El increíble secreto del Dr. James Barry, planeado por Francisco de Miranda #30Abr

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Estupefacta, inmóvil y a punto de desvanecerse estuvo Sophia Bishop, encargada de preparar los cuerpos de una famosa funeraria inglesa, tras observar el estado del cuerpo del afamado médico irlandés James Barry, aquel 25 de julio de 1865.

Aun perturbada, intentó correr para develar el macabro descubrimiento, pero debido a la gravedad del asunto, decidió contar su hallazgo después de amortajar al renombrado cirujano, confesión que el propietario de pompas fúnebres guardó hasta consumado el funeral.

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Ella había conocido en vida al médico: un hombre de una apariencia algo extraña, de 1,50 de estatura, delgado, con una nariz grande y cabello rubio cenizo. Pero nada la preparó para lo que halló.

James Miranda Stuart Barry

Por muchos años, el doctor Barry había dado instrucciones precisas de que, en caso de morir, no lo examinaran y lo enterraran con el atuendo que cargase al momento del deceso. Ese sería su única petición testamentaria, sin embargo, su deseo no fue respetado o simplemente fue olvidado.

Había alcanzado el rango de Inspector General de Hospitales Militares, el más alto rango de un médico en el ejército británico. 

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Un poco después de cumplir 70 años, enfermó de fiebre amarilla y su salud comenzó a deteriorarse vertiginosamente, motivándolo a regresar a Reino Unido, falleciendo un año después en Londres, el 15 de julio de 1865.  

La temible revelación

Cuando la señora Bishop empezaba a retirar las ropas del delicado cuerpo del Dr. Barry, notó con estupor que algo no concordaba, y al retirar las prendas íntimas, ya sus temblorosas manos acusaban lo inimaginable.

Todo su cuerpo -los genitales, los senos aplastados y su rostro sin vello facial- era indudablemente femenino.

Por si fuera poco, las profundas estrías en la piel de su estómago eran una señal indiscutible de que había estado embarazada a una edad muy temprana, algo que Bishop, madre de 9 hijos, reconocía a leguas.

Por más de 50 años James Barry había vivido como hombre y doctor, 46 de ellos en el ejército.

La revelación de Bishop inmediatamente fue proscrita y para desvanecer la increíble historia, el avergonzado ejército británico impuso un embargo sobre el historial militar del Dr. James Barry durante 100 años. 

Pero el secreto se filtró y fue publicado por primera vez en un diario irlandés el 20 de noviembre de 1904, lo que generó toda clase de opiniones, rumores y leyendas, que por supuesto, la academia y la milicia, aprovecharon para desacreditar, puesto eran mundos exclusivamente masculinos.

Era un prodigio

Barry mostró desde muy tierna edad su pasión por la medicina, ingresando a la Universidad de Edimburgo en 1809. Era un prodigio, pues se recibió de médico a los 14 años.

Su madre y su tío, el noble David Steuart Erskine, tuvieron que intervenir en su favor en varias oportunidades, ya que el rostro aniñado e imberbe del estudiante hacían creer a los preceptores que era mucho más joven de lo que decía ser. 

Al obtener su licencia se alistó como asistente de hospital para el Ejército Británico, participando en la Batalla de Waterloo y sirviendo en las colonias indias. Así se convirtió en cirujano del Ejército y médico personal de Lord Charles Somerset, gobernador de la Colonia del Cabo, Sudáfrica, antes de cumplir 20 años.

Desafió a su época

La vida del Dr. Barry estuvo permanentemente salpicada de disputas y desencuentros con sus superiores. Sus enfrentamientos con las autoridades locales y militares eran una constante, y en particular resultaba especialmente llamativo el que ofrecía el mismo tratamiento a todos sus pacientes, de clase desposeídas o con solvencia económica, algo que sin duda era un desafío en la mentalidad tan clasista de la época.

Como cirujano del Ejército británico había servido en varios puestos del Imperio -Ciudad del Cabo, Mauricio, Malta, Jamaica y Canadá, frentes en donde siempre llevaba una buena cantidad de libros, colección que iba creciendo rápidamente. Era un voraz lector.

