

Lo triste de la vejez es que nos anuncia un declive y el final del paso por este planeta Tierra. Es una realidad para la que sicológicamente hay que prepararse. Y admitirlo con espíritu realista como nos lo enseña el poeta Rafael Cadenas: “Hay que aceptar la realidad de los hechos”.

También la llegada de la extraña soledad que afecta al ser humano de forma desigual: a los que no procrearon descendencia es más fuerte y a los que lo hicieron en menor cuantía. Pero ocurre que algunas veces la soledad espiritual resulta ser la más devastadora. Por ello hay que prepararse para no sentirse solo. La depresión por sentirse solo y abandonado suele ser demoledor. Así lo mejor que queda es refugiarse en la paz del silencio, como lo afirma el poeta
Juan Sánchez Peláez.

Por ello resulta admirable encontrase con ancianos de más de 80 años aun entregados al trabajo. Un hecho que Gabriel García Márquez describe en Cien años de soledad cuando se refiere a Úrsula, esa valiente mujer que se hizo de un plan para afrontarlo mejor. De esa forma calcula sus pasos en la casa para no tropezar y pule su sentido del olfato.

A un hombre de profunda reflexión filosófica y espiritual como Jorge Luis Borges lo inquiere el tema de la muerte así: “La muerte (o su alusión) hace precioso y patéticos a los hombres. Estos conmueven por su condición de fantasmas; cada acto que ejecutan puede ser último, no hay otro que no esté por desdibujarse como el rostro de un sueño.”

Pese a su desesperada existencia el checo Franz Kafka nos dejó ésta optimista reflexión: “No desespera ni siquiera por el hecho de que no desesperas, cuando todo parece terminado surgen nuevas fuerzas, eso significa que vives”.

En Antes del fin de Ernesto Sábato nos topamos con un libro escrito por el autor a los 80 años en que pasa revista a su fructífera existencia de escritor y científico dedicado a la física. Parte del texto se centra en su relación con su esposa y su hijo Federico muerto a temprana edad. A Sábato lo asaltan los sentimientos de culpa cuando rememora su esposa en un momento de infidelidad. Al tiempo que confiesa que lo daría todo por tener a su lado a su fallecido hijo.

Soledad, miedo, silencio, duda, culpa, impotencia, tristeza, incertidumbre, angustia, dolencias, recuerdos, deseos incumplidos, tinieblas y decrepitud acompañan a la vejez. No perdonan. Nos afectan a todos por igual. Pero con esta terminal etapa de la vida hay que saber lidiar, aunque sea la última batalla que se libra en estas latitudes terrenales. Sobrellevar la vejez.

Freddy Torrealba Z.

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