#OPINIÓN Ángeles y demonios (Parte III) #20Dic

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Quien busca no halla, pero quien no busca es hallado. La desgracia de Don Quijote, no fue su fantasía, sino Sancho Panza… El poseer no existe, existe el ser, ese ser que aspira, hasta el último aliento, hasta la asfixia…
Frank Kafka

De bicho extraño a culebra mortal. Animal al fin. El epílogo se acercaba. Custodio empezó a visitar el parque a la hora usual y varias veces vio a los enamorados haciendo la ronda. El plan de dos toques de esgrima, el Xifos para el follador y la Cobra para la desleal, sonaba suficiente, tendría que serlo. En casa afilaba y aceitaba las armas y ya lo poseído era categórico. El dios-dado intrínseco había hablado. Y todos saben que nada es más peligroso que aquél fanfarrón disfrazado de mazo dando.

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Avanzada la tarde y luego de pasear en el parque, se posó en un otero con grama pinchando su trasero. Miró con detenimiento una hilera de hormigas que se unieron a picar las posaderas. El cielo y los pájaros planeando libres, contrastaban con la paz que no sentía. No comprendía cómo la lava de la ira calcinaba tanto el arcángel que fue. El miedo jugaba sus naipes, pero la rabia tramposa tenía mejor mano. Por eso no había vuelta atrás. Tendría que actuar. Se quedó dormido y empezó a soñar con el crimen.

Fue un día miércoles de ceniza donde comenzó su rutina de paseo al parque con sus nuevas colaboradoras Xifos y Cobra. Las escondió al pie de un mango hilacha y pensó en la ironía de estar en Semana Santa y que fuera el día más atravesado de la semana, miércoles, dijo, los segundos parecían horas, los minutos días, y los días años. La paciencia justamente no era su mejor virtud desde que tenía cornamenta. Todo le cambiaba el humor. Un humor de can, por no decirle, humor de reptil. Siempre lograba calmar los ímpetus al caer la tarde.

Atravesado como el día, los amantes cruzaron la visual a lo lejos. Todo pasaba
por una razón. El azar existe, pero es adicional. Tal vez la suerte esté del lado del cornudo y no del que se los pone a él. Debía ser dos toques. Uno a nivel de hígado, desangraría al infeliz rápido, y no podría gritar si cercenaba el gaznate seguido de la estocada. A la negra por piedad, solo le cortaría el cuello y la dejaría mirar a los ojos mientras dejaba este mundo.

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Los tomó por sorpresa. La destreza de Custodio no era de este planeta. El mundo de la venganza alienígena no humana. Al hombre lo atravesó con la Xifos y cortó su cuello en dos sacudidas. La mujer se quedó paralizada y no sintió a Cobra cortarle la garganta con un filo como forjado por Hefestos. La mirada inerte de la negra lo veía con arrepentimiento, al tiempo que se le iba la vida a otro plano. Los cuerpos sangrados yacían a la vera de un árbol de mango sin hilacha absorbiendo fluidos carmín en su hojarasca. Huyó del sitio, y no hubo testigos a no ser muchos bichos, y los bosques afónicos que mudos nos explican de vientos.

Despertó tenso y gritando. Por suerte estaba solo y nadie escuchó. Entró en pánico. Luego, sudado y aterrado se fue al bar a tomarse algo fuerte. Bebió brandy. Al fin chispo de perinola, se marchó a su hogar, donde supone estaba su dama alegre. No consiguió a nadie en casa y se metió a la tina aun temblando del susto. Al rato holgaba en su sillón frente al tv a la espera de su infiel compañera. La negra no tenía idea de que Custodio venía endiablado queriendo sacarla del juego de la existencia junto al macho cabrío que la atiende.

Cuál cara pone a su esposa a sabiendas que es una zorra. La de zorro no le pega con la faceta en frecuencia normal. Cuando la negra cruzó la puerta empezó la faceta del artista. Ella le preguntó por qué estaba tan colorado. Le contestó que había tomado mucho sol en el paseo de parque. La respuesta fue la correcta y todo continuó como si nada. La negra se fue a lo suyo en la recámara. Y el aprieto entre el cornudo y el caído quedó cubierto en vísperas de la noche por venir y sin porvenir.

En cama la negra se insinuó. Y tuvo que tomar la palabra para que el actor quedara encubierto en la actuación de ángel custodio. Fue una noche erótica donde ambos parecían vengarse con sus sexos. Gritos, pellizcos, nalgadas, mordiscos y un coctel de frases subidas de tono pusieron en alta la barra del frenesí y la locura. En la madrugada la negra se puso a llorar. Custodio recordó las épocas de felicidad y de infelicidad, al unísono. Un abrazo los encontró de nuevo unidos hasta el sol, incluido el trino de los pájaros y el quiquiriquí de los gallos. El gallo pelón de Ángel Custodio, volvió a ser él mismo.

La posesión estaba enterrada pero no olvidada. La negra no volvió a ver al amante y Custodio se hizo el musiú. Aun con el rencor entre pecho y espalda, era más inteligente ir a recomponer lo que habían extraviado en algún momento. El amor es paradójico y se ama odiando y odias amando. La ironía siempre está a la vuelta de la esquina. Pasado el tiempo los esposos aparecieron envenenados. El amante de la negra en un rapto de celo los había asesinado con una ponzoña y nunca se logró atrapar al criminal amante bandido. La vida en la parroquia, en especial en el bar, no se hablaba de otra cosa que del día en que el diablo llegó a tomar desquite. La religión exponía sin persuadir lo pasado. El demonio está en el hábitat del humano, no importa su género, y dios es un humano sin género, hecho carne. El amor y el odio humano, es lo único que los une y los desune paradójicamente y sin piedad, mientras la muerte espera agazapada, su turno.

Marcantonio Faillace Carreño

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