#OPINIÓN Chupa tu mamey #28May

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Llega nuevamente la temporada de lluvias y nuestros cultivos frutales comienzan a ofrecer generosas cosechas que terminarán engalanando con sus variados colores y fragancias los locales de los mercados, los exhibidores de las fruterías o los puestos callejeros de los vendedores ambulantes, herederos de los marchantes que desde épocas remotas llevaron sus mercancías hasta las puertas de los caserones de nuestros antepasados. Recién me topé en la calle con una venta de ciruelas de huesito que me hizo trasladar automáticamente hasta mi niñez, a la salida del colegio, en donde los vendedores ofrecían a los infantes bolsitas de papel repletas frescas de frutas de temporada, especialmente ciruelas, cambures, mandarinas, tamarindos, mamones y mangos. 

Las frutas criollas eran las golosinas de mi generación y de las anteriores a la mía. Según la localidad en donde vivieras la oferta se ampliaba con variedades propias de cada región. Lamentablemente muchas de estas frutas han quedado para el recuerdo o han desaparecido de la memoria colectiva por lo difícil que es, por no decir imposible, encontrarlas en los grandes centros poblados. Su cultivo se ha limitado a pequeñas parcelas, a los patios familiares o brotes silvestres que la prodigiosa naturaleza cobija y ofrece a quienes se adentran en sus predios. Afortunadamente hay gente memoriosa que atesora valiosa información sobre nuestras frutas tradicionales así como trovadores que plasmaron en sus canciones los colores, sabores y texturas de muchas de ellas. En esta oportunidad reseño un selecto grupo de temas musicales que nos recuerdan la existencia de muchas de estas delicias frutales.  

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En el occidente del país, los larenses y falconianos, aún disfrutan de su semeruco, la misma cerecita oriental a la que le cantó Luis Mariano Rivera:

Cerecita de mi monte frutica sabrosa y pura

acidito de mi cielo y de mi tierra dulzura.

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Cerecita, cerecita, silvestre frutica mía

eres juguito de amor en corazón de alegría.

El semeruco es una pequeña baya que produce una planta arbustiva del mismo nombre. La botánica la bautizó como Malpighia emarginata, pero popularmente se le llama acerola, cerecita, manzanita o semeruco. En Venezuela crece de manera silvestre en zonas áridas y semiáridas de Lara, Falcón, Zulia, Sucre y Monagas, principalmente.

Semeruco agridulce es tu sabor

la boca se me hace agüita al morderte con amor

Semeruco rojo y verde es tu color

vitamina C es tu esencia que te regaló el creador

En esta danza compuesta por el cantautor larense Juan José Colmenarez, se describen los matices ácidos y dulces que imprime esta pequeña fruta al paladar de quien lo prueba, además de sus cualidades nutritivas y medicinales.  Estudios científicos revelan su alto contenido en ácido ascórbico o vitamina C, así como significativas cantidades de vitaminas A, B1, B6 así como importantes minerales entre los cuales destacan hierro, fósforo, magnesio, potasio y calcio. 

Del lado falconiano también se ha inmortalizado al semeruco en numerosas piezas musicales, entre ellas en la Canción mansa para un pueblo bravo del recordado cantautor paraguanero Alí Primera:

Vuelve a tu canto de turpial, llena de gritos el cardonal,

que hay semerucos allá en el cerro y un canto hermoso para cantar,

que hay semerucos allá en el cerro y ya la gente empezó a sembrar.

Un hermoso vals del Dr. José Antonio Sánchez Azopardo nos habla de otra de las frutas que gozó de gran popularidad durante buena parte del siglo pasado pero que ahora resulta desconocida para las nuevas generaciones. 

Pomagá que perfumas el ambiente con versos en flor

y sonríe tu piel escarlata ocultando tu rico sabor.

