#OPINIÓN Vade retro, psicoanálisis #13Jun

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Introducción

El psicoanálisis, como creación del médico judío Dr. Sigmund Freud (1856-1939) y sus numerosos discípulos, tuvo una enorme aceptación en el siglo XX, pues pasó por ser ciencia establecida y seria. Se le tenía enorme confianza y permeó a ciencias naturales, así como a la historia, literatura y arte. “Freud ha llegado -decía Stefan Zweig – al centro mismo de la vida, a lo humano.”. En las primeras décadas del siglo emergió el psicoanálisis como repentina y fascinante luz que inundaba la mente de una generación de estudiosos y literatos. Hoy ya no es así, como veremos a continuación.

Crítica acerva al psicoanálisis

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Uno de los más acervos y demoledores críticos de la “ciencia del diván” ha sido el filósofo de la ciencia argentino que nos acaba de abandonar físicamente: Mario Bunge (1919-2019). Es este caballero de las ciencias, quien con sus radicales y extraordinarias ideas, me anima escribir el presente ensayo.

El doctor en física Mario Bunge, quien vivió sus últimos años en el Canadá francófono se preguntaba: “¿Qué queda de todo un siglo de psicoanálisis? Nada más que fantasía incontrolada. Los psicoanalistas no hacen experimentos, y ni siquiera llevan estadísticas de sus tratamientos”. Se atreve Bunge llamar a Freud el “mayor de los macanudos”, dura expresión que también emplea contra el francés Jacques Lacan: otro macanudo. El psicoanálisis es para el argentino psudociencia dañina a la que debemos denunciar y combatir.

Freud, lector temprano de obras filosóficas germanas

Tengo entre mis manos la excelente biografía en dos volúmenes de Freud, escrita por uno de sus más consecuentes discípulos, el Dr. Ernest Jones, quien allí nos dice que ya en sus tempranos años había entrado en contacto con la filosofía de Franz Brentano, pensador que influye decisivamente en la fenomenología de Husserl, Steiner y el propio Freud. Ya en 1874, recién inscrito para estudiar medicina en la Universidad de Viena, comienza su relación con estas vaporosas y especulativas filosofías germánicas que lo apartarán de la ciencia natural empírica del siglo XIX, positivista y fuertemente antimetafisica.

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Pasantía experimental de Freud

Ese apartamiento de lo objetivo de la ciencia médica que experimenta Freud será gradual, zigzagueante. Veamos: En 1876 trabaja en un laboratorio las glándulas sexuales de las temibles anguilas eléctricas, así como también el sistema nervioso de la lamprea. Jones nos dice algo asombroso: que el joven Freud estuvo a punto de descubrir la neurona en 1878. Ese mismo año comienza su relación con el médico (otro judío) Joseph Breuer, quien había inventado un tratamiento para la histeria cuando trataba a la famosa paciente Bertha Pappenheim (Ana O.): el método catártico o cura parlante. Comienza a otear desde estos momentos la sexualidad como poderoso motivante de la humana conducta, lo que provocará gran escándalo.

Se siente escasamente interesado en la práctica médica, agrega Jones, y se dedica a la docencia y la investigación. Finalmente, y de manera tardía, obtiene en 1881 el título de médico.

Posteriormente, en 1884, será criticado duramente por haber empleado la cocaína en uno de sus pacientes, un tal Fleischl. Emplea la electroterapia en el tratamiento de enfermedades nerviosas y publica una monografía sobre la hoja de coca (Erythroxylum coca). Al año siguiente emplea el hipnotismo, viaja becado a París para conocer de cerca el trabajo a base de hipnotismo y sugestión de Jean Martin Charcot con histéricas en el hospital Salpetriere, maestro de cuyas obras traducirá al alemán.

En Berlín se interesa por la neuropatología infantil, quizás un antecedente remoto de su polémica teoría del traumatismo infantil, piedra angular del psicoanálisis. Comienza en 1887 su larga relación epistolar con el otorrinolaringólogo Fliess, un médico que creía que la neurosis podía curarse ¡cauterizando la nariz de los pacientes!

Con el psicólogo e historiador Barheim y el médico Liebault, se interesa por el fenómeno de la sugestión hipnótica. En 1888 aplica por primera vez el método inspirado en Breuer. Le resta importancia a la identidad anatómica de las afasias descubiertas por Broca y les da un sentido psíquico, lo cual sucedió en 1891. Se va alejando progresivamente del sistema nervioso, lo que no le perdonará hogaño Mario Bunge.

Nace la libre asociación

En esos mismos momentos, entre 1892 y 1898, crea Freud el método de las libres asociaciones, regla fundamental de sus teorías, cuando una paciente (Emmy von N.) le pide que no la interrumpa en su fluir de ideas con preguntas. Es el antecedente remoto del automatismo psíquico, tan caro a los surrealistas de Breton y sus secuaces.

En 1893 formula la teoría de la seducción traumatizante, que se verá obligado a abandonar. La neurosis, sostenía Freud, son producto de recuerdos reprimidos de abuso infantil. Descubrió que tales recuerdos eran fantasías de sus pacientes.

