#OPINIÓN Calemina #17Abr

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Calemina  Marreto Carrasco nació en un caserío de 300 habitantes y una escuela hasta tercer grado, con pupitres de piedra y un pizarrón con huecos. Su maestro era al mismo tiempo un padrino que visitaba a todas las familias con el regalo de noticias mágicas de lugares extraños. Lo mejor que aprendió  Calemina  es que la gente de todas partes tiene el corazón del mismo lado y necesitan comer para vivir.

Se levanta con el balido  polifónico de las cabras que su madre Orfelina desde antes del sol ya tiene en el corral, casi en volandas toma el tobo guindado de un sócate solitario y corre a ordeñar, empujada por los tres gallos que luchan en Do  para ser los primeros en anunciar  el brillo dentro de  la cocina, donde Betilde  la hermana mayor hierve el maíz con su punto de cal para las arepas que harán matrimonio con el café a las siete de la mañana.

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Eladio viene cada quince días a comprar el queso para revenderlo en la ciudad y siempre el mismo reclamo y la misma respuesta. Ponte la mano en el corazón y piensa que todos comemos para que me des cuatro lochas por lo que tu vendes casi al triple. Pero bueno Orfelina de donde sacas tu que yo le gano tanto, lo vendo al por mayor y quien me lo compra lo vende al bodeguero y ese precio que tú dices lo paga el que se lo come. Es puro capitalismo mija, es el comercio donde todo el mundo va ganando.

Calemina  le pregunto al maestro Balbino porque  la gente debía ponerse la mano en el corazón para pagar el trabajo de los demás y que tenia eso que ver con la necesidad de comer que tiene todo el mundo. El sabio le explicó que había una pelea entre el corazón, que representaba los buenos sentimientos y la aspiración de ganar dinero y el que todos tenían derecho a comer estaba escrito en la biblia que era ley de Dios y también en las leyes de los hombres.

Calemina  creció con la idea que todos los hombres tenían un corazón bueno y que bastaba tocárselo con la mano para exigir comida para todos. Estudió  mucho, aprendió más que el resto de compañeros. Se fue a la ciudad y terminó primaria y bachillerato, donde con gran esfuerzo se hizo la mejor estudiante y se ganó una beca para estudiar en la universidad más antigua del país ubicada en la capital de la republica. Inspirada en las lecciones de su maestro Balbino se inscribió en la Facultad de Derecho, conoció a Roberto y se enamoró de su cara y sus pensamientos sobre la justicia social que debe imperar entre los hombres.

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Del ojo por ojo y del diente por diente al Derecho de Gentes, del no tomo prisioneros al Convenio de Ginebra, del no pago caraqueños ni cobro andinos a la Constitución de 1946, de la esclavitud y el circo romano a la Carta de los Derechos Humanos. Calemina  subió por las escaleras civilizatorias y a cada paso sentía que la larga batalla humana estaba resumida en la conversación de su mamá Orfelina y Eladio el comprador de quesos, una lucha permanente e intensa entre el corazón que pide alimentos para todo el mundo y el egoísmo en busca incansable de ventajas, Por eso Calemina se armó de Derecho y de Historia para gritar en mitad de la calle que su mano siempre estaba puesta sobre el corazón. Era hija de la civilización occidental y se consideraba vencedora en todas las guerras donde la bondad se impuso sobre los atavismos.

Pero un día a Roberto le dieron un tiro en la cabeza en una manifestación por la libertad y la democracia, tenía un chaleco antibalas artesanal, cargaba una cachucha con los colores de la bandera  y una franela con la cara de Cristo. Le dieron un disparo en la frente apenas a cuatro metros de distancia y ella vio cuando su cara desapareció como un globo que explota. Se lanzó furiosa contra el asesino y allí mismo le dieron patadas y golpes con un bate, los agresores eran uniformados y junto a ellos estaban maleantes quienes en alianza satánica arremetían contra los sueños de unos muchachos que pensaban vivir en un país civilizado amparado por las leyes. Calemina fue arrojada a una patrulla y luego metida en un calabozo donde fue violada por doce hombres que gritaban proclamas revolucionarias mientras consumaban su misión de defender la patria ante el imperialismo.

Salió en libertad a los dos meses, gracias a la intensa y constante defensa legal del abogado Manuel Virguez .Quería suicidarse, se negaba a comer, todo lo regurgitaba, hasta el agua, Su único alimento por días fue agua de coco. Se bañaba a cada rato, tres y cuatro veces al día con jabón de lavar ropa. Quería sacarse del cuerpo y del alma a la ONU, el Tribunal de la Haya, la invasión  de  Normandía, la marcha de la Sal, quería borrar de su mente la Carta de Jamaica, los poemas de Whitman y la mano sobre el corazón. Ella era esclava venida a este mundo como carga apretada de un barco carroñero, era el detritus que flotaba sobre el rio de sangre de la noche de San Bartolomé, era la momia vencida y pestilente de un sueño derrotado.

Regresó a su pueblo como sombra recostada a las piedras, como lagartija temerosa y furtiva, como niña enterrada en la niebla del odio, la ira y la impotencia. Con Orfelina y Betilde sentía un rayo de luz, cálido y suave. Su maestro Balbino, jubilado se había convertido en Diacono y en papel de misionero católico, biblia en mano hacia del evangelio una esperanza y allí se refugió Calemina  para nacer de nuevo.

Calemina es un recuerdo de millones en las marchas sin destino que terminaron en cacerolazos y bailo terapia. Calemina  es la patria postrada y sometida por la violencia y la limosna, la victima de interminables negociaciones donde las elites comen bien y el pueblo muere de hambre. Calemina es también la venganza de Dios que pronto vendrá vestida de cataclismo arrasador de todos quienes pudieron  y no lo hicieron.

Calemina  ahora reza pero muy pronto escribirá las lapidas de sus verdugos, porque Dios hará justicia.

Jorge Euclides Ramírez

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