#OPINIÓN Sor Juana y Goethe: Del Barroco al Romanticismo (Parte IV) #2Ago

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El hogar

Sor Juana nace el 2 de diciembre de 1648. La fe de bautismo dice que es “hija de la Iglesia”, para dar a entender que era hija natural. Utiliza el apellido paterno, un capitán español de ascendencia vasca, Asbaje, por el resto de su corta vida. Fue un fantasma ausente al que mata simbólicamente, dice Octavio Paz. Su madre era analfabeta y aun así administraba eficazmente la hacienda familiar de Panoayán, cercana a ciudad de México. De niña leía los libros de su abuelo, amante de la lectura, lo que fue para ella iniciación intelectual. El origen bastardo y la ausencia del padre la llevan a la biblioteca y ésta al convento. Se corta el pelo y quiere vestirse de hombre para así poder ir a la universidad, un recinto masculino vedado a la mujer. Siempre resaltó su formación autodidacta, sin maestros. Vivió casi siempre “arrimada” en casa de parientes ricos. Linda, virgen y desvalida como era, ingresa al palacio virreinal. Su inteligencia, gracia y desamparo impresionaron a Leonor Carreto, marquesa de Mancera. Una mutua admiración nace entre ellas. Es posible que en palacio haya conocido el amor masculino. A los 19 años de edad entra de novicia en el convento de las carmelitas descalzas, en 1669 al convento de San Jerónimo. Tenía 21 años de edad.

Goethe nace en Fráncfort el 28 de agosto de 1749, hijo de un abogado de origen humilde, que se casa con la hija de un burgomaestre, enlace que le da figuración y prestigio. De ese matrimonio nacen Johann Wolfang y Cornelia, quien llagaría a adorar a su hermano menor, que sería como su primera maestra. Será su espejo, su eco. Su padre era de un temperamento insaciable, que hereda Goethe. Su madre era sensible, imaginativa y dócil. Ella le trasmite su atracción por los horóscopos y la astrología. Practicaba la bibliomancia. Su niñez fue enfermiza, casi nace muerto por asfixia, lo que le impuso un dominio psíquico a su endeble cuerpo. Las cruentas sesiones médicas eran frecuentes. Sufre de terrores nocturnos que apaciguan tocándole una campanilla de plata.

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Los cuentos de hadas lo vincularon a lo sobrenatural. Escribe cuentos infantiles. Para él todo era mágico. Se vestía completo tres veces al día. Desplumaba pájaros para observar la disposición de las plumas. De muchacho se forja una poética religiosidad natural personificada en el Sol. Se decepciona del formalismo luterano, se construye un Dios a su manera. Todo ello compone desde la tierna infancia una figura extremadamente compleja, extremadamente fascinante. Tuvo una intuición infantil, un presentimiento: “Los astros no me olvidarán.”

La salud

Goethe y sor Juana eran de complexión enfermiza. Dos somas endebles que albergaban portentosas mentes, una como constante constitutiva de los genios de todas las épocas y lugares. Pico de la Mirándola muere a los 31 años, Novalis apenas vive 29, Schiller 45, Bolívar 47, Kierkegaard, 32. Goethe vive una vida provecta de 83 años a pesar de sus constantes y rutinarios achaques y dolencias.

La religiosa y poetisa mexicana, que era hija natural, tuvo una vida muy breve, pues fallece a los 47 años durante una terrible y larga epidemia que azota a la ciudad de México en 1695. Tener “corta de salud” es una de sus constantes quejas. Sufrió de tabardillo (tifo) en sus primeros años conventuales 1671 o 1672. Expira luego de que sus terribles y despiadados perseguidores de la Iglesia Católica la hacen renunciar a la literatura y en momentos en que se contagia cuando atendía a sus hermanas enfermas del convento de San Jerónimo. En su cuerpo debilitado hizo presa fácil la enfermedad, probablemente tifus exantemático epidémico.

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El poeta alemán nace casi ahogado, con el rostro morado, la comadrona lo salva al sumergirlo en vino caliente, comienza a entonces a respirar. Durante toda su vida fue de constitución en extremo enfermiza, pues enfermaba de gravedad durante los gélidos inviernos nórdicos, le tenía además horror a las enfermedades venéreas; la permanente actividad, así como sus continuados amoríos, le daban ánimos para prolongar su vida, no perdió sus facultades mentales, la memoria la conservaría casi intacta con la vejez y murió a la provecta edad de 83 años, lo que es una excepción para esa época, pidiendo media hora antes de su muerte luz, más luz.
Religiosidad.

Sor Juana era una católica sincera, tenía su confesor, y evitaba a toda costa “tener ruidos con la Inquisición”. Con habilidad y astucia pudo ponerse a salvo durante años de tan temible y anacrónica institución hispánica, que veía con ojeriza y aborrecimiento que una mujer, siendo religiosa, escribiera poesía amorosa y erótica. Poco escribe sobre teología y resulta una cruel paradoja del destino el que sea perseguida por la ortodoxia religiosa y obligada a dejar las letras profanas debido, entre otras cosas, una interpretación que hizo en 1680 de un texto de un religioso portugués, el jesuita Antonio de Vieyra. En 1681 escribe algo que la acerca a la reforma protestante: “Ojalá que santidad fuera cosa que se pudiera mandar, que con eso la tuviera yo segura.”

Goethe no simpatizaba con el catolicismo, de niño lee la Biblia como novela de aventuras más que por su elevada espiritualidad, durante toda su vida experimentó una aversión ciega por la fe romana y sintió horror por lo que él llamaba clerigalla y los frailezuelos, se sintió atraído por la Cábala, la astrología, los horóscopos, el ocultismo, a los 15 años se afilia a la Logia Arcade de la Filandria, en 1780 entra en la masonería. Escribió poemas inspirados en la francmasonería. Tres años después se hizo miembro de la Orden de los Rosacruces (AMORC). Las logias pululaban en Alemania en esa época. Como admirador de la civilización francesa lee con pasión al filósofo anticlerical Voltaire (1674-1778) y su grito de batalla “aplastad a la Iglesia”.

La poetisa mexicana pierde la batalla finalmente ante sus feroces perseguidores eclesiásticos, su preciosa biblioteca de unos 4.000 ejemplares y sus instrumentos musicales y científicos le fueron expropiados y vendidos. Algunos de estos textos se encuentran hoy día en la Universidad de Houston, Texas. Un siglo después y en un ambiente más propicio para la crítica y el libre examen que abre la Reforma protestante y la Ilustración, Goethe pudo militar con sosiego y tranquilidad en diferentes asociaciones ocultistas, lo que hogaño se ha dado en llamar “pensamiento débil”: la “New Age”, la nueva era, que ha atrapado el entusiasmo y la pasión de jóvenes y viejos en las sociedades opulentas de Europa y Norteamérica.

Luis Cortés

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