#OPINIÓN Del Guaire al Turbio: Gerontogogía #26Ene

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Mi artículo de hace 15 días en este viaje del Guaire al Turbio –La hora del crepúsculo- ha causado cierto impacto en la pequeña colectividad que me lee, hasta el punto que ha rebasado las fronteras de ésta. Un triunfo, pues si se quiere ver así.

Entre los comentarios recibidos quizás sea el más original y sugestivo el de de mi hijo intelectual residente en Madrid, Xavier Reyes Matheus, que transcribo:

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Me doy cuenta, por otra parte, de que su esplendorosa noventena ha asumido una empresa importantísima: la de fundar una ciencia. A la tal podríamos llamarla “gerontogogía”, por calco de la pedagogía: si las doctrinas de Sócrates guiaban a la juventud, Usted, la gerontogoga, desarrolla una filosofía para conducir la vida en la hora del tramonto.

Me siento orgullosa de esta apreciación, como de otras, porque no es para menos ser considerada, a mi avanzada edad, fundadora y útil para algo. Gerontogoga o no, sí tengo el apasionado afán de ayudar a mis contemporáneos a vivir con garbo y optimismo sus últimos días. Los ancianos no somos deshechos para el olvido y la basura, somos un almacén de experiencias y vivencias, somos container de la historia para ser narrada a las nuevas generaciones. Eso sí, el que nos aprecien así, depende de nosotros mismos.

Aprovecho que Reyes Matheus utiliza la palabra fundar para hablar de otro problema del paso de los años que me preocupa. Todos venimos a este mundo con una misión, no una posesión. A unos les tocarán grandes tareas, a otros tal vez pequeñas, pero tan útiles a la sociedad como pueden ser las grandes, aunque pasen inadvertidas. Por ejemplo, un jefe de Estado tiene indudablemente un trabajo muy importante, pero para ejercerlo, necesita un sitio y una vivienda apropiados a su status. Ambos ambientes deben tener una apariencia acorde a las funciones de su usuario, es decir, elegancia, orden, limpieza. Alguien idóneo ha diseñado esos ámbitos, algún profesional de cierta categoría, a lo mejor conocido, destacado, aunque en menor escala frente al mandatario que los ocupa. Pero hay un alguien más, una persona o un equipo, que se encarga de mantener la buena apariencia de lugar. Hay que limpiar y ordenar todos los días. Quienes lo hacen, seguramente en horas tempraneras, pasan inadvertidos para los usuarios. Son trabajadores anónimos que deben hacer bien su tarea y contribuir, en su aparente insignificancia, al bien social. Las grandes misiones de este mundo se basan en la solución de los problemas cotidianos de quienes las ejercen.

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Los fundadores de instituciones políticas, culturales, educacionales, científicas, religiosas o de otra índole, corren un grave peligro: el enquistamiento. Hay la tendencia a sentirse dueño de lo que se ha fundado. Grave error, se ha sido sólo un instrumento para sacar adelante una institución destinada al bien común. Es necesaria una alternabilidad y un abrir el paso a las nuevas generaciones. Los primeros deben entregar el testigo a quienes han formado para este relevo. A menudo se olvida. Hay lideres políticos que se sienten dueños de su partido, dirigentes culturales, docentes, científicos, que se creen irremplazables en los organismo que crearon; y hasta párrocos aferrados a su parroquia.

Debemos aprender a retirarnos antes de que las incapacidades nos lleven a hacer el ridículo al frente de instituciones respetables. Los cargos vitalicios son una minoría, que yo recuerde, sólo los de monarcas y sumos pontífices de la Iglesia. Sin embargo, hemos visto reyes que abdican para pasar el mandato al herdero y hasta un papa, como Benedicto XVI; humildemente reconoció su impotencia para seguir adelante con el inmenso peso de la Iglesia Católica. Un paso muy valiente del gran teólogo, porque en más de 400 años no había sucedido algo así en la historia eclesial.

Retirarse a tiempo es una enseñanza más de esta ciencia de la gerontogogía que, según Reyes Matheus, he fundado yo. Pues bien, para cumplir con sus mandatos y dar ejemplo, después de esta improvisada fundación, me retiro e invito a otros a que tomen en sus manos esta recién nacida y la sigan elaborando, construyendo, hasta llevarla a una sólida y útil presencia en el mundo de las ciencias.

Alicia Álamo Bartolomé

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