#OPINIÓN Buena gente buena #23Feb

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“Pero el esfuerzo de tomar la decisión [de ‘Comprender por qué ciertos comportamientos nos convienen y otros no, comprender de qué va la vida y qué es lo que puede hacerla «buena» para nosotros los humanos] tiene que hacerlo cada cual en solitario: nadie puede ser libre por ti”. Fernando Savater, “Ética para Amador”, (Capítulo V, “¡Despierta, baby!).

Me han preguntado por qué uso la frase “buena gente buena” como en el artículo anterior cuando escribí “Bueno, “buena gente buena”, manos a la obra y ojalá que sea ésta una buena, grata y nutritiva experiencia.”

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Quizás sea una reminiscencia de lo que aprendí leyendo la obra “Ética para Amador” de Fernando Savater. Es un libro que junto a “Carta abierta para la juventud de hoy” de André Maurois te los recomiendo con entusiasmo, a sabiendas que extraerás de ellos valiosísimos aprendizajes.

No me referiré aquí a los malos, a la mala gente, a la gente mala o a la mala gente mala. Basta con leer las noticias de nuestro país y de otras naciones y excederá la dosis letal para el alma.

Recuerdo que mi papá –al referirse a una persona de valía- decía: “Ése es gente”. No sé si será una frase venezolana o si se usa en otras naciones hispanohablantes. Mi abuelo y él también decían a menudo cuando hay alguien estaba vestido elegantemente “¡Y hasta pareces gente!”. Estas dos frases tenían connotaciones positivas. La primera se refería a una conducta educada y la segunda, a un aspecto adecuado.

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En muchas oportunidades, es muy común que nos refiramos a una persona, grupo familiar o grupo asociativo con la expresión “buena gente” como cuando decimos “Esos son buena gente”. Sin embargo, esa universalidad tiene el efecto de que – a veces- no todos sus integrantes conforman -pero se aprovechan y se benefician de la buena fama y nombre de la mayoría- cual rémora que se adhiere con fuerza a los objetos que flotan.

Las frases “buena gente” y “gente buena” tienen, en mi opinión, la misma connotación.

Sin embargo, la frase “buena gente buena” tiene para mí una connotación superior; casi que superlativa.

En los capítulos VI (“Aparece Pepe Grillo”) y en el VII (“Ponte en su lugar”) de la obra de Fernando Savater que te mencioné al principio, encontrarás tesoros que no reproduzco porque resultaría muy extenso para este tipo de artículos, ni parafraseo, porque una paráfrasis de mi parte no lo haría ni más claro, ni más ilustrativo, ni más inteligible. Por el contrario, destruiría las magníficas disertaciones del autor ya de por sí cristalinas, nutritivas y asequibles para cualquiera por su ritmo y el hilo característico de quien expone con sencillez lineal la genialidad de sus pareceres.

Leyendo esos capítulos – y mejor: todo el libro – encontrarás dibujado a aquel o aquellos a quienes se les aplica el título “buena gente buena”. No está limitado al mundo académico, como sería el título de doctorado honoris causa; no, va más allá: la “buena gente buena” es aquella que resalta por su habilidad humana para entender lo que los demás pueden esperar de ti, sin que signifique un esfuerzo, ya que tu predisposición hacia los demás fluye con naturalidad.

Y la “buena gente buena” te la encuentras en muchas partes; solo necesitas comunicarte, abrirte al otro con empatía. En días recientes fui el “otro” de cinco personas que son buena gente buena:

Giovanni Napolitano Calabrese, un padre por elección y cuya historia la pueden ver en https://youtu.be/inN6QOpMr0Y.

Jorge Leonidas Álvarez Méndez, un hermano mayor por elección, por su claridad en hacer lo correcto, pese a efímeras y eventuales recompensas de aquello que – por más que te sobre – no puede comprar ni un segundo más de vida, ni alquilar el cuerpo de otro para que cargue con la enfermedad terminal de a quien el dinero le sobra.

Alberto Ramos, un inmigrante de origen portugués, quien arribó a los once años a Maracaibo – de eso, hace 56 años-, se dedicó a la mecánica automovilística, luego a la mecánica de maquinaria pesada y hoy es propietario y atiende un taller de silenciadores en la Avenida Principal de La Urbina denominado Silenciadores Sogocil, C.A. A Giovanni y a Jorge los conozco de tiempo atrás. A Alberto lo observé trabajar con precisión milimétrica, rehaciendo lo necesario para que los sellos de mi camioneta quedaran perfectos, y quien, de muy buena voluntad y generosidad, me transformó un entrado atardecer -que prometía ser caótico- en una tarde estupenda.

Y, uniéndolos en el mismo párrafo, porque ambos tomaron idéntica, enérgica, inmediata y valiente decisión que los enaltece ante la misma causa, los titulares de grados académicos –títulos sí que bien ganados a pulso y ratificados en la enseñanza- Adolfo Salgueiro y Francisco de Paula Febres Cordero.

Fernando Savater cita un texto de Bertrand Russell tomado de su obra “Misticismo y lógica” que deseo fervientemente que te lo devores. Dice así:

«Unido con sus semejantes por el más fuerte de todos los vínculos, el de un destino común, el hombre libre encuentra que siempre lo acompaña una nueva visión que proyecta sobre toda tarea cotidiana la luz del amor. La vida del hombre es una larga marcha a través de la noche, rodeado de enemigos invisibles, torturado por el cansancio y el dolor, hacia una meta que pocos pueden esperar alcanzar, y donde nadie puede detenerse mucho tiempo. Uno tras otro, a medida que avanzan, nuestros camaradas se alejan de nuestra vista, atrapados por las órdenes silenciosas de la muerte omnipotente. Muy breve es el lapso durante el cual podemos ayudarlos, en el que se decide su felicidad o su miseria. ¡Ojalá nos corresponda derramar luz solar en su senda, iluminar sus penas con el bálsamo de la simpatía, darles la pura alegría de un afecto que nunca se cansa, fortalecer su ánimo desfalleciente, impartirles fe en horas de desesperanza»

¡Ojalá que Dios te escoja para formar parte de las fraternidades de la Cadena de Favores –que sí existe- y en la de la Buena Gente Buena!

Dios guarde a V. E. muchos años. 

Luis Alejandro Aguilar Pardo

@Nash_Axelrod

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