Alcanzó la fama al ser el primer cirujano que logró realizar una cesárea en la que salvó las vidas de madre e hijo. El niño recibió el nombre de James Barry en su honor (En ese entonces, la cesárea equivalía a una condena de muerte).

En Sudáfrica ideó un plan para mejorar el suministro de agua potable y con ello reducir el impacto de enfermedades como el cólera y la hepatitis, reinantes en aquel tiempo.

Hizo lo propio con la lepra. Además, los números marcaron una tendencia bastante favorable entre el promedio de intervenciones quirúrgicas y los sobrevivientes de sus innovadoras operaciones. Logró avances notables en el combate de enfermedades tropicales y en otros tan importantes como la sífilis.

Conspiraron en su favor

Margaret Ann Bulkley era su verdadero nombre. Había nacido en Irlanda del Norte en los últimos años del siglo XVIII. Su madre era la hermana del celebrado artista James Barry, un hombre excéntrico y bien conectado con la alta sociedad. Trabajaba en la Real Academia de Londres. 

Impresionados con la capacidad mental de Margaret, dos influyentes amigos de Barry, el general Francisco de Miranda, líder de la revolución en Venezuela, y David Stuart Erskine, 11º conde de Buchan y ferviente defensor de la educación de las mujeres, concibieron el plan para que Margaret pudiera estudiar medicina disfrazada de hombre pese a que ésta ya había sido madre, al parecer producto de la violación de otro tío.

El plan original era que, una vez recibida, Margaret ejerciera en Venezuela, tierra en donde el generalísimo Francisco de Miranda luchaba por liberar a su país del predominio español. Así, comenzó sus estudios con el nombre compuesto de sus mentores y protectores: James Miranda Stuart Barry, ataviado con un abrigo que no se quitaba nunca y zapatos con tacones altos y suelas gruesas para aumentar su estatura, con la estricta misión de disimular su verdadero sexo durante todos sus estudios.

Capturado Miranda, el plan se torció

Después de obtener un título de médico en 1812, el doctor Barry se convirtió en miembro del Colegio Real de Cirujanos (efectivamente fue la primera mujer cirujana en la historia).

Pero una revuelta en Venezuela generó que la noche del 30 al 31 de julio de 1812, un grupo de militares liderados por Simón Bolívar, Miguel Peña y Manuel María de las Casas, arrestaran al generalísimo Francisco de Miranda, a quien acusaban de traición, entregándolo a los realistas. Fue conducido a una mazmorra de la fortaleza de Cádiz, en España, en donde fallecerá 14 de julio de 1816.

Este escenario, obviamente, trastocó los planes de Margaret, dado que una mujer cirujano no tenía cabida en una guerra a muerte como la que se desarrollaba en Venezuela y menos sin la figura protectora de Miranda.

De este modo terminaron los días de Margaret Ann Bulkley en un plan diseñado para recibir formación académica, lo que terminó por ser una máscara de por vida que le arrancó su ser, pero no sus deseos de superación. 

Florence Nightingale, (enfermera) quien coincidió con él en la guerra de Crimea, declaró: «Tras su muerte me dijeron que era una mujer. Debo decir que se trataba de la criatura más endurecida que me haya encontrado nunca en el ejército».

Posterior a su defunción, el viejo baúl repleto de libros con el que había viajado por el mundo fue vendido como una curiosidad, y el nuevo propietario descubrió, en el interior de la tapa, un collage de imágenes de revistas de moda femenina. Esto, por supuesto, aunado a lo que ya se sabía, generó dudas y pesquisas, que terminaron por revelar lo cierto.

Con el paso del tiempo, serían los historiadores los que reconocerán a Margaret Ann Bulkley como la primera médico cirujana y descubrirían sus proezas para burlar los prejuicios de su momento histórico.

Luis Alberto Perozo Padua

Periodista y cronista

[email protected]

IG/TW: @LuisPerozoPadua

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