Ojalá, pomagá, estuvieras a mi alcance en tu rojo esplendor

para abrir tu carita encarnada y poder extasiarme en tu blanco candor

Según el Diccionario de alimentación y gastronomía en Venezuela de Rafael Cartay y Elena Ablán, la “pomagá, pomagás o pomarrosa es el fruto del árbol del mismo nombre, de la familia de las mirtáceas, de hojas grandes y oblongas y flores pequeñas rojas”. La canción describe a la perfección al fruto de piel escarlata y de blancas entrañas, con una textura similar a la de la manzana. De hecho su nombre alude a su parecido con la manaza (poma) y a la exquisita fragancia floral que despiden sus frutos (rosa).

Del caimito, ya perdí la cuenta de la cantidad de años sin verlo en mercados o fruterías. Se trata de un árbol nativo de América Central y del Caribe que produce unos frutos de forma achatada que pueden ser de color morado, vino tinto, verde o amarillo. Se le conoce con otros nombres como cainito,cayumito, abiaba, estrella y aguaí

Existe una hermosa Canción de cuna para dormir un negrito, con música de la compositora margariteña Modesta Bor (1926 – 1998) con texto del poeta cubano  Emilio Ballagas (1908 – 1954) en la que se compara el color de los labios del niño con el caimito y su blanca dentadura con el merengue. 

Dormiti, mi nengre, dormiti, ningrito.

Caimito y merengue, merengue y caimito.

Dormiti, mi nengre, mi nengre bonito.

¡Diente de merengue, bemba de caimito!

Los frutos del caimito son pequeños y, al cortarlos por la mitad, sorprende la forma estrellada en su interior. Son muy carnosos y de textura lechosa. Sólo deben comerse cuando estén realmente maduros, ya que resultan altamente astringentes estando aún están verdes.

Aunque existe consenso en cuanto al sabor dulce de la fruta, una bolera de principios del siglo XX, recopilada por el maestro Vicente Emilio Sojo, titulada Cuando yo quiera casarme, contradice esta percepción general:

Me disgusta la hoja seca y el insípido caimito:

busco yo un verde pimpollo, un retoño nuevecito.

Por variar, algunas veces, buena es fruta repintona

Que el bocado casi verde que a la vez que frunce entona

Como torco en el amargo, como ají en el encurtido

Como un beso bien plantado y un ensueño compartido

En las poblaciones de la Sierra de Falcón es muy popular la urupagua, una fruta de sabor intensamente amargo, cuya cosecha y consumo están rodeados de mitos muy arraigados entre los habitantes de la zona. En principio se cree que para llegar a los urupaguales hay que solicitar el permiso de los duendes que protegen la montaña y solo se pueden recolectar los frutos que hayan caído al suelo, sin podar ni dañar las plantas. La apariencia del fruto se asemeja al almendrón pero recubierto con una corteza dura de color negro. Es muy apreciada por sus propiedades curativas así como también por sus atributos afrodisíacos.

El compositor falconiano Rafael Sánchez López, le dedicó un sabroso merengue titulado Urupagua:

Urupagua le doy, de mi tierra natal

lo mejor que se da, en la tierra e`Falcón.

Chicharrita anunciá, la cosecha anual

muy contenta te vas, con esa alegre canción

Entre la vegetación xerófila de la zona nororiental venezolana, especialmente de las islas que conforman el estado Nueva Esparta, señorea un robusto cardón que ofrece un fruto de forma circular y de un color rojo brillante, con gran cantidad de diminutas semillas de color negro en su interior. Dependiendo de la variedad, la pulpa adquiere tonalidades que van del rojo carmín hasta el blanco, pasando por el amarillo y el naranja. Al principio, el fruto está cubierto de gran cantidad de espinas que van desapareciendo en la medida que va madurando.

Se trata del yaguarey (Stenocereus queretaroensis) que también es conocido como dato, cardón dato, yaguarai, iguará, yauré, pitaya. Aunque la planta completa es comestible, la parte de mayor importancia alimenticia es el fruto que habitualmente se consume completo o en forma de jugos, mermeladas, conservas y hasta ensaladas. 

