#OPINIÓN Extraña manera de volver a la vida #28Jul

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Por: Natividad C. Castillo P. (Natty)

Nunca olvidaré aquel 28 de julio cuando la doctora Andrea me dijo:

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—«¡Levántate y anda Natividad haz vuelto a la vida!»–.

Aún por todo lo que pasé, es muy poco lo que tengo que decir acerca del COVID-19

Es un virus que llegó sin avisar, que se quedó conmigo y durmió junto a mi almohada, se adueñó de mis pensamientos y también de mis pulmones. En madrugadas delirantes llegué a sentir que se me estaba yendo la vida… Mi hermano Nelson de tan nobles sentimientos, vivía angustiado pues en Barquisimeto, ya no se encontraban bombonas de oxígeno y las buscaba incansablemente, con la esperanza de alargarme la vida. «(Había consumido ya, 18 bombonas de oxígeno).

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En alguna parte leí que, un grupo cristiano, daban charlas gratuitas a fin de concientizar a las personas sobre la muerte, que las preparaban para esperar sin horror, a la aborrecida y tétrica visitante. A la innombrable, la de orejas amarillas. ¡La que nadie quiere ver! Yo, era una de esas personas que no estaba preparada para eso, ni siquiera a los 70 años (ya que me faltaba solo dos meses para cumplirlos). Pero ¡es que yo, hablaba solo de VIDA!, yo, quería vivir, vivir mucho para terminar de escribir mi libro: Una autobiografía novelada la cual estaba en pleno desarrollo y, dicho proyecto literario me mantenía activa y, perdidamente enamorada, soñando despierta por llegar al último capítulo para colocar: «FIN» esa era mi mayor ilusión.

Iban a ser las seis de la tarde, caía el sol y yo, inerte, en aquél cuarto en donde la neumonía me asfixiaba, según la doctora Andrea, presentaba: Una frecuencia respiratoria altísima con un pronóstico grave, la saturación de oxígeno me había bajado a 81%, cuando el mínimo es 94%. Entonces escuché aquellas palabras pronunciadas por el enfermero de guardia:

—¡¡¡Debo llamar a la médico tratante y advertirle del estado de la paciente, y ustedes los familiares, deben prepararse ya que el nivel de saturación de la paciente ha llegado a un nivel muy bajo, el oxímetro marca 81%, lamento tener que decirles, que… Creo, que de esta noche no pase!!!—.

(Estoy segura que su intención era el de preparar a mis dolientes, él no pensó en ningún momento que yo lo podría escuchar, ya que él se encontraba, reunido con mi nieta y hermano, en otra habitación de mi apartamento).

Lo cierto es, que aquella sentencia de muerte, supongo que turbó a mi hermano Nelson, y enseguida escuché los sollozos incontrolables de mi nieta Shannon, esa muchachita que la vida me dió por hija, se echó a llorar.

Entonces me ocurrió una cosa sumamente extraña, en vez de entristecerme ante aquél pronóstico, me llené de rabia (por eso, una nunca sábe cómo va a reaccionar ante alguna contingencia) y entonces me arranqué la máscara de oxígeno y en voz baja, comencé a pelear con Dios:

—¿Qué pasó? ¡yo he confiado en ti! ¿acaso no dijiste que me ibas a ayudar a terminar mi libro? ¿Recuerdas mis meditaciones contigo?, allí me mostrabas la realidad y ¡yo me veía escribiendo y alegre, colocaba la palabra «fin». ¿Entonces todo eso era mentira?, ¿dime?—.

¡Hasta ahí llegó mi pleito con Dios!, dado que escuché unos pasos, alguien venía a mi habitación, me coloqué de nuevo la mascarilla de oxígeno y fingí que no había escuchado nada, me hice la dormida, era el enfermero, venía a colocarme otra dosis de medicamento.

Mientras tanto, Ignell, Yohanna, Valentina, Daniel y Enio
(convertidos en ángeles guardianes), continuaban haciendo milagros para cubrir los gastos de exámenes, medicinas, oxígeno, médicos, enfermeros y enfermeras intensivistas y un largo etcétera.

Eran las 7:00 de la mañana del día siguiente y llegaron con premura las otras enfermeras para cambiar la guardia, igual llegó muy temprano la doctora tratante, (ante la llamada de advertencia del enfermero) luego de la rutina diaria de la colocación de medicamentos por vía intravenosa, etc. Se procedió a tomarme los signos vitales, llevándonos una agradable sorpresa. ¡Mis signos vitales estaban perfectamente bien!. Todo estaba como antes de que me hubiese dado COVID-19. Claro aunque lucía más delgada y mareada por tantos días en cama.

—«Y volví de donde estaba, yo no sé cuál era el nombre de aquel sitio, solo se que había mucha paz, me abracé con Tito mi hermano muerto, con mi papá y con mi mamá-

Era un 28 de julio hoy hace un año, cuando la doctora me dijo: Levántate y anda Natividad haz vuelto a la vida!.

Agradecida de Dios, el autor de mis días.
Agradecida estoy del apoyo incondicional de los doctoras Sonia Bratta y Berenice Peñuela, a mi ahijado Fernando Meza y a John Keeler. Agradecida infinitamente de mis nietos, hermanos, sobrinos primos y demás familiares y amigos, esos que estuvieron tan pendientes y colaborando de una forma u otra para ayudarme a vivir, Dios se los pague con salud y con prosperidad.

Quise hacer público este, mi testimonio el cual indica que Dios es quien tiene la última palabra. Él es el dueño y señor de nuestras vidas. Y por eso recurrí a mi diario EL IMPULSO. Él mismo de Gustavo Carmona QEPD (gran caballero y amigo incondicional). Gracias señora: Gisela Carmona, gracias licenciada: Jéssica Oshiro por tan gentil atención.

Con cariño y respeto: Natividad C. Castillo P. (Natty)

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