Cuando se graduó de abogado en la Universidad de Carabobo Jorge Rosell le dijo a su familia que si querían regalarle algo lo hicieran en efectivo. Así lo hicieron y el destino que le dio a ese dinero fue el de financiar su estadía en Calabozo donde se instaló a defender los derechos de unas organizaciones campesinas .Cumplido el trabajo de manera exitosa, alrededor de un año, se muda a Valencia donde se integra a un bufete que representaba a varias entidades financieras y en momentos cuando sus ingresos aumentaban rápidamente decide aceptar un cargo de Juez Municipal en una pequeña población de Paraguaná y allí se va, recién casado con la profesora Milagros Pérez, con quien ha celebrado bodas de Verona.
Así comienza una trayectoria en la que recorre la escalera del sistema judicial hasta llegar a la Corte Suprema de Justicia, hoy Tribunal Supremo, donde preside la Sala Penal. Sobre su desempeño durante décadas como juez penal acaba de salir a la luz pública un libro, ya en Amazon y en las librerías de España, titulado Crónicas de un Juez Penal. Otra forma de hacer justicia, título que recuerda la frase de su hermano de vida, el doctor Ricardo Hernández Álvarez: Rosell no asciende por sus sentencias, sino a pesar de ellas.
Esa otra forma de hacer justicia contrae la imaginación al temor que tenemos los iletrados ante lo intrincado del Derecho, tramado de una manera que inmortalizó Kafka en El Proceso, en la cual inevitablemente uno termina siendo culpable de algo. Pareciera que la pirámide Kelseniana está llena de pasadizos secretos que solamente los abogados conocen y quien los camine sin los abracadabras legales, codificados en los mil libros que dejó de escribir Borges, ineluctablemente llegará a la sala de torturas donde domina el doctor Morau con su látigo implacable.
Al otro lado de estos laberintos están los Diez Mandamientos y la simplicidad de Buda y de Confucio, al otro lado de las investigaciones de nudo hecho que sufrimos todos está el humanismo de Bertrand Russell, de Gandhi, Luther King y entre otros nimbados por la gracia de la justicia y no del castigo está también Jorge Rosell, para quien la ley es un sendero para la superación humana y no el cadalso de intenciones fallidas.
Toda una vida dedicada a honrar la ley y hacerla justicia, cosa difícil aunque de obviedad aparente, es algo que podremos disfrutar cuando a Venezuela llegue el libro. Con su lectura podremos adentrarnos en la personalidad de un juez que con espíritu humanitario y humanista logró dictar sentencias, apegadas a la norma y enraizadas en el sentimiento de piedad que transformó el derecho quiritario en derecho de gentes.
Esta vida dedicada a la justicia como ejercicio humanista ha tenido repercusión fuera del foro jurídico y por ello Jorge Rosell ha logrado alcanzar una autoridad moral inobjetable en toda Venezuela y especialmente en el Estado Lara.
Un abrazo apreciado Tocayo y palante que ahora es que queda camino por andar.
Jorge Euclides Ramírez