Junto con Breuer publica en 1895 *Estudios sobre la histeria, *obra que significará que el psicoanálisis está en ciernes, son sus albores. Pero Breuer no se hallaba a gusto con las teorías sexuales de Freud y se aleja de él. Lo sexual es uno de los muchos factores que inician la neurosis, no el único como aducía Freud. En la actualidad las teorías de Breuer han sido reivindicadas.

En un viaje a la Europa mediterránea en 1897 Freud “descubre” la literatura greco romana, entre ellos el complejo de Edipo, un deseo incestuoso del hijo de mantener relaciones sexuales con su madre y asesinar a su padre. Mario Bunge dirá que esta teoría es completamente falsa: no existe la sexualidad infantil, como gran descubrimiento de Freud. El centro de la sexualidad es el hipotálamo, órgano que no está desarrollado en los niños, espeta malhumorado don Mario Bunge.

Durante los primeros años de la centuria pasada el norteamericano John Watson creará el conductismo, una psicología casi o completamente experimental. Son los mismos años de la reflexología del ruso Iván Pavlov. Mario Bunge no entiende cómo pudo el psicoanálisis colarse con tanto éxito entre estos dos gigantes del pensamiento psicológico experimental y, por consiguiente, científico. A pesar de ser contemporáneo del auge y desarrollo de la gramática comparada del suizo Ferdinand de Saussure, Freud la ignora casi sistemáticamente. Igual cosa podríamos decir de la física einsteniana: apenas la conoció. Pero se jactaba que Einstein tuvo precursores en Newton, en tanto que, decía, “yo no los tuve”.

Tendencia especulativa de Freud

Freud mostró siempre, como todo hebreo, una fuerte tendencia a la especulación. Su pensamiento fluctuaba- afirma Ludwing Marcuse- entre dos polos: el objeto experimental (el paciente) y la fantasía conceptual, que fue perdiendo fuerza con el correr de los años. Fue el médico vienés, en palabras de Tomas Mann, un metafísico nacido demasiado tarde. El mundo que crea Freud es un mundo que se puede considerar una obra de arte regida por leyes insondables. Estas leyes que gobiernan la personalidad no pueden, sin embargo, ser analizadas -éste es el giro radical de la teoría freudiana- de modo esquemático y abstracto, sino sólo a través de la vivencia, de la convivencia; deben ser revividas y reconocidas por la experiencia, asienta el Nobel de Literatura alemán. Se aferraba al caso único para defenderse de la especulación, tal como hizo con Anna O., Irma, Dora, el pequeño Hans, hombre de las ratas.

Otro de los rasgos marcados de Freud fue su tendencia a malquistarse con sus discípulos y colegas. Fliess, Breuer, el freudomarxista Wilhelm Reich, Carl Gustav Jung, creador de los arquetipos, Henry Baruk, el marxista Adler, son algunos de ellos, a quienes amó y odió con igual fuerza. Baruk nunca comparte las ideas de Freud, a quien ataca desde la tora hebraica. Sin embargo, serán sus desacuerdos con Jung los que más han sido publicitados. Siete años bastaron para separar a estos hombres.

A Freud se le ataca contemporáneamente porque crea teorías no falsables, según el criterio de Karl Popper, sus terapias son inefectivas contra la esquizofrenia y el autismo, manipula la memoria creando falsos recuerdos. Paul Ricoeur dice que el psicoanálisis es una hermenéutica de la sospecha: busca el engaño en el lenguaje.

Mario Bunge contra el psicoanálisis

Y así llegamos de nuevo al demoledor más reciente y destacado de las teorías freudianas, el argentino Mario Bunge, quien centra la ciencia social en hechos medibles, cuantificables, verificables… y queda de manifiesto que fenómenos e instancias como el inconsciente o el Complejo de Edipo del psicoanálisis escapan a dicha caracterización.

El estudio del psicoanálisis, agrega el filósofo de la ciencia argentino, no requiere ninguna preparación previa: un chico de 16 años puede convertirse en un erudito psicoanalista simplemente leyendo, porque se trata de leer textos. No hace falta estudiar psicología experimental, neurología, ni saber matemática o biología, no hace falta saber nada. Es el facilismo. Entonces, algo que es fácil y se ocupa de asuntos realmente importantes como son la emoción y el sexo, ¿cómo no va a atraer a la gente, en particular a los jóvenes incautos?

Para poder aplicar una terapéutica cualquiera, agrega Bunge, hace falta estar entrenado, por ejemplo, como médico, psiquiatra o psicólogo clínico. Hay que estudiar seriamente si uno quiere ser eficaz y honesto. Para ser psicoanalista no hace falta nada. Un psicoanalista puede practicar, puede ganarse la vida y ganársela bastante bien –por lo menos en EE.UU. y el resto de Norteamérica donde cobra 100 dólares la hora-. Puede hacerlo sin ninguna preparación previa. Esos son los motivos: que el psicoanálisis se ocupa de problemas auténticos –aunque se ocupa mal-, que es fácil y que es rentable. Estos tres aspectos hicieron que el psicoanálisis se expandiera como reguero de pólvora. Pero ya terminó su ciclo. Queda solamente en los países del Tercer Mundo. Y Argentina es uno de ellos.

Luis Eduardo Cortés Riera

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