El maestro neoespartano Inocente Carreño compuso una hermosa canción coral, con poema de Víctor Salazar, bajo el título de Yaguarey:

Yaguarey refugio dulce del pájaro en su ambrosía

Yaguarey cuando te pulse, lo que en Yaguarey tenía

Otro conocido compositor oriental, Enrique Hidalgo, dedicó unas líneas de su canción Mujer Barcelonesa para recordar la dulzura del pitigüey, otra de las frutas endémicas de las costas venezolanas y que en nuestro oriente también se le conoce como buche o pichigüey

Deja que te enamore con mi cantar

deja en la playa tu cuerpo seductor

y lo dulce de ti, yo lo voy a encontrar

en el rojo de aquel pichigüey.

Las tonalidades del pitigüey van del rosa al rojo magenta brillante y es producido por una planta xerófila conocida comúnmente como melón de monte, cuyo nombre científico es Melocactus curvispinus. Su belleza la ha catapultado a nivel mundial como planta ornamental y su fruto es bien refrescante y de gran atractivo, tanto para los humanos como para los animales silvestres. 

Para cerrar este recuento de canciones que hacen referencia a frutas poco conocidas, me traslado de nuevo a Caracas, en especial a esa bucólica ciudad de principios del siglo XX que conservaba buena parte de los techos rojos que tanta fama le valió. A principios de la década de los 40’s, un músico de origen italiano compuso un merengue al puro estilo caraqueño que pronto se popularizó entre cantantes y agrupaciones del momento. Su nombre fue Ernesto Magliano quien tomó una expresión popular de la época para titular su composición: Chupa tu mamey.

Aunque la canción no habla propiamente del mamey sino que usa una expresión de moda que incluye el nombre de la fruta. “Chupa tu mamey” es una expresión muy parecida en estructura y uso a “Chúpate esa mandarina” popularizada por el televisivo periodista Oscar Yanes en su programa Así son las cosas que se transmitía a diario. El Diccionario de la Real Academia Española hace referencia a la frase “chúpate esa” y dice que se trata de un coloquialismo que se usa “para manifestar aplauso o agrado cuando alguien contesta aguda y oportunamente a otra persona” o “como comentario irónico a algo que produce incomodidad o fastidio a alguien”. En este caso, la segunda acepción estaría más acorde ya que la canción hace referencia a la consternación que causó la promulgación de la Ley de Vagos y Maleantes en 1939 y el endurecimiento en su aplicación en 1942, justo el año cuando se compone esta pieza.

Juan déjate de parranda, ni te rasques de aguardiente

que si armas zaperoco, al rastrillo vas caliente.

Ya no vale las protestas con la flamante ley

escucha misa, toma guarapo. ¡Chupa tu mamey!

El mamey es una fruta nativa del continente americano. En Venezuela también se le conoce como zapote y fue considerado por colonizadores españoles como la «fruta de reyes«. Posee una cáscara de color marrón y su carnosa pulpa es de un hermoso color naranja. Entre los diversos tipos de zapotes que se conocen, al menos en Venezuela, los más populares son; el zapote de piel café, ovalado, de pulpa naranja, y el “zapote mamey”, más pequeño, redondo y achatado en sus extremos.

Sabores y sonoridades se mezclan para dejar testimonio de la diversidad de frutas que conocieron y disfrutaron los venezolanos de otros tiempos y que en la actualidad resultan prácticamente desconocidas. La mayoría de las canciones acá citadas se pueden encontrar fácilmente en diversas plataformas digitales, especialmente en YouTube, para que las puedan escuchar mientras leen este texto. Otras frutas quedan pendientes para futuras entregas como la guama, el guamachito, el cotoperí, la curichagua, el maco, el jobito, el cundeamor, los hicacos, la lefaria, entre otras tantas, que aunque no hayan sido plasmadas en canciones se han quedado grabadas en la memoria gustativa del pueblo venezolano.

Miguel Peña Samuel

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